Rigoberta Bandini: Una guía emocional para entender a la mujer “millennial”

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Rigoberta Bandini: Una guía emocional para entender a la mujer millennial
Portada del nuevo álbum de Rigoberta Bandini (2025)

El próximo 31 de mayo, Rigoberta Bandini iniciará una gira de dos meses largos por España con motivo de su nuevo disco, que supone su vuelta después de dos años de pausa. Es un buen momento para analizar la música de una artista que, como pocas, refleja en sus letras todas las neuras, las filias y fobias de las –y un poco los– millennials.

Puede ser tu novia, tu mujer, tu amiga, tu compañera de trabajo, tu jefa o tu hermana. Ha nacido aproximadamente entre 1981 y 1996. Y si tú has nacido después o, sobre todo, si has nacido antes, puedes estar algo perdido con los rasgos que definen a las mujeres millennials. Y quizás, también, a los hombres.

Rigoberta Bandini se llama, en realidad, Paula Ribó. Nació en Barcelona en 1990. En el año 2020 una de sus primeras canciones, In Spain We Call It Soledad, se hizo viral en Spotify, pero la fama le llegó cuando, en 2022, quedó segunda en el Benidorm Fest y estuvo a punto de representar a España en Eurovisión con un tema pelín transgresor: Ay mamá. Una especie de canción protesta feminista que reivindicaba la maternidad.

Musicalmente, Bandini se inscribe en el pop, aunque con muchas mezclas y referencias. Ella confiesa que tira mucho de la canción española que escuchaba con sus padres: desde Julio Iglesias a Mecano, de Massiel a Rocío Jurado. También cita con frecuencia su apego a la música de Abba, Queen o Nina Simone. Ha versionado temas de Mocedades… y de Fofó y los payasos de la tele. En definitiva, eclecticismo en estado puro.

Esta fusión musical es el envoltorio de unas letras muy personales y absolutamente generacionales. Hace unas semanas lanzó Jesucrista superstar, su primer álbum propiamente dicho, porque, hasta ahora, siempre había lanzado singles, que luego agrupó en el disco titulado La emperatriz.

En el caso de Jesucrista superstar, el proceso de composición ha sido distinto. Es un doble álbum con 22 canciones. Bandini ha explicado en algunas entrevistas el origen del título y ha descartado todo tipo de provocación religiosa. La cantante grabó las canciones con 33 años y publicaba el disco después de desaparecer de los escenarios durante casi dos. La fama le había superado y decidió frenar para dedicar más tiempo a su hijo y recolocarse interiormente. Este disco supone, en cierto modo, una resurrección. Por último, el título alude al planteamiento del álbum y el tono que pretende dar a la gira: todo está diseñado como si fuera un musical.

El último disco de Rigoberta Bandini es un ejemplo de manual de lo que significa la posmodernidad, con su individualismo, su subjetivismo, su reivindicación de los sentimientos

La reflexión de Bandini estos años de barbecho se percibe en las letras. El álbum habla del miedo a hacerse mayor, de la clásica inseguridad femenina, de la necesidad de valoración externa, de la maternidad, de la búsqueda de sentido, de las mujeres (y los hombres) objetos. Y también –y ahí el disco conecta también con los centennials– de las redes sociales, la crisis de salud mental o el boom de las “chicas tristes”.

Yo me miro: Posmodernidad en vena

Pero antes que espejo de milenarismo o centenialismo, el último disco de Bandini es un ejemplo de manual de lo que significa la posmodernidad: con su individualismo y subjetivismo, su reivindicación de los sentimientos y experiencias frente a la lógica, su relativismo y apuesta por los microrrelatos, su fragmentación y reivindicación del juego, su religiosidad naif, su desconfianza hacia el futuro e incluso su tinte de nostalgia.

En este sentido, no es extraño que la mayoría de las canciones estén escritas en primera persona y que el tema estrella sea el análisis que la autora hace sobre su mundo interior, sus sentimientos, expectativas, miedos, frustraciones y deseos. El hombre y la mujer posmoderna se miran mucho y se psicoanalizan más. Y lo hacen, además, sin contar con referentes sólidos donde contrastar la imagen que el espejo les devuelve. El solipsismo del hombre posmoderno es un caldo de cultivo para que germinen o se alimenten los pequeños y grandes problemas de la psique. Y, por eso, el hombre y la mujer posmoderna es un ser abonado a la terapia.

