El egotismo de un exiliado insatisfecho

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Al otorgar a Juan Goytisolo el Premio Cervantes, el jurado ha querido resaltar “su capacidad indagatoria en el lenguaje”, “sus propuestas estilísticas complejas” y “su apuesta permanente por el diálogo intercultural”. Goytisolo ha recorrido una larga trayectoria literaria que comenzó en 1954 con su novela Juego de manos y que incluye también libros de viajes y de memorias, ensayos, poesía, estudios literarios, colaboraciones periodísticas, guiones televisivos…

(Actualizado el 9-12-2014)

Como escribe en su libro memorialístico En los reinos de taifa (1986), su principal obsesión ha sido “integrar la escritura en su vida y su vida en la escritura”. Las mejores novelas de Goytisolo, como Señas de identidad y Reivindicación del conde don Julián, contienen un novedoso y meritorio trabajo estilístico que las aleja de las técnicas del realismo social, aunque compartían sus mismos objetivos críticos y políticos de contundente rechazo a la España franquista.

Ha sido un apasionado defensor de la heterodoxia como valor absoluto tanto artístico como intelectual

Contra la cultura oficial

Cuesta separar en Goytisolo su faceta literaria de su actividad intelectual, que le ha convertido en uno de los escritores españoles de mayor resonancia internacional. Desde hace años, especialmente a partir de 1996, cuando fija su residencia en Marrakech (Marruecos), su actividad periodística e intelectual ha estado repleta de denuncias y polémicas. A pesar de vivir tantos años fuera de España (ya en 1956 se exilió en París), sigue de cerca la actualidad cultural y política española, que analiza en sus diferentes escritos, siempre desde una perspectiva crítica apasionada.

Su lejanía deliberada de la vida española le ha convertido en un emigrado que vive insatisfecho por el devenir de su país. Como un profeta apocalíptico, Goytisolo lleva muchos años clamando contra la cultura oficial española, de la que reniega con todas sus fuerzas; contra “la putrefacción de la vida literaria española” y “el triunfo del amiguismo pringoso y tribal”; y contra aquello que considera más característico y tradicional del pueblo español.

Su personal itinerario intelectual e ideológico lo traslada a sus escritos, en los que hay unas constantes, sobre todo a partir de su residencia en Marruecos, como son los sentimientos de su condición apátrida, el rechazo a la tradición española y a la moral cristiana, la denuncia de injusticias, su radical opción por la libertad sexual en todas sus manifestaciones y su defensa de la cultura árabe y oriental, de la que es todo un experto y que ha propagado de múltiples maneras (incluso es el guionista de la serie Alquibla, de Televisión Española). Por su peripecia vital, Goytisolo no es un escritor fácil de encasillar: “castellano en Cataluña, afrancesado en España y español en Francia, latino en Norteamérica, nesrani en Marruecos y moro en todas partes, no tardaría en volverme a consecuencia de mi nomadeo y viajes en ese raro espécimen de escritor no reivindicado por nadie, ajeno y reacio a agrupaciones y categorías”.

Su constante crítica ha alimentado en él un sentimiento de sentirse permanentemente perseguido y marginado, por muchos premios que haya recibido

Victimismo premiado

Su constante crítica ha alimentado en él un sentimiento de permanente perseguido, marginado, ninguneado, cuando la realidad demuestra lo contrario, y en los manuales de literatura y en los artículos periodísticos que han aparecido después de obtener el Premio Cervantes, por ejemplo, se le reconoce como una referencia imprescindible de la novela española, especialmente de la que se conoce como Generación del Medio Siglo. Pero, además, Goytisolo, a pesar de sus virulentas críticas a los premios literarios y a los reconocimientos oficiales, no es precisamente un escritor olvidado por el establishment político y cultural. Antes del Cervantes recibió –y cito solo unos pocos– los premios Europalia (1985), Prix Méditerranée (1994), Jorge Isaacs (1997), Octavio Paz de Literatura (2002), Juan Rulfo (2004), Premio Nacional de las Letras Españolas (2008), Premio Internacional de Literatura de Formentor (2012). A su vez, Goytisolo forma parte del Parlamento Internacional de Escritores y es el presidente del Jurado de la UNESCO.

