Cuatro siglos de arte en la Galería de las Colecciones Reales

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Cuatro siglos de arte en la Galería de las Colecciones Reales
Exterior de la Galería de las Colecciones Reales (Madrid)

Exterior de la Galería de las Colecciones Reales (fotos: Patrimonio Nacional)

La Constitución de la II República española fue la primera en incluir un artículo especialmente dedicado al patrimonio, a su defensa y su conservación por parte del Estado. Entonces se buscaba un lugar común para albergar las obras de Patrimonio Nacional, un proceso que se detuvo al llegar la Guerra Civil. Nadie volvió a retomar la idea hasta 1998, cuando se aprobó la construcción de un nuevo museo, recientemente abierto al público con el nombre de Galería de las Colecciones Reales.

El lugar: junto a la Cuesta de la Vega y el Campo del Moro, donde a finales del siglo IX se asentó una fortaleza musulmana, como puesto fronterizo que sería el germen de la actual ciudad de Madrid. La elección de este emplazamiento conllevó realizar excavaciones para no dañar ninguno de los restos arqueológicos y sacar a concurso un futuro edificio que tuviese en cuenta las ruinas, el medio y el contenido al que iría destinado.

Historia de un edificio

Fueron Emilio Tuñón Álvarez y Luis Moreno García-Mansilla (fallecido en 2012) los arquitectos que ganaron un concurso público con su proyecto en 2002. La construcción tardó 13 años en llevarse a cabo e intentó, según Tuñón, mantener cierta sintonía con el entorno y, sobre todo, ser útil en su cometido.

El edificio alarga la cornisa del arquitecto Giovanni Battista Sachetti (1690-1764) y parece apuntalar el lugar en el que se asienta también el Palacio Real. Sus pilares de hormigón recubiertos de granito blanco se asoman al desnivel en un alarde de verticalidad, en diálogo con los sillares horizontales del palacio.

Explica el arquitecto Tuñón: “El granito que se utilizó para el Palacio Real en el siglo XVIII ahora está protegido, así que hemos tenido que utilizar otro, aunque es bastante similar. También hemos querido ‘imitar’ esa fachada de columnas; nosotros, con arquitectura contemporánea”. El edificio, añade, “se ha proyectado como un gran muro de contención que se integra, formal y constructivamente, en el basamento del Palacio Real de Madrid”.

El Greco, “Adoración del nombre de Jesús” (1579)

La entrada se encuentra en la planta cero, pero las otras tres plantas no se han construido hacia arriba, sino hacia abajo. En total, 40.000 metros cuadrados, de los cuales 8.000 son de uso público y se reparten en tres salas expositivas (Austrias, Borbones y exposiciones temporales).

Tuñón afirma además que “casi tan importante como las plantas expositivas es el gran almacén con el que cuenta el edificio”: 20.000 metros cuadrados para guardar parte de lo que custodia Patrimonio Nacional. Está equipado con tecnología de vanguardia, un muelle para recibir las obras de arte y una sala polivalente destinada a trabajos de restauración y conservación preventiva.

El proyecto ha recibido diez premios internacionales de arquitectura, entre ellos, el del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (2016), el FAD de Arquitectura (2017) y el American Architecture Prize (AAP, 2017).

Como señala Leticia Ruiz, directora de las Colecciones Reales, “aquí se encuentran muchas de las grandes obras maestras de sus fondos: de Salomé con la cabeza del Bautista, de Caravaggio, al tapiz de El Jardín de las delicias, de El Bosco, o Adoración del nombre de Jesús, de El Greco. También objetos como un pianoforte vertical, de Francisco Flórez, o la corona de la Virgen de Atocha, de Narciso Soria. Y luego llegan los tapices, los libros, las porcelanas, los bordados, las fotografías, los abanicos o los bronces, que completan las dos salas principales”.

Sala de los Austrias

Se comienza el recorrido en la Sala de los Austrias con la visión espectacular de cuatro columnas salomónicas del siglo XVII, de madera policromada, procedentes de la iglesia del Real Hospital de la Virgen de Montserrat, y un tapiz belga de oro, plata, seda y lana de 1515, rodeados por dos piezas del tesoro de Guarrazar.

Nos recibe un retrato de Isabel la Católica, y el Políptico de Juan de Flandes, encargado por la reina para su devoción particular, de 1496-1504. Originalmente estaba compuesto por 47 tablas que relataban la vida de Jesús, de las que se conservan 15. Es la primera vez que se exponen juntas. En la vitrina, un casco o capacete cuya propiedad se atribuye a Fernando el Católico.

Se pueden admirar en esta sala los monumentales tapices y piezas de la Real Armería, que conviven con obras de El Bosco, Tiziano, El Greco, Ribera, Velázquez o Caravaggio. La entrada a esta planta guarda tras una vitrina, para contemplarlas con luz natural, las murallas del siglo IX y una de las puertas de acceso a la ciudad, descubiertas durante las obras de la Galería.

Galeria de las Colecciones Reales, Sala de los Austrias

Más adelante vemos la armadura de Carlos V en la batalla de Mühlberg, objeto mágico del pasado imperial español; la armadura de su hijo Felipe II, protagonista de la formación de una armada que quiso invadir las Islas Británicas; una pieza que lucía, treinta años antes, los escudos de sus dominios hispanos junto a los leones de Inglaterra, de la que era regente tras su matrimonio con María Tudor.

