Las células reprogramadas ganan terreno a las embrionarias

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El descubrimiento de Shinya Yamanaka ha atraído el interés de numerosos investigadores, dice la revista Nature Reports Stem Cells (mayo 2008). “Es revelador el entusiasmo con que los científicos de primera fila en el campo de las células madre embrionarias están pasándose a la reprogramación”, comenta el autor del artículo. Los trabajos avanzan con tanta rapidez, que en células reprogramadas ya se ha igualado el nivel alcanzado con las embrionarias, pese a haber empezado una década más tarde. Al menos así opina James Thomson, el primer científico que logró aislar células madre embrionarias.

Con independencia de las cuestiones éticas, el método inventado por Yamanaka presenta importantes ventajas prácticas para los investigadores. La primera es que elimina la necesidad de óvulos humanos; en cambio, la materia prima de la reprogramación, células somáticas, es mucho más barata y más fácil de obtener. Además, la compatibilidad de las células reprogramadas con el organismo del paciente es perfecta, mientras que en el caso de las células embrionarias es necesaria la clonación, técnica complicada y que aún no se domina (aparte de que las células clónicas no son genéticamente idénticas por completo a las del receptor, pues conservan ADN mitocondrial del óvulo de partida).

Claro que todavía quedan problemas por resolver antes de que se puedan hacer ensayos clínicos con células reprogramadas. El primero consiste en el riesgo que supone el uso de retrovirus en la reprogramación. Pero, según la revista, los investigadores son optimistas y creen que esta dificultad puede quedar superada en el plazo de un año o poco más. Si así sucede, todavía será necesario aprender a controlar la tendencia de las células pluripotentes a formar tumores.

Las posibilidades abiertas por estas nuevas células parecen haber influido en los parlamentarios del estado de Australia Occidental que la semana pasada rechazaron por mayoría un proyecto de ley para autorizar la clonación “terapéutica”, informa BioEdge (8-05-2008). El hecho tuvo lugar en la cámara alta; los partidos habían dado libertad de voto. Otros estados australianos (Nueva Gales del Sur, Victoria, Tasmania y Queensland, más el territorio de Canberra) han aprobado los experimentos de clonación humana, pero esta vez era la primera que se planteaba el asunto después del descubrimiento de Yamanaka.

El resultado de la votación en Australia Occidental fue decepcionante para el gobierno del estado, impulsor del proyecto. Otra fue la reacción de la asociación Australians for Ethical Stem Cell Research: según dijo su representante, el Dr. David van Gend, la mayoría parlamentaria ha comprendido que “ya no hay razones determinantes a favor de la clonación”.

Problemas de otro tipo afectan al California Institute for Regenerative Medicine (CIRM), el mayor organismo del mundo de los que promueven la investigación con células madre embrionarias. Creado por referéndum en 2004, fue dotado con 3.000 millones de dólares para los primeros diez años. A finales de la semana pasada aprobó subvenciones por un total de 271 millones para construir nuevos laboratorios. Las beneficiarias son 12 instituciones, principalmente universitarias, que aportarán de sus fondos propios o de donaciones otros 561 millones para completar el coste de los proyectos.

Poco antes, Nature (1-05-2008) criticó en un editorial el funcionamiento del CIRM. El primer motivo es que existen, según la revista, conflictos de intereses: “El comité que adjudica los fondos está lleno de representantes de las mismas universidades que más se benefician de tales desembolsos”. Otro reparo, relacionado con el anterior, se refiere a los beneficios sociales de las investigaciones y ya se planteó desde el principio (ver Aceprensa 164/04). Las terapias que se descubran mediante investigaciones financiadas por el organismo deberían ponerse a disposición de los enfermos a precios asequibles. Pero las normas del CIRM al respecto, advierte Nature, no lo garantizan porque son demasiado vagas. Por todo ello, concluye el editorial, “las organizaciones de pacientes y los demás representantes del interés general han de combatir la tendencia a acaparar dólares que muestran las instituciones académicas presentes en el comité”.

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