La eclosión de expertos

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Robert J. Samuelson hace un comentario irónico en Newsweek (5-VI-95) sobre la marea de expertos que dan su opinión en los medios de comunicación.

Hay muchas cosas que escasean en América, pero no los expertos. Estamos inundados de expertos. (…) Si usted no es todavía experto oficial en algo, probablemente lo será pronto, y si no, podrá reclamar ayuda como minoría protegida o especie en peligro de extinción. En América, no todo el mundo puede llegar a ser presidente; pero casi cualquiera puede llegar a ser experto.

Desde hace tiempo sospechaba esto, pero no me di cuenta de lo cierto que era hasta que me tropecé con el «Anuario 1995 de Expertos, Autoridades y Oradores». El anuario atesora más de 900 páginas de expertos en cualquier tema desde «Adicciones/Aburrimiento» (The Boring Institute) a (…) «Cuestiones legales/ Hipnosis» (The American Council of Hypnotist Examiners), etc.

Y el anuario no hace más que arañar la superficie. James A. Smith, autor del libro The Idea Brokers: Think Tanks and the Rise of the New Policy Elite, estima que actualmente hay unas 1.200 instituciones dedicadas a analizar las cuestiones públicas. (…)

Por una parte, la oferta de expertos potenciales crece constantemente. (…) En 1991, las universidades otorgaron 2 millones de títulos, con 337.000 masters y 39.000 doctorados, incluyendo 430 doctorados en «asuntos públicos». Nunca antes tantos americanos habían tenido una opinión tan alta de su propia opinión.

Al mismo tiempo, ha habido una explosión de la demanda de expertos. (…) Nadie sabe el número exacto de magazines y tertulias radiofónicas, pero Carol Nashe, vicepresidente ejecutivo de la National Association of Radio Talk Shows (mencionada en la pág. 529 del Anuario), dice que puede haber unos 5.000, entre nacionales y locales. La mayoría necesitan «invitados», esto es, «expertos». Dígase lo mismo de las televisiones y de la prensa escrita.

(…) Y aquí tenemos la clave del secreto americano para producir expertos: creemos en el libre mercado. Prácticamente cualquiera puede llegar a ser un experto, porque nadie dice quién es experto o qué debe saber. Si usted puede convencer a la gente -sea quien sea- de su buena fe, usted triunfará. Desde luego, algunas credenciales pueden ayudar. Si tiene un doctorado en astronomía es más probable que sea invitado a la televisión si se descubre un nuevo planeta. Pero -¿quién sabe?-, quizá todo lo que necesita es tener un telescopio en el patio. En cualquier caso, usted es libre de tirarse un farol y de fanfarronear tanto como pueda.

El primer paso es aparecer en la lista del «Anuario de Expertos». Tiene un precio, pero es modesto. Para ser exactos, 375 dólares. Con esto se compra una «referencia en la lista», que da derecho a un sexto de página. (…) El proceso completo ha sido comercializado: usted se incluye en el anuario, que se envía gratuitamente a 14.000 direcciones, incluidos 1.400 diarios, 1.200 emisoras de radio y de televisión.

(…) Ante la eclosión de expertos han surgido algunas quejas de que el proceso se ha desbocado: que las viejas autoridades -serenas, bien informadas, razonadoras- están siendo desplazadas por bocazas y artistas del timo que se promocionan a sí mismos. (…) Pero la verdad más profunda es que la nueva tecnología ha trastornado los enclaves tradicionales de expertos, perturbando a aquellos que piensan que esto exige demasiado tiempo o le rebaja a uno. Lo que cuenta ahora es no sólo lo que uno sabe sino quién te escucha, y así aquellos que resisten las constantes llamadas a la charlatanería pública ven que su situación cambia y a menudo empeora. (…) En nuestra sociedad, destacarse de la multitud es una ambición inexorable. Aspirar a ser experto es sólo su última expresión.

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