La globalización de la enseñanza universitaria

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Según los datos de la OCDE, en 2000 menos de dos millones de personas estudiaban en el extranjero; en 2008, eran 3,3 millones. Y se sospecha que la tendencia, en estos últimos años, no ha hecho más que aumentar. A este fenómeno de globalización de la enseñanza se añade el número creciente de cursos virtuales que ofrecen universidades de prestigio, como el MIT.

Las universidades norteamericanas son las que más estudiantes extranjeros reciben, el 19% del total. También las universidades francesas y alemanas tienen mucho atractivo, pero principalmente para europeos o africanos, mientras que las de EE.UU. tienen alumnos de todo el mundo.

Sin embargo, el liderazgo de EE.UU está disminuyendo ligeramente, a consecuencia de un proceso de internacionalización que está transformando la enseñanza universitaria. En el libro The Great Brain Race (Princeton University Press, 2010), Ben Wildavsky revela que otros lugares del mundo como China, India o Arabia Saudí están compitiendo con las instituciones tradicionales para atraerse a alumnos y a profesores. Están surgiendo, pues, centros académicos que poco a poco escalan puestos en los rankings internacionales. Para Wildavsky, esta competencia académica tiene efectos positivos porque ofrece mayores posibilidades a los estudiantes.

También se ofrecen datos por niveles académicos. Se sabe, por ejemplo, que en EE.UU. dos terceras partes de los alumnos de posgrado provienen de otros países y, como resalta The Economist (20-01-2011), los foráneos copan las disciplinas científicas: son extranjeros el 65% de los estudiantes de informática o economía, el 56% de los de física y el 55% de los de matemáticas.

También por ejemplo, son extranjeros la mitad de los estudiantes de la Kennedy School of Goverment (Harvard), prestigioso centro de estudios políticos y de gestión pública. Para el decano, David Elwood, el interés por lo que ocurre en el mundo es crucial en su proyecto educativo: “Todos los problemas interesantes cruzan las fronteras; por tanto hay que formar a personas que también las crucen”, señala.

Las instituciones americanas son las que han demostrado desde hace más tiempo un mayor interés por abrir sus aulas a estudiantes de otros países y se han destacado en proyectos de investigación conjunta con centros académicos y empresas de todo el mundo. Asimismo, son las que cuentan con mejores fuentes de financiación, lo que las permite ser punteras en muchas disciplinas y contar con más premios Nobel que las de cualquier otro país.

Una élite mundial

Es posible que la internacionalización de la enseñanza haga nacer redes internacionales que concentren el poder intelectual, empresarial y político. Pero la consolidación de una nueva élite puede hacer que se tambaleen los poderes tradicionales. Samuel Huntington, el fallecido autor de El choque de civilizaciones, denunció que la élite global haría superfluos los lazos nacionales y podría ir poco a poco suplantando el poder de los gobiernos.

Una red de influencia mundial es, por ejemplo, lo que han conseguido ya ciertas universidades americanas. En la Kennedy School of Goverment han estudiado el secretario general de la ONU, el presidente del Banco Mundial, el director de los funcionarios chinos, el fundador del Foro Económico Mundial, el primer ministro de Singapur y los presidentes de México y Colombia, entre otros. En este sentido, puede decirse que muchas de las personas más influyentes del mundo se encuentran familiarizadas con los valores norteamericanos y que son los representantes del poder blando de su diplomacia.

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