La cultura y las artes bajo la crisis

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La actual crisis económica también se ha apoderado de las marquesinas de Broadway: en los últimos meses cuatro espectáculos (entre ellos el Young Frankenstein de Mel Brooks) han bajado de las tablas. Sorprende también la reducción del número de funciones durante las fiestas del diciembre pasado, pues lo normal es que estas fechas sean de llenos totales. Varios montajes que estaban todavía en proyecto se han abandonado. Y aunque es Nueva York el caso que más llama la atención, no es el único: el director del Teatro Goodman de Chicago, Roche Schulfer, afirma que las artes de esta última ciudad afrontan “los tiempos más difíciles en cuarenta o cincuenta años”.

Víctimas de los recortes

El teatro en los Estados Unidos, casi exclusivamente privado, acusa una caída de la taquilla especialmente sensible en lo que toca al dinero proveniente del turismo interior e internacional, y que para el caso de Broadway representa el 60% de las localidades vendidas.

Los museos norteamericanos, por su parte, viven en su gran mayoría de los abonados y de donaciones institucionales o de particulares. Según datos recogidos por Le Monde, en 2006 los americanos donaron 12.600 millones de dólares a instituciones culturales, alrededor de diez veces más que la totalidad del financiamiento público e institucional. En 2008 se asignaron, luego de muchas vacilaciones, 145 millones de dólares provenientes del Fisco a la agencia federal National Endowment for Arts.

En cuanto a las políticas para atraer la ayuda privada, el MoMA de Nueva York otorga la condición de “benefactor” a los donantes que aporten al menos 50.000 dólares al año; y en general la figuración en el “board” (junta directiva) de un museo prestigioso puede costar el desembolso de millones de dólares. El patrocinio de numerosas exposiciones corre por cuenta de sociedades privadas, que encuentran en este vínculo un interesante filón para sus estrategias publicitarias.

Pero lo que está ahora amenazado es el decisivo aporte que proviene del sector financiero: en 2007, Lehman Brothers donó 39 millones dólares a iniciativas como “Jackson Pollock Shows No Limit”, del Guggenheim, o la retrospectiva de Brice Marden en el MoMA. Qué ira a ser, en pleno proceso de reestructuración, de la política cultural de otras entidades como Merril Lynch o Bearn Stearns, es algo que aún no se sabe.

Por lo pronto el MoMA ha recortado en un 10% su presupuesto, mientras que el Brooklyn Museum ha anulado la muestra que pensaba dedicar al artista nigeriano Yinka Shonibare. El alcalde Nueva York, Michael Bloomberg, ha reducido en 2008 el gasto en bibliotecas e instituciones culturales en un 2,5%, y ha anunciado que en 2009 este recorte alcanzará el 5%.

Otro caso de gran resonancia en tiempos recientes ha sido el del muy reconocido Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, que ha operado deficitariamente en seis de los últimos ocho años. Mientras varios artistas, curadores y coleccionistas se han movilizado para pedir la destitución de su director, Jeremy Strick, el Fiscal General de California ha abierto una investigación para determinar si hubo manejos ilegales por parte del museo confiando la administración de fondos reservados a organizaciones sin ánimo de lucro.

¿Vender parte de los fondos?

Otros museos se están planteando vender algunas de sus obras para apuntalar su presupuesto, según informa el International Herald Tribune (4-01-09).

La propuesta de Carmine Branagan, directora del National Academy Museum de Nueva York, de vender por cerca de 15 millones de dólares un par de pinturas de la Escuela del Hudson pertenecientes a esa institución, ha recibido una acogida tan hostil por parte de los dos grupos a los que pertenece la Academia -la American Association of Museums y la Association of Art Museums Directors-, que ha terminado agravando la situación económica que pretendía paliar. Ambas asociaciones, indignadas por el quebrantamiento de lo que consideran uno de sus “más básicos e importantes principios”, han hecho un llamamiento a sus 190 miembros para que suspendan toda financiación y apoyo para exposiciones de la National Academy.

Siempre que se respeten los términos bajo los cuales se hizo la donación, la ley estadounidense permite a los museos enajenar obras de arte de sus colecciones permanentes. Por el contrario, en Europa muchos museos reciben financiamiento del Estado y están sometidos a la prohibición legal de desprenderse de sus piezas. A pesar de la mayor libertad americana, sin embargo, las asociaciones de museos se rigen por estrictos códigos de ética que descartan completamente las mermas patrimoniales.

No obstante, algunas opiniones se inclinan por sacrificar la inflexibilidad de ciertos principios al apremio de la coyuntura. “Si realmente se trata de una situación de vida o muerte, y si es cuestión de elegir entre vender un Rauschenberg y mantener abiertas las puertas del museo, creo que existe una justificación para disponer de la pintura”, alega Patty Gerstenblith, una profesora de la DePaul University en Chicago bien conocida por su tenaz empeño por la defensa del patrimonio.

Pero muchos directores insisten en señalar que los museos reciben donaciones desgravables de dinero o de obras destinadas a que las colecciones artísticas estén accesibles al público. Vender parte de los fondos del museo sería traicionar esa confianza.

En cambio, otras opiniones recogidas por el Herald Tribune avalan que los museos vendan obras, precisamente para que están más accesibles al público. “La mayoría de los grandes museos no pueden exhibir el 90% de las obras que poseen”, dice Michael O’Hare, profesor de política cultural de la Universidad de California, Berkeley. “¿Qué hay de malo en que vendan parte de esos fondos a museos más pequeños o incluso a coleccionistas privados, que es más probable que los exhiban?”.

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