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El conocimiento de la religión evita el sectarismo

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Bajo la bandera de la laicidad, en las escuelas públicas francesas no hay enseñanza de la religión. Pero la nueva situación creada por los atentados del 11 de septiembre ha revelado el peligro de la ignorancia sobre los hechos religiosos, y en concreto sobre el islam. Ahora surgen voces en favor de una enseñanza de las religiones para combatir el sectarismo, como propone Henri Tincq, informador religioso de Le Monde (24 octubre 2001).

«¿Cómo extrañarse de que el islam sea tan mal conocido, cuando se enseña tan poco? (…) El joven francés que oye en la televisión llamamientos a la ‘guerra santa’, ve Coranes esgrimidos como armas y puños, asiste a la quema de la bandera estadounidense o de la israelí, ¿sabe que sabios como Avicena, Averroes o Gazhali han sido fuente de inspiración para monumentos del pensamiento cristiano o judío como Tomás de Aquino o Maimónides? ¿Que nuestra álgebra, nuestra geometría, nuestra medicina, vienen, en parte, de los países árabes? (…)

«La actual crisis internacional da la razón a personalidades universitarias como Jean Baubérot, Mohammed Arkoun, Bruno Etienne, que, desde mediados de los años 80, propugnan una enseñanza histórica de las religiones, del islam en particular, dentro del espacio laico francés».

La idea se ha abierto paso en la opinión pública, pero no ha superado el nivel informal. En 1996 las autoridades educativas decidieron no crear una asignatura específica, aunque invitaron a los profesores de historia, de filosofía, de arte, de literatura, a tener más en cuenta la dimensión religiosa.

«Se objetará -dice Tincq- que no es posible hablar de la religión de manera histórica y neutra. Frente a la curiosidad de sus alumnos, los profesores, conscientes de su déficit de formación en este campo, no saben bien dónde está la frontera entre lo ‘cultural’ y lo que corresponde a la ‘creencia’. (…) No se pueden reducir las religiones a simples fenómenos históricos ni pasar por alto una revelación divina. El Vaticano ya ha rechazado una enseñanza cultural de la religión católica y ha manifestado su preferencia por una enseñanza hecha por profesores competentes, es decir, propuestos por la propia Iglesia».

En cuanto a la enseñanza del islam, existe ya en el Land alemán de Renania-Westfalia; en Bélgica, donde el culto musulmán está organizado; en Holanda; en España se firmó en 1996 un acuerdo entre las autoridades educativas y los representantes musulmanes, que les permite enviar profesores de religión a las escuelas públicas. El riesgo de una exclusión del hecho religioso en la enseñanza pública, piensa Tincq, es que quede relegado a instancias privadas menos controlables, como ocurre ya con los cursos de árabe y las escuelas coránicas.

En Francia, «hoy en día la laicidad de combate se ha convertido en una laicidad de neutralidad, guardiana de las libertades de conciencia. La República financia desde hace tiempo la enseñanza de los hechos religiosos en el nivel universitario». ¿Por qué no también en los colegios y liceos?

«Es el desconocimiento lo que produce la intolerancia y la demonización. (…) A cualquier nivel, tanto para el amplio público de los jóvenes sin religión como para los de confesión cristiana, judía o musulmana, una mejor comprensión de los hechos religiosos contribuirá a reducir los sectarismos».

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