Colegios para chicos, sin la presión de ser «machos»

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Un reportaje de Jennifer Wolcott en The Christian Science Monitor (25 mayo 2004) refleja el auge de las escuelas masculinas en Estados Unidos.

La periodista recuerda que en los últimos años han ido empeorando los resultados académicos de los chicos norteamericanos. Ha subido la proporción de alumnos varones que repiten curso, necesitan educación especial o sufren trastornos psicológicos (hiperactividad, déficit de atención). En cambio, las chicas presentan menos problemas y obtienen mejores calificaciones.

«Algunos piensan -comenta Wolcott- que esta situación es el resultado de la implantación en las escuelas de un ideal femenino: alumnos sentados en filas bien ordenadas, escuchando las lecciones en silencio y tomando pulcros apuntes. Muchas chicas, dicen los expertos, destacan en tales tareas, pero a los chicos no les van bien porque tienen otra forma de aprender».

«Antes se pensaba que los colegios no mixtos eran buenos para las chicas y malos para los chicos. Hoy se percibe un cambio de opinión. Ahora que se pueden adaptar las clases, los planes de estudio y el ambiente escolar a las necesidades masculinas, crece el interés por los colegios solo para chicos, en los que se ve una alternativa viable y un posible remedio para el tan comentado fracaso escolar masculino».

Wolcott cuenta lo que ha podido ver en algunas escuelas masculinas. Los chicos se distraen menos y se sienten más relajados y seguros. Por ejemplo, no tienen miedo a hacer «preguntas estúpidas» y se atreven a bromear con los profesores, cosas que no harían si hubiera chicas presentes. Pero quizá lo más destacable es que los chicos se liberan de los estereotipos masculinos y de la presión ambiental que les incita a mostrarse como «machos». «En los colegios para chicos, dicen sus defensores, los alumnos aprenden que hay muchas maneras de ser chico». Como explica un profesor de Belmont Hill, una escuela masculina de Massachusetts, allí un muchacho no es considerado menos hombre si se apunta al coro en vez de al equipo de atletismo. Son elocuentes también las palabras de un alumno de Belmont: «Me he metido en el grupo de teatro. Si estuviera en un colegio mixto, me lo habría pensado dos veces».

Lo mismo ocurre en Roxbury Latin, una escuela masculina de Boston. El profesor de arte considera una suerte poder ayudar a los chicos a darse cuenta de que pueden disfrutar haciendo trabajos con telas, arcilla, pluma o tinta. «En el colegio mixto donde trabajaba antes, las chicas eran las mejores en arte. Pero aquí los chicos no están acomplejados. En Roxbury hay muchos chicos que son buenos deportistas y sobresalen también en arte».

En general, los profesores consultados por Wescott destacan que la enseñanza diferenciada responde mejor al hecho de que chicos y chicas no se desarrollan a la misma velocidad. Según el director de Collegiate School (Nueva York), «en una escuela para ellos, los chicos tienen tiempo de crecer a su propio paso, mientras que en una mixta, todo viene determinado por el ritmo, más precoz y rápido, de las chicas». Otro profesor de Roxbury Latin señala, por su parte, la importancia de tener en cuenta la emotividad propia de los muchachos: «El profesor tiene que hacer ver a los chicos que los aprecia, y entonces ellos responderán bien. Los chicos no aprenden asignaturas: aprenden de los profesores».

Con todo, anota Wolcott, «por supuesto hay quienes no están a favor de las escuelas masculinas. Algunos creen que meten a los chicos en un ambiente antinatural donde no aprenderán a tratar a las chicas con normalidad». El director de Belmont reconoce que está «un poco nervioso» porque no sabe cómo se adaptarán sus alumnos a las clases mixtas cuando entren en la universidad.

«Pero la mayoría de los chicos con los que he hablado -señala Wescott- descartan que vayan a tener problemas. Otros se ríen y dicen que es un mito la creencia de que una escuela masculina es una especie de monasterio». Fuera del colegio abundan las chicas, señalan, de modo que a ellos no les faltan ocasiones de tratarlas.

Para concluir, Wescott cita la opinión del psicólogo Michael Thompson, autor de libros y miembro del equipo de orientadores de Belmont Hill, que confiesa su satisfacción por el renacer de las escuelas masculinas. «No digo que sean la panacea ni que se debe volver a la enseñanza diferenciada para todos. Pero en los colegios para chicos, estudiar es cosa de hombres, y en los mixtos se corre el riesgo de que estudiar sea solo cosa de chicas. Las escuelas masculinas son lugares donde se trabaja mucho, sin ser demasiado serios. El buen humor y la confianza abundan, y no hay actitudes machistas».

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