Grosería inútil

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The Economist (22-VI-96) critica en un editorial la proliferación del lenguaje soez en el cine y la televisión.

Recuerden -si no les resulta insoportable- a los Sex Pistols. (…) Se puede afirmar que ese grupo musical llamó la atención sobre todo por su falta de escrúpulos para usar palabras soeces. (…) Hoy día, el lenguaje grosero rara vez impresiona al público. Y es una lástima.

Al menos en Gran Bretaña, el empleo de lenguaje soez en la televisión se ha convertido en algo común y en absoluto digno de mención. En la televisión de Estados Unidos, fuera de las cadenas nacionales, tales groserías son omnipresentes. (…) Los programas «realistas», con lenguaje realista, han proliferado mucho. Y Hollywood ha descubierto que el lenguaje soez da buenos resultados en taquilla. Hace poco, Martin Clunes, estrella británica de las comedias televisivas, comentó que dentro de diez años el temido j… estaría aceptado incluso en los programas para niños; muchos se mostraron de acuerdo con él. Al fin y al cabo, dijo Clunes, «es sólo una palabra».

¿Sólo una palabra? Nosotros nos oponemos, entiéndase bien, no a las palabrotas mismas. Después de todo, ¿qué mayor gusto puede haber que desahogarse soltando un taco… en las circunstancias oportunas? A veces, sólo se puede expresar bien una emoción con una buena palabrota. (…)

Pero el problema es otro. Palabras que antes se reservaban para momentos de emoción extrema, ahora caen de la boca a la menor ocasión. Algunas palabrotas son hoy tan usadas que, de hecho, se han convertido en signos de puntuación, una especie de sucedáneo de la coma, y así pierden su fuerza para impresionar al que las oye o aliviar al que las dice. A juzgar por el número de personajes de la típica película de Quentin Tarantino acusados de tener trato carnal con sus madres, perecería casi anormal no ser llamado así: ¿dónde está, entonces, el insulto? Para los Sex Pistols, proferir continuas groserías es una manifestación de libertad. Esa opinión está hoy muy extendida. Pero es falsa. Las palabras malsonantes funcionan bien cuando se las usa con parsimonia; su exhibición frecuente no libera, sino que devalúa un magnífico medio de expresión.

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