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Para entender la cultura occidental

publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

El escritor Juan Manuel de Prada subraya la necesidad de dar clase de Religión en la escuela, para no condenar a los niños a ignorar su propia cultura (ABC, 30-IX-99).

(…) Si por religión entendemos «un conjunto de dogmas o creencias acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales», según definición del mamotreto de la Real Academia, parece evidente que un Estado laico no tendría que incluir esta disciplina en sus planes educativos, salvo acaso en lo que se refiere a esas «normas morales» que la religión cristiana prestó a Occidente. (…) Pero la religión cristiana -hablar, en términos abstractos, de «Religión» se me antoja un eufemismo demasiado difuso- es mucho más que un repertorio de dogmas y liturgias. Constituye el sustrato fecundo sobre el que se edifica nuestra civilización, nuestra cultura, nuestra moral. Impedir que ese venero incesante de conocimientos esté al alcance de los niños, de los alevines de hombre, equivale a condenarlos a la orfandad espiritual.

(…) La religión cristiana es el barro que nos construye por dentro, la sustancia de nuestros sueños, la argamasa sobre la que han crecido el pensamiento y el arte occidentales, también el fabuloso legado moral sin el cual serían incomprensibles conquistas como la abolición de la esclavitud o la condena de la pena de muerte. Privar interesadamente a un chaval de este continente de revelaciones es como privarlo de su filiación genética. La moral cristiana instituyó la piedad como regla de conducta, el respeto y el amor al prójimo como pilares indubitables de nuestra convivencia. Sustituyó una órbita de valores que gravitaba en torno al concepto de castigo por otra que gravitaba en torno al concepto de perdón. ¿Es legítimo ocultar este milagroso acontecimiento histórico que nos cambió para siempre? ¿Es admisible escamotear que hubo un hombre -que, para algunos, además, participó de la sustancia divina- que se subió a una montaña para proclamar el más bello poema de bienaventuranza, que se negó a lapidar a una mujer adúltera, que no dudó en aceptar el agua que le ofreció una samaritana?

Y, además de fundar una nueva moral, el cristianismo fundó una nueva cultura, refundiendo la heredada cultura pagana y metarfoseándola en una nueva aleación que ha trascendido los siglos e inspirado las más altas creaciones, de Dante al Greco, de San Agustín a Unamuno.

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