Lisboa. Con el aumento de la población escolar y la prolongación de la escolaridad obligatoria en los años ochenta, las escuelas públicas portuguesas resultaron insuficientes para acoger a todos los alumnos. La solución fue establecer conciertos, llamados contratos de asociación, con centros privados: estos imparten enseñanza gratuita, como si fueran públicos, y a cambio reciben del Estado una asignación por alumno. Pasaron los años, y el Estado siguió firmando conciertos con escuelas privadas y cooperativas, a la vez que los
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