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«The New York Times» y la información sobre Irak

publicado
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El pasado 26 de mayo, los editores del diario The New York Times ofrecieronn explicaciones sobre la actuación del periódico en relación con Irak. Señala el artículo que ha llegado el momento de examinar el modus operandi del periódico en sus informaciones sobre Irak, usando criterios y actitudes similares a los que han venido empleando para valorar las decisiones del gobierno norteamericano, y especialmente los fallos de los servicios de inteligencia de EE.UU. y de sus aliados en el tema del armamento iraquí y las posibles conexiones del régimen de Saddam Hussein con el terrorismo internacional.

Después de revisar cientos de artículos, los editores afirman que entre las noticias que se ocuparon del preludio y de los primeros compases de la ocupación de Irak hay muchas que son fruto de un ejercicio riguroso del periodismo del que se sienten orgullosos, teniendo en cuenta la escasez de la información proporcionada por los servicios de inteligencia. Cuando esos artículos -señalan los editores- incluían información incompleta o apuntaban en una dirección equivocada, el periódico ha vuelto sobre ellos con nuevas y más precisas informaciones.

Dicho esto, los editores manifiestan haber encontrado casos de cobertura informativa que no ha tenido el rigor deseable. En algunos casos se trata de información controvertida en su momento y que resulta cuestionable al día de hoy, o dejaba que desear en cuanto a su calidad o a su grado de fiabilidad. «Mirando hacia detrás hubiéramos deseado ser más enérgicos en la revisión de las réplicas, valoradas o no como nuevos datos sobre la cuestión».

Sobre los artículos problemáticos, de variados autores, los editores encuentran un elemento común, que es la dependencia, al menos en parte, de información procedente de iraquíes contrarios al régimen de Sadam, desertores u opositores exiliados, gente cuya credibilidad está siendo muy cuestionada en el debate público de las últimas semanas. En este sentido, los editores se refieren en concreto al caso de Ahmed Chalabi, el más destacado opositor de Sadam, que fue nombrado como fuente ocasional del Times desde 1991, hasta el cese de su colaboración pagada con el periódico, una semana antes de la aparición de la carta abierta de los editores. Chalabi se convirtió en el favorito de los analistas y de la Administración Bush, una fuente pagada de información procedente del exilio iraquí. Los editores señalan que las autoridades norteamericanas reconocen que cayeron en la desinformación por prestar oídos a estas fuentes de exiliados iraquíes, y al igual que ellas muchos medios de comunicación, y en particular, el Times.

Los editores dicen que muchos de los que se han mostrado críticos con la cobertura del Times sobre Irak han señalado a reporteros concretos como responsables, pero después de examinar la cuestión ellos creen que el problema es más complejo. «Los editores de distintos niveles que debían haber estimulado a los reporteros y haberles infudido una actitud de escepticismo quizás estaban demasiado empeñados en publicar noticias bomba». Pesaba más el vigoroso empeño de los opositores iraquíes por remover a Saddam que los errores en sus informaciones y juicios. Se tendió a conceder un espacio destacado a los artículos basados en la denuncia de atrocidades, mientras los artículos de análisis sobre esas cuestiones eran frecuentemente aburridos. En algunos casos, no se hizo ese análisis.

Después de aportar ejemplos de errores cometidos por el periódico por conceder crédito a informaciones procedentes de opositores iraquíes, los editores reconocen que el Times no actuó con la debida cautela para verificar la fiabilidad de las fuentes: por ejemplo, un científico iraquí que decía haber trabajado en un programa de armas químicas, durante más de diez años, y que declaró que ese material se había destruido poco antes del comienzo de la guerra. Ese declarante -en el último artículo del serial declaraba ser un militar adscrito a los servicios de inteligencia- también confió al Times que Irak había enviado a Siria armas no convencionales y que había colaborado con Al Qaeda.

Los editores terminan diciendo que consideran cerrado el asunto de las armas de Irak y también el de la estrategia de la desinformación, y manifiestan su intención de seguir investigando concienzudamente para esclarecer la verdad.

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