La predicción del aumento de la malaria como consecuencia del calentamiento global se ha visto desmentida por nuevas mediciones. Ante una opinión pública más escéptica, los activistas del cambio climático se lanzan a la contraofensiva.

Cuanto más se estudian los posibles efectos del calentamiento global, menos claras aparecen las predicciones que auguraban cambios catastróficos. La última tiene que ver con la expansión de la malaria. Se venía diciendo que el aumento de la temperatura supondría la extensión de la enfermedad a nuevas zonas. Pero un estudio publicado en Nature (20-05-2010) por un equipo americano-británico no ha encontrado ninguna correlación entre la evolución de las temperaturas medias y la extensión del paludismo. Según el trabajo de estos científicos, a pesar de que a lo largo del siglo XX la temperatura se elevó 0,8º C, la extensión de la malaria se contrajo. “La repetida afirmación de que el aumento de las temperaturas medias ha provocado, a escala mundial, un aumento de la morbilidad y de la mortalidad de la malaria, está en contradicción con las tendencias mundiales a la baja tanto en su carácter endémico como en su extensión geográfica”, resumen los científicos que por primera vez han cuantificado el decrecimiento mundial de la malaria desde 1900. El director de estos trabajos, Pete Gething, de la Universidad de Oxford, declara: “Sabemos que el calentamiento puede aumentar la transmisibilidad del paludismo, pero los retrocesos importantes que hemos medido se han producido durante un siglo en el que las temperaturas han aumentado. Claramente, el cambio climático no lo explica todo”. Más decisivas que la subida de la temperatura han sido las medidas de prevención -como el uso de mosquiteras impregnadas de insecticida- y el acceso a los medicamentos. El retroceso de la malaria se observa en todas las regiones del mundo, excepto en algunas pequeñas zonas de África Oriental, América Central o China meridional. Una opinión pública más escéptica El caso de la malaria confirma que los expertos deben ser muy cautos al hablar de los posibles efectos del calentamiento global, pues los excesos anteriores han llevado a que la opinión pública se manifieste hoy más escéptica. Datos recopilados en International Herald Tribune (25-05-2010) muestran esta tendencia. Una encuesta publicada en Der Spiegel encontró que el porcentaje de alemanes que temen los efectos del cambio climático es actualmente del 42%, frente al 58% de tres años antes. En el Reino Unido, según un estudio de la BBC, el porcentaje de británicos que creen en un cambio climático producido por el hombre ha bajado al 26% frente al 41% del pasado noviembre. De hecho, el nuevo primer ministro David Cameron apenas ha hablado del tema en la pasada campaña electoral. En EE.UU., donde siempre ha habido menos sensibilidad por este tema, en una reciente encuesta del Pew Research Center que preguntaba por las prioridades que debería afrontar el gobierno, el cambio climático aparecía en el último lugar de una lista de 21 problemas. En la evolución de la opinión pública se nota que ha hecho efecto el llamado “Climategate” de finales del pasado año, cuando se divulgaron unos correos electrónicos escritos por unos expertos de la Universidad de East Anglia, en Gran Bretaña (cfr. Aceprensa, 1-12-2009 y 22-01-2010), que mostraban que los científicos habían maquillado algunos datos sobre las temperaturas para cuadrar su tesis sobre el calentamiento global. A esto se sumó el descubrimiento de algunos errores circunstanciales en el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático. Por otra parte, un invierno desacostumbradamente frío en el Norte de Europa y en EE.UU. ha reforzado la impresión de que la Tierra no se calienta. Para hacer frente a este nuevo escepticismo de la opinión pública, que hace difícil adoptar medidas que exijan sacrificios y más en tiempos de crisis económica y desempleo, los defensores de la realidad del cambio climático han lanzado una contraofensiva. Científicos de Francia, de Holanda y de EE.UU. han firmado cartas abiertas en las que suscriben esta tesis, entre ellas una publicada en la revista Science (7-05-2010). Aseguran que los errores advertidos en el informe del IPCC en su mayor parte eran de escasa entidad y que, en cualquier caso, no invalidaban las pruebas de que el cambio climático es real e influido por la actividad humana. Pero también es muy real que ha habido un cambio en el clima de opinión pública: si antes los “climaescépticos” eran tratados como herejes infrecuentables, ahora son los que creen en el calentamiento global los que están a la defensiva y se ven obligados a intentar convencer al público.

Los defensores del cambio climático, frente a una opinión pública más escéptica

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