Los problemas de la coeducación

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Según datos publicados en Gran Bretaña, las escuelas no mixtas obtienen mejores resultados académicos. Esta ventaja es especialmente notable si se comparan las chicas que estudian en centros femeninos con las de escuelas mixtas. Janet Daley propone una explicación de estas diferencias (The Times, Londres, 30-IX-93).

(…) Detengámonos un momento a considerar a qué se debe el éxito de esta peculiar tradición británica de educación separada y por qué la coeducación resulta tan desastrosa para las chicas. Hay un hecho claro: los adolescentes se distraen fácilmente en presencia del sexo contrario, y esto es perjudicial para el rendimiento académico.

Pero esto no es todo. Está demostrado que, en las clases mixtas, los profesores dedican tiempo y atención desproporcionados a sus alumnos masculinos, a costa de las alumnas. Se ha comprobado que esto se da incluso en los profesores que piensan que son equitativos con los dos sexos. Resulta claro, tanto por los indicios recogidos como por el testimonio de los profesores mismos, que los chicos piden mucha más atención, bien porque les gusta hacer alarde de sus méritos, si son buenos estudiantes, bien por su mal comportamiento, si no lo son.

En las asignaturas que requieren compartir material para prácticas, es habitual que los chicos acaparen las oportunidades de hacer prácticas y releguen a las chicas al papel de observadoras. Hay que decir que las chicas suelen conformarse gustosamente con este papel, quizá por miedo a las burlas de los chicos o porque aún no han desarrollado el talento para adular a los varones.

Este aspecto del desarrollo sexual está en el centro mismo del problema. Los años más decisivos de la vida escolar coinciden con el periodo en torno a la pubertad, en el que se forja la identidad sexual. En esa época, los escolares se comportan exagerando los rasgos propios de su sexo porque todavía se sienten inseguros con su sexualidad.

En este vulnerable estado, pocos chicos tendrán la generosidad, o pocas chicas el atrevimiento, de desafiar sus propios complejos y exponerse a un desastre social por causa del éxito académico. De hecho, para un adolescente sería casi antinatural resistir hasta ese punto la presión de los compañeros. Para ahorrarles ese angustioso dilema, algunos padres, como yo, escogen para sus hijas escuelas no mixtas.

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