Las gordas, reinas de belleza en África

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Contrapunto

Por lo que se ve, el modelo femenino occidental es de vía estrecha. Mejillas chupadas, vientres planos, cuerpos enjutos, piel de corsé. Menú vegetal de hoja larga, fruta la que quieras, ejercicio, desnatados, mucha agua y a la cama sin cenar. Talla 36, 38, poco más. Si no llegas, no importa, tenemos una clínica para esos centímetros «de nada». Señorita Quijada, señorita Quesada, señorita Quijana, pueden pasar. Modelos de reclamo, que es lo peor.

A veces la preocupación por la línea va a mayores y es cuando ser mujer se convierte en un factor de riesgo, de riesgo de anorexia. La filosofía que subyace en este fenómeno es la insatisfacción permanente: «Muéstrame una mujer que ame su cuerpo», decía la feminista Germaine Greer. De ahí que el cuerpo de muchas mujeres occidentales se haya convertido en un proyecto inacabado y, a veces, en el más importante.

Si se pone en una punta el modelo estético femenino occidental, el africano está en el cabo. Se podría pensar que es una suerte que el canon de belleza occidental no esté «globalizado». Al menos, la anorexia no existe en África. ¿El paraíso de la gente sin complejos? ¿Dejadez de las cosas de la línea? Por desgracia, el proyecto-cuerpo también se lleva por delante a las africanas, aunque de otra manera. Por grotesco que parezca (si lo otro no lo es), lo que se lleva en muchos países africanos es la línea corpulenta o la ausencia de líneas o las curvas opuestas. En resumen, cuanto más gorda, más chic.

«Quiero ganar peso. No quiero ser delgada», dicen las jovencitas de Níger (The New York Times, 12-II-2001). En muchos países del oeste de África la gordura es el ideal de belleza femenino. «Hangandi» es un concurso de belleza que celebra una etnia de Níger: ganan las mujeres de más peso. En Nigeria, las novias pasan unas semanas antes de casarse en «centros de engorde» para estar pletóricas el día de su boda.

Una vez más, el qué dirán. Si estás delgada, tus amigas pensarán que tu marido no te cuida o te ha abandonado. Si tu mujer está delgada, la gente pensará que no te preocupas por ella. Pero si tu mujer es corpulenta, pensarán que eres rico y cuidas de tu familia. ¿Y si no hay de qué? Hay atajos. Las mujeres de Níger toman esteroides, píldoras para abrir el apetito e incluso las vitaminas que se utilizan para engordar el ganado. Algunos de estos productos son perjudiciales para la salud (como no comer suficiente), pero se consiguen con facilidad en el mercado negro y son baratos.

Ousmane Batoure, médico de una clínica de Níger, afirma que muchas mujeres acuden desesperadas a la clínica para ganar peso. Les recomienda vitaminas, aunque sabe que no le harán caso -como ocurre en Occidente pero al revés- y seguirán tomando productos para el ganado.

Se ve que tampoco en África abundan las mujeres contentas con su cuerpo. Una afortunada mujer obesa comenta (con coquetería, supongo) que «ser gorda solo me da problemas; soy así desde que tenía once años; me duelen las rodillas y la cadera y llego a la noche agotada». Una de sus amigas le pregunta: «¿Quieres adelgazar?». Pero responde como un rayo que no.

El doctor Batoure sí parece tener algo de perspectiva. «El mundo es divertido -comenta-: en Occidente, sois ricos y tenéis de todo, pero las mujeres quieren estar tan delgadas como si no tuvieran nada. Aquí en África, las mujeres que compran esos productos no tienen nada, pero quieren ser gordas como si nadaran en la abundancia». Esteticismo puro en los dos casos.

Ignacio F. Zabala

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