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Escuelas musulmanes y judías en Francia

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¿Por qué los musulmanes no disponen en Francia de colegios confesionales privados bajo contrato con el Estado, como los católicos o los judíos? Con la futura ley que prohibirá los signos religiosos «ostensibles» en la escuela pública, la cuestión se plantea hoy con cierta polémica. Los mismos representantes musulmanes se muestran divididos, según declaraciones recogidas por Diane Galbaud en Le Monde de l’Education (enero 2004).

Mohamed Bechari, presidente de la Federación Nacional de Musulmanes de Francia, prefiere una escuela pública que acepte un signo religioso como el velo, «mientras no se convierta en un medio de propaganda».

Por parte de las organizaciones musulmanas que se definen como «laicas», llevar el velo en los establecimientos públicos es condenado sin ambages. La prensa les presta poca atención y ellos se consideran como mayoría silenciosa, una tesis confirmada por un sondeo de IFOP-Le Monde en septiembre de 2001, que revelaba que sólo el 36% de los musulmanes se declaran «creyentes y practicantes», el 42% se declaran simplemente «creyentes», el 16% «de origen musulmán» y el 5% «sin religión». En total, el 79% confesaban no frecuentar las mezquitas.

Abderramán Dahmane, presidente y fundador del Consejo de Demócratas Musulmanes Laicos, tenaz partidario de la escuela pública, considera necesario sin embargo hacer evolucionar la laicidad, desarrollando la enseñanza del hecho religioso. Estima que esta línea es preferible a la creación de escuelas privadas musulmanas, camino que le parece lleno de obstáculos: «Los católicos, como los judíos, tienen una gran experiencia de enseñanza privada. ¿Pero dónde van a ir los musulmanes a encontrar el modelo? ¡Y, en el ámbito confesional, no tenemos maestros, sino charlatanes!».

En la misma longitud de onda, Aziz Sahiri, uno de los miembros de los musulmanes laicos en Francia, propone con mucha prudencia: «Sería necesario fijar un plan decenal de apertura de algunas escuelas privadas bajo contrato con el Estado, emblemáticas, y hacer balance al cabo de cinco años».

Estos colegios existen ya en algunos lugares donde los musulmanes están implantados desde hace tiempo: la Isla de Reunión (con la única escuela musulmana bajo contrato con el Estado) y la isla de Mayotte. Pero en la Francia metropolitana solo hay dos en la enseñanza secundaria: un colegio en Aubervilliers y un liceo en Lille (cfr. servicio 111/03). El primero, que abrió sus puertas en septiembre de 2001, está apoyado por musulmanes moderados, y se inspira en los liceos franco-musulmanes que existían en el Magreb en la época colonial, citados como ejemplo por muchos musulmanes. Además de las disciplinas obligatorias, ofrece cursos de lengua árabe, de historia y de teología del islam, dispensadas por profesores expertos en estas materias.

El de Lille ofrece una hora semanal facultativa de enseñanza sobre el islam, además de los programas oficiales. La puerta no está cerrada a los ateos ni a los creyentes de otras religiones, aunque actualmente sólo cuenta con alumnos musulmanes. Señala Dhaou Meskine que «la seguridad y el estrecho seguimiento de los alumnos es lo que atrae a las familias». Se financia por las matrículas (unos 1.500 euros por curso) y por colectas entre los padres, asociaciones y comerciantes locales, y espera firmar pronto un concierto con el Estado para resolver sus dificultades financieras, que son «el problema principal».

Auge de las escuelas judías

El número de alumnos en las escuelas judías está creciendo también de manera significativa, según un reportaje de Mathilde Mathieu, publicado en la misma revista. Estos escuelas escolarizan a 30.000 alumnos, y desde 1975 el número de centros ha pasado de 15 a 29. Del conjunto de clases, en torno al 85% se benefician de un concierto con el Estado, que les garantiza la financiación pública.

En los últimos tres años, según datos del Fondo Social Judío Unificado, el número de alumnos crece a un ritmo del 3,5%, y hay escuelas que no pueden atender toda la demanda. Las escuelas responden a diversas tendencias del judaísmo -desde las más ortodoxas a las liberales-, y en conjunto el peso de los ortodoxos es considerable.

Entre la comunidad judía estas escuelas tienen un valor de refugio frente a las tensiones en la escuela pública y la degradación de la convivencia escolar con algunas manifestaciones de antisemitismo. Pero, según la impresión más general, las familias que traspasan el umbral de la escuela judía lo hacen, más bien, movidas por una búsqueda de sus raíces comunitarias. Esas familias vuelven a aprender el judaísmo a través de sus hijos.

También cuenta la excelencia académica. Igual que familias musulmanas escogen a veces escuelas católicas, algunas familias judías huyen de las escuelas públicas que les corresponden por domicilio para elegir una escuela judía con prestigio.

Pero elegir una escuela judía comporta aceptar un calendario escolar diferente y un horario más amplio que incluye de seis a ocho horas semanales para las disciplinas religiosas, incluido el hebreo.

En cuanto a la composición social del alumnado, las escuelas judías dicen haber logrado una buena mezcla. «Del millar de alumnos que escolarizamos -dice el director del liceo parisino Yabné-, el 60% pertenecen a la clase media». Aunque el precio de algunas escuelas no está al alcance de cualquiera (280 euros mensuales de media en las de la Alianza Israelita Universal), «no practicamos la selección por el dinero», dice uno de sus responsables. «Queremos ser los mejores tanto en la enseñanza general como en la enseñanza judía, sin tener como objetivo la excelencia».

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