Primeros resultados de la reforma sanitaria británica

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Ahora que en todas partes se buscan fórmulas para aumentar la eficiencia de la sanidad pública y contener el gasto, tiene interés conocer los resultados de la reforma británica, emprendida en 1990, de la que se ha publicado un primer balance oficial.

La clave de esta reforma es dar a los médicos de familia la posibilidad de administrar por sí mismos sus presupuestos para las atenciones que requieran sus pacientes y remitir a éstos a los especialistas u hospitales que ofrezcan mejores condiciones. Esto se ha traducido en un ahorro, sobre todo, en los medicamentos prescritos. Sin embargo, según el informe, los beneficios obtenidos son aún poco significativos y apenas compensan los elevados costes administrativos del sistema.

Por una parte, los médicos que han optado por administrar sus presupuestos están efectivamente estimulados a racionalizar el gasto. Prescriben más medicamentos genéricos, en vez de específicos caros que no necesariamente son más eficaces. Y emplean el dinero así ahorrado en mejorar la atención a los pacientes, por ejemplo ofreciendo servicios de fisioterapia o contratando personal auxiliar para sus consultas. Su poder de negociación con especialistas y hospitales ha hecho que se reduzca el tiempo medio de espera para ser operado, y no sólo para sus propios enfermos, sino para todos.

Pero el informe señala también que no se han producido otras mejoras esperadas. En la práctica, los médicos que controlan sus presupuestos pocas veces han aprovechado la posibilidad de pasar a otros proveedores de atenciones especializadas. Esto significa que los hospitales no tienen realmente necesidad de competir por los pacientes, de modo que un objetivo principal de la reforma -crear un mercado interno en la sanidad pública, separando el pago y la provisión de los servicios- está aún por llegar.

Según The Economist (25-V-96), para que la reforma diera sus frutos habría que aplicarla con más decisión. Para racionalizar realmente el gasto, afirma el semanario, habría que determinar el presupuesto de cada generalista estudiando las necesidades de sus pacientes, y no, como hasta ahora, en función de los costos de años anteriores. The Economist propone también penalizar a los médicos que se pasen del presupuesto.

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