Lo positivo del álbum es que, siendo tan radicalmente posmoderno, la autora en ocasiones mantiene una postura crítica que le permite reírse del supuesto progreso que trae la posmodernidad.

Rigoberta Bandini en la gala de los Premios Goya 2025
Rigoberta Bandini canta durante la gala de los Premios Goya 2025, en Granada, el 8 de febrero (foto: Álex Cámara / Europa Press).

Protagonista, la terapia

Una de las grandes protagonistas del disco es la terapia y la frágil salud mental que sufrimos. En Aprenderás, Bandini pone letra a los vaivenes emocionales y a la montaña rusa de sentimientos que, a veces, pueden hacer que una vida descarrile. Es una canción planteada como terapia que defiende la necesidad de aprender a “convivir con las partes menos bellas que hay en ti” y que explica que “se puede conducir con los airbags activados y todo el coche magullado” y, al final, salir. Siempre que uno sepa reírse un poco de sí mismo… Hay que contar con el tiempo y desdramatizar. El brillante final de esta canción, con guiño a la music sessions 53 de Shakira con Bizarrap (“Tú confía en que algún día monetizarás tu herida. Y aunque aún duela pues al menos cobrarás”), va en esta línea.

Igual que Amore, amore, amore, una especie de ranchera italianizada –una mezcla imposible entre Rocio Dúrcal y Raffaella Carrà– en la que Bandini defiende el escapismo como terapia y critica el excesivo afán de conseguir la felicidad o la apariencia de felicidad a toda costa (“Amore, relájale con estas ansias, nadie se merece que te esfuerces tanto para ser feliz”). Hablando de esta canción, Bandini ha explicado que no está en contra de la terapia y que, de hecho, ella la practica; pero sí del exceso de introspección y autoanálisis. A veces, como dice la canción, una fiesta puede curar más que una terapia.

Las chavalas tristes

Hay muchísima introspección en el disco. Un continuo diseccionar los sentimientos… y una cierta normalización de la tristeza. A falta de una, hay dos canciones que exploran esta tendencia –más centennial que millennial como explicaba Elena Escobar en su artículo sobre el rincón rosado de internet– a diseccionar y, en cierto modo, idealizar la tristeza. Canciones alegres para los días tristes es el diálogo interior de quien se deja llevar por esa tristeza indeterminada, que no viene de una tragedia, y ni siquiera de un drama, sino simplemente –otra vez– de un estado de ánimo, de una insatisfacción, de unas altas expectativas no cubiertas o de que “no conecto con mi alrededor” (es difícil cuando uno dedica tanto tiempo a analizar su interior). Es ese diálogo el que lleva a pensar que va “todo el bus llorando” o que “faltan guarderías para tanto llanto”. Como esta desazón no tiene una raíz muy profunda, se combate también con ligereza: “Haré canciones alegres para los días más tristes”, “me compro un iphone para estar mejor”, y con malos resultados: “Hoy vi Titanic y aún estoy peor”.

En CXT, el club de las chavalas tristes, sí hay un abordaje algo más serio de la tristeza. La canción habla de varios miedos: el miedo al fracaso, al paso del tiempo (tema que aborda más específicamente en Soy mayor) o a la decepción que produce idealizar el brillo y la emoción de las primeras veces.

Además de tristes, las chavalas de Bandini, están siempre distraidas y dispersas. Pendientes del móvil, de las redes, los espejos o sus vaivenes emocionales.

El síndrome del impostor y la desesperante y clásica inseguridad femenina

Muchas de las letras de Bandini reivindican el feminismo, la igualdad y la fortaleza de las mujeres… pero también son realistas al reflejar las inseguridades que sufren al verse obligadas –en parte por la sociedad y en parte por ellas mismas– a demostrar que son buenas profesionales y buenas madres y que son libres, independientes, fuertes y valientes, y que –como dice la canción-prólogo Star– pueden “con todo y con más”. Pues no…

Uno de los temas con más carga de retrato generacional femenino es Kaiman. La cantante reconoce –vanidad femenina– que le gusta ser mirada. “Como un cartel del Corte Inglés. Me gusta que te acerques a verme”. Pero enseguida entra en escena la inseguridad y la necesidad de valoración externa. Una quiebra de autoestima que llena las consultas de psicólogos y psiquiatras: “Dime si estoy guapa y si lo hago bien. Dime si te gusto o no me puedes ni ver. Dime si me amas, si está todo okay. Dime si soy alguien o si soy solo un fake”.

