Revistas científicas: mucha cantidad, menos calidad

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“Publicar o morir”: esta es la divisa que todo aspirante a científico ha oído alguna vez y a la que no ha tenido más remedio que someterse para consolidar su puesto u obtener alguna acreditación. Y algunas publicaciones científicas, las de menos escrúpulos, han hallado en el lema una sustanciosa fuente de recursos.

La ciencia es una empresa colaborativa y pública, de modo que los descubrimientos son tan relevantes al menos como su difusión. Y no solo porque contribuyen a dar fama al investigador, sino porque hace posible la crítica y discusión de los hallazgos, lo cual resulta determinante para el avance del saber. Ya sea para corroborar o -por seguir a Popper- falsar los nuevos datos, el debate entre expertos ha hecho posible acabar con enfermedades o explorar hasta lo insospechado el confín del cosmos.

Cambios en el modelo

La profesionalización de la actividad científica dejó atrás la labor desinteresada de asociaciones, reales academias y boletines, para hacerla depender del dinero, público y privado. Eso exigió disponer de criterios a fin de distribuir los fondos. Como ocurre hoy con la labor del profesor universitario, el prestigio, aunque de modo inconsciente, comenzó a medirse por la cantidad.

El año pasado vieron la luz, auspiciados por editoriales de referencia, 1,6 millones de artículos, lo que duplica con creces lo publicado en años anteriores

La fiebre por publicar y acaudalar logros académicos ha terminado transformando la última parte del proceso científico en una especie de negocio. Ha cambiado, además, la dinámica tradicional: ahora, en lugar de ser los lectores o las bibliotecas quienes pagan por acceder a una publicación, son los autores quienes asumen el coste, bien de su propio bolsillo o imputando dicho gasto a proyectos o ayudas. Las principales revistas científicas, que se concentran en cinco editoriales, han obtenido 1.000 millones de euros en los últimos cuatro años, según un trabajo publicado en Quantitative Science Studies.

Por eso, numerosas revistas ofrecen sus productos en abierto y de forma gratuita.

Millones de artículos

Según un estudio reciente publicado por la Universidad de Cornell, el número de artículos indexados en las dos bases de datos más empleadas (Scopus y Web of Science) se ha incrementado un 47% en los últimos seis años.

Hay otros datos que confirman que el volumen de publicaciones ha acabado descontrolándose; por ejemplo, el año pasado vieron la luz, auspiciados por editoriales de referencia, 1,6 millones de artículos, lo que duplica con creces lo publicado en años anteriores.

El interés de los científicos por progresar académicamente y el rendimiento económico que buscan las empresas editoras confluyen, y explican que no se haya tenido más remedio que poner en marcha estrategias insólitas para dar salida a la ingente cantidad de artículos que se escriben. Un recurso ha sido publicar números especiales, que en algunos casos llegan a superar, por irónico que parezca, a los ordinarios o periódicos.

Frontiers, una editorial suiza; Hindawai, con sede en Egipto, y, especialmente, MDPI, fundada en Suiza por un académico chino, son los principales conglomerados de revistas en los que las ediciones extraordinarias son “corrientes”. En Frontiers, el 69% de sus publicaciones aparece en ediciones especiales; en Hindawai, el 62%. En el caso de MDPI, la cifra alcanza el 88%. Este emporio empresarial cuenta con una marca especialmente polémica: se trata de International Journal of Environmental Research and Public Health, bajo cuyo marbete aparecieron el año pasado nada nada menos que 17.000 artículos.

Cambio en el modelo

Que las empresas dedicadas a la promoción de la ciencia sean compensadas o encuentren beneficios no tiene por qué ser malo. Pero sí que puede resultar perjudicial el círculo vicioso que ha creado una suerte de dinámica en la que la cantidad desplaza a la calidad. Si hace años, algunos expertos detectaban una mayor tendencia a estudios confirmatorios que demoran los nuevos descubrimientos, para muchos es hoy innegable que la necesidad de acumular artículos y artículos erosiona el rigor de las investigaciones.

