Aunque el encarecimiento de las tasas y el aumento de la deuda han extendido una sensación de alarma, la Universidad en EE.UU. sigue siendo accesible gracias a amplios programas de ayudas.

La subida de las tasas en las universidades de EE.UU. ha dado mucho que hablar a los medios de comunicación. Sin embargo, los titulares frecuentemente no han tenido en cuenta que una cosa son los precios oficiales publicados por las universidades y otra el coste real para el bolsillo del estudiante. El coste real, por debajo del precio oficialEn concreto, como Judith Scott-Clayton explicaba en un blog económico del New York Times, solo una tercera parte de los estudiantes de grado (bachelor’s degrees) a tiempo completo pagan el importe oficial del curso. Así, en los programas de cuatro años, que agrupan a una mayoría de los estudiantes universitarios, el precio real ni siquiera llega al 50% del publicado. En concreto, y según datos del College Board –una reputada institución que asesora tanto a estudiantes como a universidades–, el alumno de una institución pública pagó de media 3.120 dólares, por los 8.890 dólares que fue el precio medio oficial; en las privadas la diferencia fue aún mayor: de los 30.000 dólares oficiales a los 12.400 reales. El porcentaje de los ingresos mensuales que el graduado medio dedica a devolver el préstamo universitario se ha mantenido estable desde principios de los años 90 La diferencia entre ambos precios ha ido aumentando en los últimos años, al mismo tiempo que crecía la alarma social por los desorbitados costes universitarios. Desde el curso 2003/04, hace exactamente una década, el precio medio del curso en una universidad privada ha aumentado un 25%, pero el coste real ha bajado un 8%. En las públicas, aunque el importe real a pagar es mucho menor que en las privadas, sí ha aumentado a un ritmo mayor que los precios oficiales; aun así, en el último curso el coste real solo ha sido de 1.200 dólares más que hace diez años, aunque hay que tener en cuenta que la media de ingresos por hogar ha caído otros 1.000 dólares desde entonces. En cualquier caso, a día de hoy existe una diferencia de casi 5.800 dólares entre el precio oficial y el real de un curso en las universidades públicas, y de más de 17.000 dólares en las privadas. ¿Cómo se cubre el precio restante? En gran parte, con las ayudas estatales o federales. El alumno universitario medio (de un programa de cuatro años) recibe 6.500 dólares al año en concepto de becas, y otros 1.000 dólares más por beneficios fiscales. Entre estas últimas ayudas, destaca la expansión del programa American Oportunity Tax Credit, que ofrece exenciones de hasta 2.500 dólares según el nivel socioeconómico del estudiante. Si se descuentan los subsidios de uno u otro tipo, resulta que los estudiantes de universidades privadas de hecho pagan 1.140 dólares menos que hace diez años. Y todo esto sin tener en cuenta los programas de dos años, donde las ayudas –en las universidades públicas, que copan la gran mayoría de estos programas– superan en más de 1.500 dólares al precio de las tasas. Una cuarta parte del crecimiento de la deuda se debe a que los americanos están estudiando más, y sobre todo programas de post-grado El coste de oportunidad, menor en tiempos de crisisLos medios de comunicación, comenta Scott-Clayton, tienden a fijarse en las universidades punteras, donde las matrículas son muy caras, y desatienden los programas de dos años en los que están matriculados entre el 40% y el 45% de la población universitaria del país. Esto explica que, como demuestran las encuestas, los norteamericanos tiendan a sobrestimar el precio de las tasas. Por otro lado, para calcular el precio total de estudiar en una universidad hay que tener en cuenta el llamado “coste de oportunidad”: lo que se deja de ingresar por no estar trabajando. La competitividad y precariedad del mercado laboral durante la crisis ha provocado que este coste sea menor que hace diez años. Teniendo esto en cuenta, Derek Thompson explica en The Atlantic que el sacrificio económico que hoy hay que hacer para estudiar en una universidad pública es 8.000 dólares menor que en 1970; 15.000 dólares menor si se estudia en una privada. No obstante, una vez más hay que tener en cuenta que los ingresos medios de los hogares norteamericanos, ajustados a la inflación, han descendido casi 5.000 dólares desde el año 2000 al 2012. La deuda no es asfixianteEn cuanto a la deuda, que también ha generado titulares alarmantes en todos los medios, un análisis más contextualizado demuestra que se ha dibujado una situación más alarmante de lo que sugieren los datos. Como analiza un informe de la Brookings Institution, es cierto que desde 1992 a 2010 la deuda media de los hogares por créditos universitarios aumentó en 18.000 dólares; pero también lo es que, en ese mismo periodo, los ingresos medios anuales por hogar crecieron 7.400 dólares. Es decir, el aumento en la deuda quedaría compensado por dos años y medio de ingresos. Solo una tercera parte de los estudiantes de grado a tiempo completo pagan el importe oficial del curso Por otra parte, aunque se ha hablado mucho de la subida de las tasas o de los intereses para devolver los préstamos, una cuarta parte del crecimiento de la deuda se debe simplemente a que los americanos están estudiando más, y sobre todo programas de post-grado. De hecho, la deuda media de estos estudiantes se ha multiplicado por cuatro desde principios de los años 90 (de 10.000 dólares a 40.000 dólares), mientras que la de los graduados en un bachelor’s degree ha crecido mucho menos, de 6.000 dólares a 16.000 dólares. Sigue siendo una cantidad importante, pero este dato matiza considerablemente el que está en todos los titulares: que la deuda media del universitario americano ronda los 30.000 dólares. Además, las condiciones de pago, en general, han mejorado, sobre todo lo referente a los plazos; de forma que a pesar del aumento de la deuda, el porcentaje de los ingresos mensuales que el graduado medio dedica a pagarla se ha mantenido estable desde principios de los años 90. Es cierto que cada vez hay más graduados universitarios que trabajan en puestos por debajo de su cualificación, lo que ha hecho que algunos se pregunten si sigue valiendo la pena estudiar una carrera. Sin embargo, como explica Derek Thompson, un grado universitario actúa como un protector solar: cuando más pega el sol (cuando más dura es la crisis), el protector parece no hacer nada, pero en ese momento es más imprescindible que nunca. Basta compararse con los que no lo llevan. En el caso de la universidad, los que tienen un bachelor’s degree siguen cobrando de media un 75% más que los que abandonan los estudios al terminar la educación secundaria.

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