Rehabilitar la autoridad para luchar contra la violencia escolar

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Los gobiernos de muchos países consideran hoy que la violencia escolar es un problema creciente. A la hora de buscar soluciones, las posturas oscilan entre achacar a la sociedad las causas de la violencia y la tendencia a arreglar el problema dentro de la escuela (cfr. servicio 32/00). Una conferencia internacional, organizada en París por el Observatorio europeo de la violencia escolar, ha hecho un análisis comparativo de estas políticas y se ha inclinado por buscar remedios que involucren al centro escolar, a la familia y a las instituciones locales.

El gobierno francés, que desde 1994 ha lanzado ya cuatro planes contra la violencia escolar, quiso subrayar su postura activa en este tema con la presencia del primer ministro, Lionel Jospin, y del ministro de Educación, Jack Lang. Mientras Jospin reconocía que «la violencia escolar se ha convertido en una verdadero problema político», Lang apelaba a «reconstruir la autoridad de la escuela y de los que allí trabajan».

Lang, que pertenece a una generación que se rebeló contra una sociedad ultrajerarquizada, se pregunta ahora: «Al desembarazarnos del autoritarismo, ¿no hemos quizá perdido también, sin quererlo, esta bella noción de autoridad?». Un discurso que hoy sintoniza con las inquietudes de los profesores, de los padres y hasta de los alumnos, que son los que más sufren la violencia en la escuela. De modo que en el debate público sobre este problema se habla a menudo de que la policía entre en los centros escolares y de la reforma de la responsabilidad penal del menor.

Sin duda, pueden identificarse causas externas a la escuela que contribuyen a la violencia. Según Eric Debardieux, director del Observatorio, es evidente que «existe una sociología de la violencia que recubre la de la exclusión». En las zonas más desfavorecidas, el urbanismo degradado, el paro, la pobreza y las carencias familiares contribuyen a crear el caldo de cultivo de la violencia escolar. Lang no dudó en señalar también a «ciertos medios audiovisuales que exaltan la violencia». Y llamó la atención sobre la falta de «mezcla social» en las escuelas de los barrios donde se concentra la violencia escolar y las familias con más dificultades.

Pero también hay aspectos de la organización escolar que pueden reforzarse para prevenir la violencia. En Francia, los planes anteriores consistieron sobre todo en inyectar personal suplementario en los centros más difíciles. Ahora se añade la necesidad de asegurar la estabilidad de los equipos educativos, evitando la excesiva rotación del profesorado. También se insiste en que el profesor no sea un mero transmisor de conocimientos, sino un educador, dispuesto a hacer tutorías que fomentan una mejor relación con el alumno.

La mayor apertura del colegio al barrio en que está enclavado es otra línea de prevención de la violencia. Colaboración entre padres y escuela, relación con asociaciones, cursos de formación continua, actividades deportivas… favorecen que la convivencia en la escuela sea vista como un asunto de todos. En esta línea, Jospin propugnó «proyectos educativos trasversales» en los que estén implicados profesores, padres, ayuntamientos y asociaciones, que permitan «ocuparse de los alumnos dentro y fuera de la escuela».

También es importante que en la escuela las reglas de conducta sean claras y bien conocidas, de modo que los alumnos sepan dónde están los límites. En Francia, desde comienzos de este curso los profesores disponen de unas directivas muy concretas, dadas por el Ministerio, que especifican los procedimientos disciplinarios y los castigos graduados que pueden ser impuestos. Las directivas insisten también en las medidas de prevención y de reparación (presentar excusas, reparar un bien dañado, ordenar una biblioteca, etc.). Algunos centros han aprovechado la ocasión para que profesores, padres y alumnos intervinieran más en la elaboración del reglamento. Y han comprobado que los más «represivos» eran… los alumnos.

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