Sobre los premios ha llegado a decir: “Cuando me dan un premio siempre sospecho de mí mismo” (o sea, que debe de estar pasándolo muy mal desde hace años). Goytisolo podría haber cerrado brillantemente su trayectoria de anti-España rechazando el Cervantes, como Sartre rechazó el Nobel. De hecho, en una entrevista en 2001 avisaba: “Estoy dispuesto a firmarlo ante notario: no pienso aceptar el premio Cervantes nunca” (ABC, 10-02-2001). Pero Goytisolo ha sido siempre un heterodoxo muy calculador y ahora ha preferido la gloria y los 125.000 euros.

La actitud de permanente enfado contra todo lo que le rodea ha acabado por volverse contra él y contra su literatura. Juan Marsé ha dicho que “es el único escritor que conozco al que le gusta sacarse en procesión a sí mismo; incluso cuando habla de otros escritores, no hace otra cosa que hablar de sí mismo”. Y Antonio Muñoz Molina lo ha calificado como “víctima profesional de todas las conspiraciones”.

Su lejanía de la vida española le ha convertido en un emigrado que vive insatisfecho por el devenir de su país

La heterodoxia como dogma

Un cansino victimismo inunda sus escritos. Parece enfadado por todo lo que no sean sus ideas y, también, porque la clase intelectual y los lectores no le hayan convertido en un líder y un maestro indiscutible; molesto, no acaba de entender que sus propuestas ideológicas y literarias no hayan sido asimiladas no solo por los españoles sino también por El Mundo.

El crítico Santos Sanz Villanueva, en su libro La novela española durante el franquismo, comentando esta lacrimógena actitud del escritor, dice que “no repara, sin embargo, Goytisolo en que una sociedad permisiva y libre no conceda mayor crédito a su literatura por razones distintas a una confabulación”. Al día siguiente de conseguir el Premio Cervantes, en una entrevista en el diario El País, en el que colabora desde hace años, decía que “sigue vigente el canon nacionalcatólico”, lo cual parece sugerir que este diario –el más importante en la España actual– es también un exponente de dicho canon. Quizá también por su exilio en Marruecos, Goytisolo sigue presentando como algo típico de la España actual rasgos que han quedado en franca minoría (como el nacionalcatolicismo, el ocultamiento de lo erótico o el patrioterismo).

Su crítica a lo que él considera valores ortodoxos le ha llevado durante toda su trayectoria intelectual a convertirse en un apasionado defensor de la heterodoxia como valor absoluto tanto artístico como intelectual, aunque no hay constancia de que esa misma defensa de la heterodoxia la aplique al mundo árabe. En literatura, lleva muchos años alabando a autores considerados heterodoxos que “el canon nacionalcatólico” habría marginado, como Juan Ruiz (el Arcipreste de Hita), Fernando de Rojas (el supuesto autor de la Celestina), Francisco Delicado (el autor de La lozana andaluza), José María Blanco White… Goytisolo se considera un heredero del espíritu crítico y patriótico de Larra. En la moral y la sexualidad, también quiere ser el distinto. En su caso concreto, a partir de los años sesenta, como explica en sus memorias, asume su homosexualidad cuando está casado con la escritora francesa Monica Langue.

En la misma entrevista del diario El País, decía lo siguiente: “Yo tengo fama de heterodoxo y nunca he buscado la heterodoxia sino ampliar la base del canon, es decir, incorporar lo que había sido dejado de lado por la fidelidad a un relato histórico que no se corresponde con la realidad”. En este sentido, destaca tres temas tabúes de la cultura española que él se ha propuesto reivindicar: el carácter mudéjar de la literatura española de sus tres primeros siglos (en la línea del historiador Américo Castro, Goytisolo destaca la influencia de lo árabe en la configuración de lo que es propio de España), la limpieza de sangre (que lleva al rechazo del extranjero y el distinto) y “el extrañamiento del tema erótico” (por culpa también de la religión católica).

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