El miedo a crecer y al fracaso aparecen en algunos temas junto con la necesidad de desdramatizar y tomarse la vida con más humor

Como en otros temas, desdramatizar y acudir al humor son buenas recetas para salir del bucle. Bandini quiso interpretar este tema en el Benidorm Fest rodeada de mujeres mayores a las que parecía importarles bastante poco la valoración externa. Bandini reconocía después que le daba mucha seguridad acudir a mujeres de otras generaciones, curtidas por la vida y mucho menos atadas a la presión de las redes sociales y el afán de gustar o de sobresalir. La verdad es que la puesta en escena fue una absoluta genialidad.

Rigoberta Bandini actúa durante la gala final del Benidorm Fest 2025
Rigoberta Bandini actúa durante la gala final del Benidorm Fest 2025, el pasado 1 de febrero

El centro de gravedad y la importancia de la maternidad

Otra de las constantes del disco es la búsqueda de Bandini –y de toda una generación, o quizás dos, la Y y la Z– para encontrar algo que aglutine y que dé sentido a la vida. En plena posmodernidad, con la sospecha instalada frente a las instituciones o las religiones y con una vida mediatizada por las redes sociales, la cantante refleja bien una constante contemporánea. Por una parte, la necesidad de cambiar (de lugar, de país, de trabajo o incluso de pareja) y, por otra, el imperativo aún mayor de encontrar “un lugar donde quedarse”.

De esto habla una de las mejores canciones del disco, el homenaje a Franco Battiato: Busco un centro de gravedad. En este caso, la protagonista confiesa que se le ha parado el corazón porque no hay diversión, que busca y no encuentra la alegría, que parece siempre distraída, y que aunque ha conseguido todo lo que se ha propuesto (no hay millennial sin su toque voluntarista), no es capaz de calmar la ansiedad (las ganas de morder son más propias del centennial). Frente a esta vorágine, Bandini quiere encontrar “un centro de gravedad permanente, un lugar del que no me quiera bajar. Seguiré buscándolo toda mi vida. Como un náufrago que no llega nunca a su hogar”.

El álbum no lo dice expresamente, pero para Bandini, y para muchas mujeres, ese centro de gravedad es la maternidad y los lazos familiares. En el ser humano –y aquí da igual que sean hombres o mujeres–, el centro de gravedad no está en el interior de uno sino fuera. En las relaciones que establezca, en el amor o en la amistad. Rigoberta Bandini ha destacado en muchas entrevistas el peso que ha tenido en su vida ser madre. Lo reflejó en su primer disco en el tema Canciones de amor a ti y lo refleja en un tema bellísimo a pesar de su carácter inacabado: Mi niña, una canción que dedica a una supuesta hija adolescente en la que la autora sale de sí misma y de su autoexamen para mostrar el desvelo y el cariño a una hija que está también en un torbellino sentimental. Al final va a resultar que la terapia más eficaz no va a ser los chupitos ni las fiestas, sino la clásica y eficaz receta de salir de uno mismo y darse a los demás.

Bonus track: Las mujeres –y los hombres– objeto

Aunque no son temas con tanto interés generacional, es brillante el díptico que Bandini construye para denunciar la objetivación y sexualización de las mujeres… y quizás también de los hombres. Pamela Anderson es un homenaje a una mujer a la que muchos y muchas vieron sólo como un trozo de carne. Y es, al mismo tiempo, una crítica a valorar a las mujeres simplemente por su belleza física.

En la cara contraria, está un tema de letra soez –Todas tienen ganas de jaleo– pero que también funciona como crítica a esta hipersexualización y objetivización de los seres humanos. En el fondo, el tema recrea lo que puede haber detrás de discursos aparentemente transgresores que defienden que las mujeres deben adoptar patrones (falsamente) masculinos y que terminan exactamente en lo mismo: en relaciones tóxicas y deshumanizadas que convierten al otro, en este caso, al hombre, en un objeto. Es un tema muy procaz… pero que funciona como denuncia.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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