Las grandes agencias de fotografía de prensa ven su futuro amenazado

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Amsterdam. Los fotógrafos de la agencia de imágenes Corbis-Sygma, de París, se han manifestado contra la política de Bill Gates, su nuevo patrón. El fundador de Microsoft adquirió Sygma en 1999 y ha despedido a 91 empleados, 42 de ellos reporteros gráficos. Lo mismo pretende hacer en Kipa y Temsport, también controladas por él. Su plan es abandonar la fotografía de actualidad como negocio principal de la agencia y convertirla en un banco de distribución de imágenes (cfr. servicio 131/99).

Al replegarse sobre la distribución de su banco de imágenes, Corbis puede hacer importantes economías en los costes de producción y las cargas sociales. Otras conocidas agencias francesas de fotografía de prensa (Gamma y Sipa, entre ellas) han pasado en los últimos años a manos de grandes grupos, tres sobre todo: los americanos Corbis y Getty, y Hachette Filipacchi. Ya antes de ser adquiridas estaban en situación financiera difícil; pero lo que ahora se plantea es si tendrá futuro el fotoperiodismo tal como ha funcionado hasta ahora.

Ana Cecilia Gonzales-Vigil, redactora de imagen de El Comercio (Lima), miembro del jurado que ha elegido en Amsterdam la World Press Photo del año, comenta la situación. «La concentración del mercado de la fotografía es enorme —señala—. Corbis y Getty se han extendido como un pulpo y controlan todo. La globalización afecta en sentido negativo a la fotografía. Estamos presenciando la desaparición programada, aunque mantengan su nombre, de prestigiosas agencias francesas a favor de agrupamientos mundiales, industriales y financieros. Antes, en Europa los fotorreporteros conseguían adelantos y una garantía de publicación, según la relación con el medio, claro. Ahora te lo tienes que pagar tú. De la primacía del fotógrafo se ha pasado a la del negocio».

Gonzales-Vigil tiene los ojos irritados, pues en cuatro días ha visto 50.000 instantáneas que pugnaban por el primer premio del certamen de fotoperiodismo más grande del mundo. «Ha sido un año importante para la fotografía de prensa: desde la Guerra del Golfo no había habido una noticia de tanto alcance. Pero no solo por el 11 de septiembre: es todo lo que ya venía pasando en el mundo árabe y las enormes consecuencias posteriores».

Sin embargo, ha llamado la atención del jurado la falta de calidad de las fotos de Afganistán, así como la ausencia de una que se haya convertido en un icono. «Es lógico, en cierta manera. Los reporteros no han podido fotografiar la guerra. Solo momentos concretos en los que les permiten tomar fotos a 80 profesionales desde el mismo lugar. Eso no favorece la calidad».

Uno de los cambios en la profesión es el vuelco hacia la fotografía digital, que ha supuesto en este concurso el 55% de los envíos. «Se fotografía sin papel, ya no hay película, ni revelado, ni laboratorio. La distribución es más rápida, si la comparamos con los tiempos en que el corresponsal iba al aeropuerto para que una azafata le llevase el rollo a la agencia. Indudablemente, se pueden usar las mismas imágenes en muchos medios a la vez, lo que acaba suprimiendo muchos puestos de trabajo». Y en cuanto a la gente, Gonzales-Vigil reconoce la tendencia del público a pedir más entretenimiento, cosas bonitas con un final feliz. «Es posible que cada vez menos reporteros se dediquen a la fotografía documental y de denuncia, y para poder vivir hagan lo que el público desea».

Los recientes despidos en Francia han movilizado al sector. «La compilación de un banco de imágenes, por muy bien construido que esté, no igualará nunca un trabajo de autor», afirmaba Henri Cartier-Bresson, uno de los fundadores de la agencia Magnum y gran autoridad en el ramo. Y en la galería «Victor Sfez», en el Quai des Grands-Augustins, también en París, hubo una exposición con el título «Fotorreporteros: profesión de alto riesgo», en la que los fotógrafos despedidos han podido exhibir algunos de sus trabajos.

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