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El “reality” de la mina

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La preocupación por el bienestar de los 33 mineros chilenos ha hecho que en el intercambio de mensajes a través de sondas transciendan todo tipo de peticiones, desde cerveza bien fresca hasta biblias y estampas para rezar sus oraciones.

Interesados por el mayor número de detalles, algunos medios han indagado en las prioridades de los envíos y han preguntado sobre ello a los responsables políticos pendientes del rescate. El diario El País (29-08-2010) publicaba por ejemplo las declaraciones del ministro de Salud chileno, Jaime Mañalich, en las que afirmaba que algunos de los mineros estaban acostumbrados a ingerir alcohol en cantidades importantes. Por esta razón, el periódico centraba parte de su noticia en las adicciones de algunos de ellos a la bebida e incluso a la droga.

En su columna del diario Las últimas noticias, el poeta chileno Leonardo Sanhueza critica el poco respeto que muestran las autoridades y los medios de comunicación a la privacidad de los mineros atrapados. Para Sanhueza, “lo sorprendente de la noticia es que haya llegado a la prensa. Desde el punto de vista periodístico era interesante saber por qué aún no les habían enviado, como parecería lógico hacerlo, unos buenos galones de cerveza y unos cuantos cartones de cigarros a esos hombres, ¿pero era necesario ventilar aquellas adicciones?”.

Nadie parece haber pensado en ello y no es extraño, acostumbrados como estamos a tener vía libre a la intimidad de todas aquellas personas que participan en los más diversos realities televisivos. Pero no se debe olvidar que, si bien estos eligieron desvelarla voluntariamente ante audiencias millonarias, los mineros no escogieron quedarse atrapados, ni cobran por ello.

“Quizá -denunciaba Sanhueza- era suficiente cualquier eufemismo de los tantos que conocen los médicos para cuidar la privacidad de los pacientes. En la mina no hay más alcohólicos o drogadictos que en cualquier fábrica, ministerio o sala de redacción: lo que hay es gente con la intimidad desprotegida, cuyas fichas médicas y cartas privadas se han convertido de pronto en material de consulta sin la menor señal de prudencia”.

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