Arrecia la disputa por el control de Internet

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Estados Unidos contra el resto del mundo: esos parecen ser los bandos en la disputa sobre el control de Internet, después de que la UE abandonara a los norteamericanos en las recientes conversaciones de Ginebra. Los demás quieren que Estados Unidos deje de tener la última palabra en la gestión de la red, y que la autoridad suprema pase a un organismo internacional en que estén representados los gobiernos. Tal solución conduciría, según los norteamericanos, a que la administración de Internet se burocratizase y politizase.

Pero ¿qué clase de control tiene Estados Unidos sobre la red? Para que un sitio sea accesible, ha de tener asignados una dirección numérica (v.gr. 62.22.50.77) y un nombre (v.gr. aceprensa.com). El catálogo de nombres y direcciones se publica por medio de unos servidores organizados de modo jerárquico. En el pináculo del sistema están los servidores raíz, que tienen -en un documento llamado «root zone file»- el directorio maestro: la lista de nombres y direcciones de los servidores de referencia para cada dominio de primer nivel (.com, .org, .uk, .es, etc.). Controlar el «root zone file» es como tener la llave de Internet. Y la llave está en manos del gobierno de Estados Unidos, que por un motivo histórico (antes mantenía con subvenciones la estructura técnica de Internet) se reserva el derecho de autorizar o denegar todo cambio en el «root zone file».

Ese es el poder al que los demás países quieren que renuncie formalmente en la próxima Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, cuya segunda fase se celebrará en Túnez el próximo mes de noviembre. Como dijo la delegación brasileña en la reunión preparatoria de la Cumbre (Ginebra, 19-30 de septiembre pasado), el gobierno de Internet adolece de «falta de legitimidad», pues «en el mundo digital, una nación decide por todos».

Pero el gobierno de Estados Unidos no está dispuesto a ceder. El sistema de nombres está administrado por la ICANN (Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números), entidad semiprivada constituida por contrato con el Departamento de Comercio de Estados Unidos, que la supervisa. Está previsto que el ICANN adquiera autonomía en septiembre de 2006, pero el gobierno norteamericano ya advirtió mediante una declaración oficial publicada en julio pasado que aun después de esa fecha seguirá manteniendo el poder de autorizar cambios en el «root zone file». Con ello pretende, decía, «preservar la seguridad y la estabilidad» de la base técnica que permite el funcionamiento de la red. O sea, no quiere que decida un organismo multilateral en el que estén representados gobiernos poco amigos de Estados Unidos o de la libertad de expresión.

En un aparente intento de hallar una vía media, la UE terció en Ginebra con una propuesta que contemplaba la posibilidad de traspasar a la ONU el control de Internet. Se trataría de formar un nuevo organismo multilateral que definiera los criterios básicos para la asignación de nombres y la resolución de disputas, sin entrar en cuestiones técnicas y sin sustituir a ninguna de las instituciones existentes, como la ICANN.

El caso es que los norteamericanos no vieron ahí ninguna vía media, sino que la UE se pasaba al enemigo, después de estar con ellos hasta entonces. Pues cualquier concesión al multilateralismo es lo que Estados Unidos rechaza de plano.

Pero no todos los miembros de la UE apoyan la idea presentada en Ginebra, y menos que cualquier otro, Gran Bretaña. Unos días después se manifestaba en contra de la propuesta europea el ex primer ministro sueco Carl Bildt en las páginas del «International Herald Tribune» (11-10-2005). Bildt recordaba que la supervisión de Estados Unidos nunca ha obstaculizado, más bien ha permitido la expansión de Internet. Si el sistema actual no es perfecto, añade, a su favor tiene que ha venido funcionado muy bien, y en todo caso «es mejor que dejar a los teócratas o déspotas del mundo poner las manos en los mandos». Si se da a tales regímenes la posibilidad de tener algún control, no se contentarán con un poco, y «el actual sistema mundial único de nombres puede acabar dividido en distintos sistemas, más o menos cerrados».

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