El revisionismo de Pío Moa

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Un éxito editorial frente a las interpretaciones establecidas sobre la Guerra Civil
Al margen del juicio que a cada uno merezca la producción de Pío Moa sobre la Segunda República y la Guerra Civil española, no cabe dudar de que este autor ha conseguido casi todo lo que se proponía. Sus libros, particularmente Los mitos de la Guerra Civil, han alcanzado una difusión extremada, mientras que sus tesis -una carga de profundidad lanzada contra la línea de flotación del discurso dominante sobre estas cuestiones- no han pasado precisamente inadvertidas entre los historiadores profesionales. ¿Son atribuibles a las páginas de Los mitos de la Guerra Civil esos rasgos que nos permiten identificar cualquier conjunto de textos sobre el pasado como un auténtico estudio de Historia?

Desde luego así sería, en opinión de algunos profesionales de la Historia. Aunque ciertamente no muy numerosos, sí resultan significativos, por trayectoria y por prestigio acumulado. Es el caso, por citar algunos de ellos, de Stanley G. Payne, el historiador norteamericano y profesor de la Universidad de Wisconsin, para quien la producción de Moa es una obra «crítica e innovadora», que «introduce un chorro de aire fresco en una zona vital de la historiografía contemporánea española anquilosada por angostas monografías formulistas, vetustos estereotipos y una corrección política dominante desde hace mucho tiempo.»

Otra firma de la historiografía contemporánea española, también de reconocido prestigio, José Manuel Cuenca Toribio, califica la obra del autor vigués, no ya sólo de renovadora, sino incluso de revolucionaria, siendo sus páginas manifestación de «sana crítica, información copiosa». Similares valoraciones han sido a su vez expuestas de manera pública y tajante por Carlos Seco Serrano, sin duda -como escribe con toda justicia el citado Payne- «uno de los más distinguidos y venerables contemporaneístas de la actual historiografía española.»

Intento desmitificador

Los tres testimonios que acabamos de citar merecen el suficiente crédito como para no tomar de entrada los trabajos de Moa a la ligera.

En realidad, haríamos muy mal en hacerlo. Pues las páginas de Moa resultan de no poco interés en lo que concierne a la detección de un problema complejo y dotado de múltiples implicaciones. Todo ello muy a pesar del vehemente tono empleado, que no es ciertamente el más acorde con la empresa de revisión historiográfica profunda con la cual el autor dice estar únicamente comprometido.

El problema que se detecta en Los mitos de la Guerra Civil está en relación con lo que Pío Moa considera interpretaciones mitificadas del pasado reciente español; mitos que con su amplia difusión han condicionado la manera habitual de valorar o percibir los acontecimientos en ese pasado; y que asimismo han ejercido -o bien, según Moa, siguen ejerciendo- un no desdeñable influjo entre los historiadores profesionales.

Ahora bien, el error sería también grande en el caso de creer que mediante su visión polémica y desmitificadora de la Segunda República, de la Guerra Civil o incluso del Franquismo, Pío Moa esté contribuyendo de manera decisiva a una mejor comprensión de la historia de España.

En su revisión polémica Pío Moa incurre en un grave error de perspectiva, consecuencia de su inclinación a tomar la parte por el todo. Una cosa es entrar en discusión con determinadas interpretaciones o estereotipos presentes -incluso, si se quiere, demasiado presentes en por lo menos parte de la historiografía contemporánea española- aportando pruebas documentales u otras evidencias que demuestren hasta qué extremo se trata de valoraciones arbitrarias, forzadas o simplemente infundadas; otra cosa muy distinta de la anterior es contribuir al conocimiento de cómo fueron en realidad las cosas.

El problema es que en demasiadas ocasiones, sobre todo cuando tratamos de la Historia, olvidamos que la demostración de la falsedad de algo no convierte necesariamente en verdad a lo contrario.

El problema del revisionismo

Este último es el problema del revisionismo, en la medida en que presupone que a la verdad se accede automáticamente a través de la deconstrucción sistemática de las interpretaciones establecidas. Demasiados supuestos, demasiadas presunciones…

La obra de Moa -al igual que la de tantos autores que hacen del revisionismo una profesión- puede ser de utilidad para avivar un debate. Sin embargo, dudosamente podemos otorgar a esta obra el carácter de un estudio de Historia. Lo que caracteriza a esta disciplina -que se dirige al esclarecimiento del pasado a través de un método y por medio de unas evidencias materiales- es un tipo de conocimiento argumentativo y demostrativo, esencialmente distinto del discurso polémico propio del revisionismo (un género, o más bien un subgénero, intelectual aparte).

