Se estanca la lucha contra la malaria

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En los informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las causas de muerte en el mundo, ya no figuran el sida ni la malaria o paludismo entre las principales, aunque la tuberculosis sigue ocupando el décimo puesto. Pero siguen siendo de las diez enfermedades más mortíferas en los países de bajos ingresos: el sida, en el número 4, con algo más de 40 muertes por 100.000 habitantes; 6.ª y 7.ª son la malaria y la tuberculosis, a no mucha distancia.

 

Por un lado, crece el número de lugares donde se ha eliminado la malaria o existen avances sustanciales. Así, el número de países con menos de 100 casos autóctonos, un indicador significativo, aumentó de 15 en 2010 a 24 en 2016, y a 26 en 2017.

Es preciso avanzar más en África

Pero, por otro lado, la malaria sigue estando en primera línea en el continente africano, según el informe de la OMS hecho público la semana pasada. Se ha producido un estancamiento, con el “riesgo de dilapidar años de trabajo, inversiones y éxitos en la reducción del número de personas que sufren esta enfermedad», según advierte el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización. No se alcanzará el objetivo de reducir en un 40% las infecciones y los fallecimientos debidos a la malaria entre 2016 y 2020.

En más de la mitad de los países más afectados por la malaria, casi todos africanos, han disminuido los recursos empleados para prevenir la infección

En el mundo, se produjo en 2017 un ligero aumento del número de casos de malaria, con 219 millones de personas afectadas, dos millones más que en 2016. Pero es muy significativo que el 92% de los casos se den en África: 200 millones de víctimas. La cifra es notoriamente superior al 5% del Sudeste Asiático, y el 2% del Mediterráneo Oriental.

El 80% se concentra en 15 países del África subsahariana y en la India. En concreto, un 47% del número total aparece en cuatro países del continente: Nigeria (25%), la República Democrática del Congo (11%), Mozambique (5%) y Uganda (4%).

Se han reducido muy poco las muertes respecto de 2016: 435.000 en 2017, 16.000 menos que en 2016, mientras que en los años anteriores se había logrado una disminución del 25% con respecto a las 607.000 de 2010. Por desgracia, los niños menores de 5 años siguen siendo el grupo más vulnerable. En 2017, representaron el 61% de las muertes por malaria en el mundo. El 93% de las víctimas infantiles se registran en África, aunque también se ha dado allí casi todo el descenso (88%) de la mortalidad mundial desde 2010.

El informe de este año incluye una sección sobre la anemia relacionada con la malaria, una complicación que, si no se trata, puede causar la muerte, especialmente entre las poblaciones vulnerables, como mujeres embarazadas y niños menores de cinco años. Las encuestas de hogares de 16 países africanos entre 2015-2017 muestran que la prevalencia total de la anemia infantil fue del 61%, y del 79% entre los niños con malaria. Entre estos, los casos graves fueron el 8%, frente al 3% del total.

Inversiones económicas y nuevos enfoques

A la OMS le preocupa que no aumenten las inversiones –especialmente en África–, tanto de los gobiernos de los países que sufren la enfermedad, como de los que prestan ayuda. En 2017 se destinó un total de 3.100 millones de dólares, algo más que en 2016. Más de dos tercios (2.200 millones) fueron para África. Los Estados Unidos siguen siendo el mayor donante internacional (1.200 millones de dólares).

Pero en 24 de los 41 países más propensos a la malaria y que más dependen de ayuda externa, la media de financiación por persona en situación de riesgo disminuyó durante el período 2015-2017 en comparación con 2012-2014. En conjunto, para alcanzar las metas previstas para 2030, la financiación anual tendría que aumentar en al menos 6.600 millones por año hasta 2020.

En cuanto a la disponibilidad de productos antipalúdicos, la OMS estima que el 50% de la población en riesgo duerme con mosquiteros tratados con insecticida de larga duración, frente al 29% en 2010. Pero esos instrumentos, así como las fumigaciones y otras medidas, siguen siendo insuficientes. Y preocupa, como sucede con otras infecciones, que los parásitos adquieran resistencia a medicamentos e insecticidas.

En 2017 aumentó ligeramente el número de casos de malaria, hasta 219 millones, y el 92% se dieron en África

Por lo demás, han mejorado la calidad y la distribución de las pruebas de diagnóstico rápido, las terapias combinadas basadas en la artemisinina, así como los tratamientos preventivos para proteger a mujeres embarazadas. Parece esencial seguir avanzando en el número de niños con fiebre diagnosticados en el sector de la salud pública: alcanzó una mediana del 59% durante el período 2015-2017, frente al 33% de 2010-2012.

En fin, para impulsar la respuesta mundial contra la malaria, acaba de lanzarse en Mozambique un nuevo enfoque impulsado por este país: “De alta carga a alto impacto”. Se bas en cuatro pilares, de los que el primero es “dirigir la atención política nacional y mundial para reducir las muertes por malaria”. Los otros se centran en mejorar la información sobre la enfermedad, aplicar estrategias específicas para los países endémicos e impulsar la coordinación de los esfuerzos nacionales en cada uno.

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