Una puerta abierta al abuso

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La escritora y doctora australiana Colleen McCullough, famosa por su novela El pájaro Espino (The Thornbirds), se ha declarado públicamente contra la legalización de la eutanasia. Su toma de postura, que pocos esperaban, ha obtenido amplio eco en su país. Nicolas Rothwell expone los argumentos de McCullough en The Australian (Sydney, 12-III-96).

La Dra. Colleen McCullough no había participado activamente en la campaña contra la eutanasia, pero alguien le pidió que escribiera un ensayo para un libro sobre la cuestión, y aceptó. Su experiencia en la investigación médica le ha dado la oportunidad de reflexionar sobre la pérdida de la vida, la naturaleza del dolor y la necesidad de una buena atención a los enfermos terminales.

Mientras escribía el ensayo para el libro reflexionó sobre el hecho de que una persona asuma la responsabilidad de terminar con la vida de otra. «Pensé que podía ser una buena idea en teoría; pero legalizarla sería un trágico error, porque las personas no somos ideales, e inevitablemente se cometerían abusos».

McCullough terminó escribiendo un artículo contra la eutanasia en el que la atacaba basándose en argumentos racionales más que religiosos.

Sobre la ley aprobada en el Territorio del Norte, que permite la eutanasia, comenta a Rothwell: Mi reacción [al conocer la noticia] fue: lo siento por los pobres aborígenes. Mi sentido común me dice que serán los menos afortunados y las clases más bajas quienes llevarán la peor parte».

La escritora dice que, si no se puede hacer una ley contra la maldad humana, no se debe regular jurídicamente algo que facilite que se manifieste ese lado malo. «Deberíamos considerar la eutanasia desde el punto de vista de lo que es bueno para el conjunto de la sociedad, no en función del individuo, y teniendo en cuenta el largo plazo, no lo inmediato.»

«A lo que se opone por encima de todo -dice el periodista-, es a que el paciente abandone en otras manos la responsabilidad de decidir sobre su vida, lo que supone que ‘se fuerza a otra persona a aplicar la inyección letal’. (…) Sostiene que matar seres humanos -aun por compasión- (…) ‘va contra el fundamento mismo de la civilización'».

Además, como escritora experta en las pasiones humanas, advierte: «No olvidemos el temible espectro del dios Mammón. Herencias…, problemas emocionales que pueden ser muy destructivos». Hay otros peligros: «Una de las cosas que me inquietan son esas previsiones sobre la población mayor de 60 años dentro de medio siglo, y sobre lo pequeña que será entonces la base de contribuyentes. ¿Quién sabe qué presiones económicas se harán sobre el gobierno?

«Sigo pensando que si alguien quiere morir, encontrará algún modo de conseguirlo. Estoy convencida de que cuando una persona pide a alguien que la mate, en realidad no quiere morir. En el hospital se ve en la gente heroísmo, voluntad de vivir. Las personas son muy fuertes. Aunque les pusieras la jeringuilla letal en sus manos, no se suicidarían».

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