Todo lo anterior no quiere decir que el «revisionismo» de Moa no suponga aportación de ninguna clase. Sin embargo, en el mejor de los casos se trata de una aportación considerablemente limitada a causa de un método insuficiente (una documentación escasa, poco novedosa -con notable ausencia de fuentes primarias-, y unas referencias bibliográficas fragmentarias, además de poco contrastadas). El precipitado final es una aportación, tan altamente condicionada por unos esquemas apriorísticos, que en conjunto resulta muy difícil llegar a considerarla como tal.

En este sentido cabría afirmar que Pío Moa se comporta como todo un revisionista de alta escuela. La cuestión es que de ello se derivan más inconvenientes que ventajas. Pues su labor de crítica termina siempre por estar hecha a la medida de todo una suerte de meta-relato sobre España, tan mítico y autojustificado como aquel otro que es su pretensión deconstruir.

Al final, la denuncia de Moa puede, tal vez, llegar a considerarse todo un desafío a la corrección política. Pero en el plano de la contribución a un mejor conocimiento del pasado español su aportación es escasa (apenas hay cosas que antes no hayan sido dichas). Además, gran parte de sus afirmaciones y argumentaciones son poco sostenibles, a la luz del extenso conocimiento que hoy tenemos sobre los temas que el autor aborda, precisamente gracias al avance de la historiografía contemporánea.

¿Quién sostiene esos mitos?

Pío Moa no es sólo crítico en exceso con la historiografía contemporánea. Además, a tenor de no pocas de las denuncias que lanza, no demuestra conocerla suficientemente. Así, Pío Moa critica la tesis de que la política izquierdista durante el periodo republicano fuera democrática y constitucionalista. Pero, hoy por hoy, a ningún profesional de la Historia mínimamente serio se le ocurriría afirmar sin más tal tesis. Después de tantos estudios, muy variados entre sí, sabemos que las posiciones adoptadas por las diversas organizaciones y personalidades de la izquierda republicana no fueron idénticas, además de que experimentaron evoluciones diversas a lo largo del período. Por otro lado a nadie -con un conocimiento mínimo sobre el tema- se le escapa a estas alturas que las nociones de república y de democracia no tenían el mismo significado para todos los hombres de la izquierda (una noción -esta última- en sí misma compleja). La misma complejidad de la relación existente entre izquierdismo y democracia -y de izquierdismo y constitucionalismo- hacer insostenible definir categóricamente a la izquierda por su carácter antidemocrático.

Algo parecido habría que decir en relación con las causas de la Guerra Civil. Que la guerra no sobrevino por un único factor; que ciertamente no cabe atribuir su estallido únicamente a una operación conspiradora urdida por elementos reaccionarios, son cuestiones largamente conocidas y admitidas. Ahora bien, lo anterior no quiere decir que no existieran grupos organizados dispuestos, desde el mismo comienzo del régimen, a poner un fin violento al experimento republicano; ni mucho menos aún se podría negar que el golpe decisivo lo constituyó la rebelión militar de julio. Ese hecho no sólo actuó de desencadenante de una Guerra Civil. También lo fue de la acción revolucionaria que venían preparando sectores de una izquierda crecientemente radicalizada. En fin, que al final la República fuese asimismo víctima de unos sectores de la izquierda crecientemente bolchevizada, no resta un ápice de importancia al efecto inmediato que produjo el alzamiento de julio, ni al factor desestabilizador que constantemente ejercieron las actitudes desafectas exhibidas por miembros del Ejército y de parte de la sociedad civil española de la época.

Azaña y Franco

En cuanto a la figura de Azaña, es ya de rigor referirse a las fuertes contradicciones de su personalidad y de sus actuaciones -como, de hecho, hace Moa-. Asimismo es un análisis completamente pertinente la explicación del radicalismo azañista -tan en clara contradicción con el respeto de la legalidad, así como de las formas parlamentarias y constitucionales- en función de sus propias convicciones políticas e ideológicas (lo que Moa califica de inteligencia jacobina). Sin embargo, en ese análisis que hace Moa de las actuaciones y concepciones de Azaña no hay nada esencial que no haya sido apuntado previamente por la historiografía. Tampoco podría calificarse como una aportación novedosa -o bien, deliberadamente ocultada por la historiografía dominante- el reconocimiento de los desafortunados efectos que para la estabilidad del régimen tuvo el militante jacobinismo democrático exhibido por Azaña.

Algo idéntico se podría decir del análisis reservado a quien el autor llega a calificar como la contrafigura de Azaña; esto es, Francisco Franco. Todo el análisis se centra en la refutación de los juicios negativos de los que ha sido objeto su figura en algunas obras y por algunos autores. Tampoco en este caso la documentación utilizada es ciertamente apabullante. También en este caso la aportación a una comprensión rigurosa del personaje es apenas digna de mención alguna.

Pío Moa no elabora un libro de Historia fundado en el análisis riguroso y completo de los hechos, construido a partir de las evidencias disponibles. Se propone derribar mitos por medio de un limitado conjunto de evidencias parciales, y al final -a falta de un estudio completo- no hace sino construir una serie de contramitos.