Muchas revistas han acelerado los trámites previos a la publicación. De ese modo, incluso la famosa revisión por pares, que exige que los artículos sean evaluados anónimamente por otros científicos antes de su publicación, se hace en mucho menos tiempo, con lo que en lugar de servir para contrastar la calidad de los trabajos, se convierte en un mero trámite.

Según informa El País, Nature, una revista con prestigio, tarda de media 185 días en la revisión y tiene un índice de rechazo alto. En cambio, las publicaciones que están en el punto de mira, como las patrocinadas por MDPI, lo hacen solo en 37 días y aceptan el 60% de lo que reciben.

Perfiles productivistas

La inflación de estudios se refleja en currículos bastante extravagantes y perfiles académicos productivistas, que contrastan con la labor paciente que decide el buen hacer científico. Elsayed Tag Eldin, profesor de ingeniería en una universidad privada de El Cairo, es el autor de 418 artículos en lo que llevamos de año. José Manuel Lorenzo, jefe de investigación del Centro Tecnológico de la Carne, en Galicia, estampó su nombre en más de 176 artículos el año pasado.

Una investigación publicada hace unos años también en Nature confirmó que el número de investigadores prolíficos -que publican más de 72 artículos por año, una cifra extraordinaria- se multiplicó por 20 entre 2001 y 2014. Según los autores del estudio, existe un mercado de compraventa, pero no todo es ilícito.

En ciencias, los artículos son colectivos y entre los académicos se distribuyen el trabajo: unos hacen los estudios, otros redactan y finalmente hay revisores o traductores. En este sentido, hay, como se afirma Nature, una noción vaga de autoría.

En realidad, solo algunas publicaciones se ven salpicadas por una política editorial sospechosa. La mayoría sigue estándares altos de calidad y realiza una labor seria

Con todo, concluyen que estas prácticas reducen “la credibilidad de la ciencia”. Además de menguar el rigor, el interés por engordar el CV lleva a producir artículos superficiales o redundantes, sin apenas valor. Algunos datos confirman que han aumentado los casos de fraude (The Economist).

Apostar por la calidad

Son justamente los científicos los primeros perjudicados por estas prácticas. Esta es la razón por la que, en el propio interior de la ciencia, se han tomado decisiones con el objetivo de desterrar esta forma de proceder. En marzo, Web of Science tomó la decisión de expurgar su base de datos y eliminó de ella las revistas propiedad de MDPI por falta de rigor.

En realidad, solo algunas publicaciones se ven salpicadas por una política editorial sospechosa. La mayoría sigue estándares altos de calidad y realiza una labor seria, a pesar de lo caro que resulta mantenerlas. Son los centros académicos y las instituciones de investigación quienes mantienen suscripciones con ellas. Se calcula que el coste total en España es de unos 43 millones de euros, sin contar más que las editoriales de mayor prestigio.

Quienes firman el estudio de la Universidad de Cornell explican en sus conclusiones que son, como se ha indicado, los criterios de evaluación de la actividad investigadora los que han contribuido a extender esa presión por publicar. Por ello, reclaman un cambio.

Y, al parecer, las agencias encargadas de valorar la producción científica no son ajenas a esta inquietud, con lo que se están arbitrando medios para tener en cuenta no solo el número de artículos, sino si aportan algo significativo. En un borrador para modificar el proceso de concesión de sexenios, la agencia española, ANECA, establece que, además de indicar el número y el índice de impacto de los artículos, el investigador explique la contribución de cada aportación.

2 Comentarios

  1. Estimado Josemaría:
    Leí atentamente su artículo sobre las revistas científicas. Me interesa corroborar si todas las revistas del grupo MDPI han sido excluídas por Web of Science, o bien han sido algunas. ¿Me podría enviar un link de Clarivate para comprobarlo y comentarlo con otros investigadores?

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