Crisis económica, penuria universitaria

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La necesidad de ajustar los presupuestos públicos obliga a recortar las asignaciones para las universidades en Gran Bretaña y Estados Unidos

El mercado de trabajo y los estudios superiores suelen tener fortunas contrarias. Ante el aumento del paro, hoy más jóvenes acuden a la universidad para obtener un título que mejore sus perspectivas laborales. Lo malo es que los gobiernos, aquejados por la crisis, están recortando las dotaciones a la enseñanza superior. Algunas universidades pretenden capear el temporal subiendo el precio de las matrículas, medida ciertamente impopular.

El pasado 21 de diciembre, el ministro británico de Empresas, Peter Mandelson, comunicó a las universidades una reducción de 135 millones de libras en las dotaciones estatales para 2010. Ya antes las universidades habían recibido la orden de ahorrar en total 180 millones de libras hasta mediados de 2011.

El gobierno quiere además que las universidades den preferencia a las carreras medias y los turnos de tarde, para los que aspiran no tanto a la sabiduría cuanto a mejorar su cualificación profesional mientras continúan trabajando o buscando empleo. La universidad que no haga caso y, en cambio, aumente su alumnado a tiempo completo será penalizada con un recorte de su dotación estatal: 3.700 libras menos por cada nuevo alumno de dedicación completa. El mensaje es claro: menos letras y ciencias puras, que son caras, y más capacitación profesional en las aptitudes que demandan las empresas.

El presupuesto destinado a la docencia universitaria pasará de los actuales 5.079 millones de libras a 5.027 millones en el próximo curso. También se reducirán las dotaciones estatales por estudiante, de 4.140 libras en el curso 2007-2008 a 3.950 en el curso 2010-2011. Esta rebaja también lo es en términos reales (teniendo en cuenta la inflación), cosa que ocurre por primera vez en diez años.

La actual austeridad presupuestaria agrava un problema que viene de lejos. Las matrículas de las universidades británicas tienen un tope fijado por el gobierno: 3.225 libras anuales actualmente (para los alumnos nacionales: para los extranjeros no hay límite). En teoría, el gobierno debe cubrir el resto del coste real de la enseñanza a cargo de los presupuestos. Pero la financiación pública es insuficiente, según vienen diciendo las universidades desde hace años.

Para resolver este problema, el gobierno comenzó a revisar hace un mes los precios de las matrículas. Aunque lo más seguro es que no adopte ninguna medida concreta hasta que pasen las próximas elecciones (previstas para mayo), se teme que los alumnos tendrán que pagar bastante más de las actuales 3.225 libras (3.633 euros).

En principio, esta medida beneficiaría a las universidades como Oxford y Cambridge, que llevan años pidiendo la eliminación de los topes de las matrículas. Pero, como contrapartida, el gobierno les va a obligar ahora -los detalles del plan se están ultimando- a ofrecer unas becas muy generosas a alumnos de familias pobres.

¿Quién paga el igualitarismo?

La insistencia del ministro Mandelson en que las universidades se centren en carreras medias, de dos años, no ha gustado a muchos profesores, que se quejan precisamente de la escasa preparación con la que llegan muchos jóvenes. Hasta ahora, los profesores -en especial los de matemáticas- intentaban suplir las lagunas de sus alumnos con clases de refuerzo o cursos introductorios. Justo lo contrario de la estrategia que propone el gobierno.

En un artículo publicado en el Daily Telegraph (23-12-2009), George Walden, ex ministro británico de enseñanza superior, recoge el malestar de los profesores. A su juicio, la crisis de financiación de la universidad británica es un problema creado por la deriva igualitarista que adoptaron tanto laboristas como conservadores.

“Muchos de los que van hoy a la universidad no están preparados o no sirven para la enseñanza superior. Deberían estar haciendo prácticas o cursos de aprendices en centros de formación profesional, que son la marginada Cenicienta del sistema. Los estudios sobre aviación, fontanería, sanidad, negocios, belleza o catering (…) serían más baratos y mejores que un curso de literatura inglesa impartido deprisa y corriendo”.

Respecto a la exigencia de reclutar a alumnos de sectores sociales pobres, Walden comenta: “Bien argumentada, esta exigencia tiene su lógica: estudios realizados por el Sutton Trust revelan que cuando a los alumnos pobres y brillantes se les enseña bien pueden hacerlo mejor que los alumnos de colegios privados”.

“El peligro está en que se aplique este principio de forma dogmática y politizada como una herramienta para castigar a los colegios independientes o para maquillar las estadísticas sobre admisiones, dejando fuera de nuestras mejores universidades a nuestros mejores alumnos”.

Estudiantes que se van

Algunas universidades estadounidenses también han recurrido a subir las matrículas para cubrir los costes en tiempos de crisis. El caso más polémico se ha dado en California, donde el gobernador Arnold Schwarzenegger declaró en agosto el “estado fiscal de emergencia”.

El pasado 19 de noviembre, el consejo rector de la Universidad de California (UC), estatal, decidió aumentar el precio de las matrículas un 32% para el próximo curso. La medida ha provocado una ola de protestas en los diversos campus, con enfrentamientos entre policía y alumnos.

Mark Yudof, presidente de la UC, explicó que la subida de las matrículas contribuirá a sanear la deuda que la institución arrastra desde hace años (sólo este curso, acumuló un déficit de 535 millones de dólares). Lo que no dijo es que la nueva medida provocará que cientos de estudiantes dejen los estudios por falta de dinero.

Es cierto que la UC ha puesto en marcha el programa Blue and Gold para ayudar a los alumnos que provengan de familias con ingresos inferiores a 70.000 dólares anuales. El problema es que algunos de los estudiantes más desfavorecidos son inmigrantes ilegales -principalmente, hispanos- y no pueden acogerse al plan.

Es el caso de los más de 500 indocumentados que estudian en Berkeley, uno de los campus de la UC. Que los sin papeles se matriculen en una universidad pública está permitido en algunos estados como California y Texas, donde la población inmigrante es tan grande que nadie se atreve a negar el acceso a la enseñanza superior de los residentes ilegales.

Para muchos inmigrantes, la única posibilidad de seguir en la universidad el próximo curso es que les permitan acogerse al plan Blue and Gold. Pero para eso es necesario aprobar antes la Dream Act, un proyecto de ley que otorgaría residencia temporal a los indocumentados que desean continuar sus estudios. Actualmente, esta iniciativa -que cuenta con el beneplácito de Obama- está estancada en la Cámara de Representantes.

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