Una idea esencial de España

La lectura del doble epílogo que incluye el autor en la parte final de Los mitos de la Guerra Civil es sumamente elocuente de las razones que mueven a Moa a presentar un estudio tan limitado o parcial.

Pío Moa se nos presenta como lo que en realidad es: un autor revisionista a partir de una idea esencial de España basada en una concepción de la historia en clave contrarrevolucionaria; no muy alejada de autores como De Bonald o De Maistre, o bien del mismísimo Donoso Cortés (por citar a un representante español de esa corriente de pensamiento). Según afirma el autor, el marcado tono violento del país durante la edad contemporánea fue debido a «(…) la irrupción de partidos jacobinos, y después obreristas.» Estas dos fuerzas, sinónimo de la revolución, serían en última instancia las máximas responsables de todas las convulsiones de España. En una palabra, la fracturada trayectoria española del siglo XIX -y, sobre todo, de las primeras cuatro décadas del siglo XX- sería la consecuencia de la inoculación en el organismo nacional de una ideología revolucionaria; no -al menos de manera principal- de la existencia de unas condiciones externas favorecedoras del conflicto.

En realidad, bien mirado, la cuestión no consiste tanto en un pronunciarse sobre la mayor o menor incidencia que pudieron ejercer un determinado conjunto de variables objetivas o subjetivas en el desencadenamiento de la crisis contemporánea española. La cuestión reside en convertir -como hace Moa- a la revolución de «socialistas» y de «jacobinos» en todo un deus-ex-machina al cual recurrir de manera sistemática para explicar por qué en España las cosas no fueron de otra manera. Desde unos supuestos tan categóricos y necesarios, ciertamente resulta muy difícil escribir un libro de Historia.

Álvaro Ferrary__________________Álvaro Ferrary (aferrary@unav.es) es profesor de Historia en la Universidad de Navarra.Las tesis de Pío MoaEn una reseña publicada en Revista de Libros (julio-agosto 2003), Stanley Payne resumía así las tesis principales de Pío Moa:

«El corpus de la obra de Moa constituye un desafío a las interpretaciones habituales, y políticamente correctas, de esta época. Los ‘mitos’ que aborda incluyen, entre otros, temas como:

a) La noción de que la política izquierdista durante la República era intrínsecamente democrática y constitucionalista.

b) La idea de que la Guerra Civil fue el producto de una conspiración que venía de antiguo urdida por potentados reaccionarios y no una respuesta desesperada a un proceso revolucionario que había destruido en gran medida el gobierno constitucional.

c) La creencia de que antes del 18 de julio de 1936 Manuel Azaña había sido en la práctica más respetuoso con el proceso constitucional y legal de lo que lo había sido Franco.

d) La visión de Franco como un incompetente ciegamente afortunado y no como un líder competente que llevó a cabo una labor capaz militar, política y diplomáticamente para controlar una guerra civil en la que inicialmente se encontraba en una posición más débil.

e) La proyección de que la revolucionaria República de los años de la Guerra Civil fue de algún modo una pura continuación de la República democrática parlamentaria de 1933-1936.

Cada una de las tesis de Moa aparece defendida seriamente en términos de las pruebas disponibles y se basa en la investigación directa o, más habitualmente, en una cuidadosa relectura de las fuentes y la historiografía disponible.»

Otros historiadores no se reconocen en las críticas de Moa. Así, Hugh Thomas, autor de La Guerra Civil española, responde en una entrevista a propósito de las tesis de Moa:

«Lo que dijo Pío Moa sobre la revolución de 1934 es muy interesante y pienso que dijo la verdad. ¡Pero no fue muy original! Él me acusa en su libro, pero yo dije casi lo mismo: la revolución de 1934 inició la Guerra Civil, y fue culpa de la izquierda. Existe una conferencia dada por Indalecio Prieto en México diciendo exactamente eso, aceptando su culpabilidad» (El Cultural, 23-X-2003).

Bibliografía de Pío Moa

Primero publicó en Ediciones Encuentro una trilogía sobre la República y la Guerra civil: Los orígenes de la Guerra Civil española (1999); Los personajes de la República vistos por ellos mismos (2000); El derrumbe de la República y la Guerra Civil (2001).

Su libro más personal es De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-1978) (Encuentro, 2002) en el que narra su experiencia como miembro activo de un grupo revolucionario marxista-leninista que dio lugar al GRAPO, y que luego abandonaría por motivos ideológicos (cfr. servicio 168/02).

La obra que ha supuesto su consagración editorial es Los mitos de la Guerra Civil (La Esfera de los Libros, Madrid 2003, 640 págs., 26 €), de la que está a la venta la vigésimo cuarta reedición.

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