¿Un niño muerto o un residuo hospitalario?

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Desde 1974 vige en Suecia una de las leyes de aborto más permisivas del mundo (aborto libre en las primeras 18 semanas). Durante más de dos decenios, el aborto ha sido un tema tabú, tanto en la discusión política como en el debate público. Pero desde hace algunos años están apareciendo voces «disonantes», que señalan la incongruencia de esta actitud. Un reciente editorial de Svenska Dagbladet (15-IV-98), el segundo periódico matutino de más difusión en Suecia, razona con lucidez al respecto.

El punto de partida del comentario es que el hospital de Sundsvall ha decidido incinerar y enterrar las cenizas de los fetos abortados, también en el caso de abortos tempranos. Otros hospitales los tratan como residuos quirúrgicos, aduciendo que los fetos abortados no pueden considerarse seres humanos.

Sin embargo, con la utilización de la píldora abortiva RU 486 el feto es extraído entero, en vez de ser desfigurado. Por eso toma un hospital como el de Sundsvall la decisión de incinerar y enterrar los fetos abortados.

El periódico sueco se pregunta: «¿Hasta cuándo van a ser capaces los adultos de negar que el feto abortado es un niño, que lo que se hace al abortar un feto es matar a un ser humano?». La confusión acerca del aborto, aclara el periódico, es más evidente aún ante el contraste entre los medios que se emplean para salvar la vida de niños deseados que nacen enfermos o prematuros, y el modo de tratar a otros niños no deseados.

Según el diario sueco, la decisión del hospital de Sundsvall puede ser juzgada de dos maneras: «Se puede pensar que, puesto que la sociedad permite abortar, la incineración y entierro de los fetos abortados es una cuestión irrelevante, ya que, si se permite el aborto, lo que ocurra después carece de significado alguno. Esa decisión denotaría, por tanto, una actitud incongruente por parte de la sociedad, que, además, podría causar un complejo de culpabilidad en los padres que han abortado».

O bien puede considerarse que esa decisión «indica una evolución, o una posible evolución, en la cuestión del aborto, que es una de las cuestiones más difíciles de resolver y que, por eso mismo, pone al descubierto tan fácilmente la imperfección del ser humano. Privar a alguien de la vida está mal, privar de la vida a un niño pequeño es considerado por muchos como absolutamente reprobable. A pesar de todo, muchas mujeres abortan. Abortan independientemente de que la sociedad lo permita o no. Y la mayor parte de las que así actúan lo hacen porque se encuentran en una situación en la que, tomen la decisión que tomen, se ven incapaces de afrontar las consecuencias.»

«Las personas cometen errores. Pero en pocos casos se considera tan tabú señalar ese error como en la cuestión del aborto. Sólo hay una explicación razonable para esto. Aunque el aborto esté permitido legalmente, existe una convicción -en el fondo muy generalizada- de que abortar es algo censurable».

El diario sueco sostiene que esa convicción no se puede desdeñar, pues de lo contrario no se explicaría que el tema del aborto provoque tomas de posición tan antagónicas e irreconciliables.

«El progreso de la medicina -concluye el editorial- no implica sólo que podemos hacer cosas. Implica también que podemos comprender cosas. Cabe decir que, en cualquier caso, deberíamos haberlas comprendido. (…) La cuestión de los derechos del niño no nacido debe ser discutida».

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