La enseñanza de la economía olvida la cooperación

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Las teorías de la decisión y la acción humana que actualmente predominan en las facultades de economía parecen inhibir el espíritu cooperativo. Estas enseñanzas dan por supuesto que los agentes económicos actúan buscando sólo el máximo beneficio particular, principio que, por lo visto, acaba calando en los estudiantes. Tal es la conclusión de una investigación publicada en el último número del Journal of Economic Perspectives, resumida en The Economist (29-V-93). Los autores, Robert Frank, Thomas Gilovich y Dennis Regan, son un economista y dos psicólogos de la Cornell University, que se han basado en diversos estudios recientes sobre el comportamiento de los estudiantes y profesores de economía.

El primero de los experimentos se llevó a cabo con estudiantes de primer curso de distintas carreras. Se dio a todos ellos una cantidad de dinero y se les dijo que la dividieran en dos cuentas, una «privada» y otra «pública». Lo que hubieran puesto en la privada les sería devuelto al final; lo ingresado en la pública, tras sumar lo aportado por todos y multiplicarlo por un factor mayor que 1, sería repartido a partes iguales. El resultado fue que los estudiantes de economía contribuyeron con un 20% de media a la cuenta colectiva; la media entre los demás estudiantes fue del 50%.

Otro experimento consistía en dar diez dólares a una persona y pedirle que los dividiera entre él y otro. La otra persona podía aceptar el reparto, o rechazarlo, en cuyo caso los dos se quedaban sin nada. El resultado fue que gran proporción de estudiantes de economía actuaron según el modelo del interés propio: dando al otro una parte mínima del dinero, en espera de que el otro prefiriera eso a nada, ya que siempre habría otra oportunidad de jugar.

En una encuesta hecha a 1.245 profesores escogidos al azar, se preguntó cuánto daban cada año a obras sociales. Un 9% de los profesores de economía no daban nada, actitud que entre los profesores de otras materias variaba del 1,1% al 4%.

En un juego, en el que se podía ir optando por engañar o por colaborar con el contrario, se halló que los estudiantes de economía engañaban el 60% de las veces, contra el 39% los demás estudiantes.

Para verificar si estudiar economía tenía algo que ver con estas diferencias de conducta, los investigadores de Cornell hicieron otro experimento. Compararon tres grupos de estudiantes: el primero, compuesto por estudiantes de microeconomía; el segundo era igual, pero el profesor era un especialista en el desarrollo de la China maoísta; el tercer grupo era de alumnos de astronomía. Al final del curso, se les sometió a un cuestionario. Las respuestas permitieron descubrir que el primer grupo contenía el menor número de estudiantes honrados, seguido de los otros dos grupos, precisamente en el mismo orden citado.

Entre las razones que se han dado para explicar estos comportamientos se recalca que a los economistas se enseña a considerar el interés personal como la fuerza que decide la marcha de las operaciones económicas, según una ley que viene a decir: «Aunque tú no actúes así, los demás sí lo harán». Y parece que, aunque la cooperación sería más beneficiosa para la sociedad en su conjunto, se les hace creer que nadie va a cooperar.

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