Hallamos además coches y retratos reales; joyas escultóricas como El arcángel San Miguel venciendo al demonio, de Luisa Roldán, conocida como La Roldana, o la barroca carroza negra de Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV. No se trata de un coche fúnebre, sino que responde a la moda de ebonizado de la época.

La sala de los Austrias cierra con el tenebrismo de la mencionada Salomé con la cabeza del Bautista, uno de los últimos cuadros de Caravaggio; y con un caballo blanco de Velázquez, una pintura en que no aparece el jinete. Se supone pintado para que incluyera un personaje sobre la silla, o que fuera un modelo para los retratos ecuestres.

Sala de los Borbones

En la sala de los Borbones se presenta otra casa dinástica, con otro gusto estético y preferencias arquitectónicas diferentes. Un espacio con abundante y exótico mobiliario, entre el que destacan las chinerías, las vajillas y los jarrones orientales, junto a instrumentos, armas, capillas portátiles y sillas de besamanos que muestran el cambio de gusto de la casa real de origen francés.

Galería de las Colecciones Reales, Sala de los Borbones

Nos reciben Felipe V e Isabel Farnesio pintados por Louis-Michel van Loo. “Fue Farnesio la que cambió el gusto de la época, al dejar atrás la austeridad de los Austrias”, explica Leticia Ruiz. “Aquí hay sedas, bordados, oro y brillantes. Hay más luz y mobiliario más lujoso. El recorrido termina con Isabel II, reina que diferenció los bienes reales del Patrimonio de la Corona, germen de lo que hoy es Patrimonio Nacional”.

Sobresale el espacio dedicado a Goya, con varios tapices y dos retratos de los reyes María Luisa de Parma y Carlos IV frente a un espectacular adorno de mesa. También captan la mirada y la cámara del visitante el inmenso coche de la Corona real de los últimos años de Fernando VII, y los primeros retratos fotográficos de Isabel II en 1860, un daguerrotipo de 1851 con una vista del Museo del Prado, y cartas de Unamuno y Puccini.

Interesante también la mirada a los objetos cotidianos, como instrumentos musicales, muebles y una preciosa maqueta de la Galería de las Colecciones Reales, en un espacio donde se exhiben obras de Mengs, Goya, Tiepolo, Paret o Maella.

Hay una pieza que es excepcional por su antigüedad: la berlina dorada, que data del tercio central del siglo XVIII y que se mantiene en muy buen estado de conservación. La museografía se cierra con Isabel II y la nacionalización de las colecciones reales.

El Cubo

En el Museo de Carruajes del Campo del Moro se conservaba la magnífica colección de Patrimonio Nacional. La idea era darle más visibilidad; por esa razón se decidió que la primera exposición temporal de la Galería de las Colecciones Reales se dedicara a los carruajes.

Antón Rafael Mengs, “Helios como personificación del Mediodía” (c. 1765)

El llamado “Cubo” ahora permanece ocupado por la muestra “En movimiento. Vehículos y carruajes de Patrimonio Nacional”. Dos obras marcan el inicio y el final de la exposición: la litera de reducido tamaño en la que viajó Carlos V durante sus últimos meses de vida, y un Mercedes todoterreno que Hitler regaló a Franco.

Tiziano, “Cristo crucificado” (1565)Al llegar a la planta -3, el visitante podrá entrar en un cubo inmersivo para disfrutar de una proyección audiovisual de 360 grados, en la que conocerá los diferentes espacios arquitectónicos y naturales de los Reales Sitios, y ya al final del recorrido escuchará sobre la función de Patrimonio Nacional, organismo responsable de la conservación y difusión de los Reales Sitios y de las Colecciones Reales.

Desde allí, tras visitar la exposición temporal, nos dirigimos a la salida al Campo del Moro, el lugar desde donde se obtiene una mejor perspectiva del edificio, o bien saldremos de nuevo por el piso de arriba.

Un proyecto peculiar

De un total de 650 piezas expuestas en la Sala de los Austrias y de los Borbones, 400 han sido restauradas antes de exponerse en esta nueva galería, y todo ello junto a documentos fundamentales, como el testamento de Felipe II, la primera crónica de la conquista de Indias, de Bernardino de Sahagún, bocetos y dibujos de grandes artistas de la corte…

Se trata de un momento muy importante en la museología española, porque se exhibe un proyecto peculiar que no es un museo con una colección adscrita, sino una institución para la que Patrimonio Nacional crea un espacio donde exponer unas colecciones relevantes a nivel nacional e internacional. Una apuesta que está contribuyendo a una evolución de lo que supone un museo y de cómo exponer sus fondos.

“La Galería es un proyecto de país –afirma Ana de la Cueva, presidenta del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional–. Llegar hasta aquí ha sido un trabajo muy intenso en el que han participado muchas administraciones, equipos y responsables. Y permite explicar qué es Patrimonio Nacional: la institución que gestiona el legado de la Corona, que hoy es de todos los españoles, con fines representativos, educativos, culturales y científicos”.

Joachim Patinir, “S. Cristóbal” (c. 1522)

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