La Iglesia católica, a favor de los trasplantes de órganos animales al hombre

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La Santa Sede considera que el trasplante de órganos animales al hombre es una práctica moralmente aceptable. La postura se expresa en un documento de la Academia Pontificia para la Vida, que acaba de ser publicado y que lleva el título: «La perspectiva de los xenotrasplantes: aspectos científicos y consideraciones éticas». La toma de postura tiene también interés para precisar el modo de concebir la relación entre el hombre y el animal.

La utilización de órganos animales se plantea ante la escasez de donaciones de órganos humanos para ser trasplantados a enfermos. El documento señala dos problemas éticos que surgen ante esta posibilidad: por una parte, si es lícito utilizar a los animales para mejorar la supervivencia o la salud del hombre; de otra, la cuestión de si es aceptable superar la barrera entre las especies animales y la especie humana. La respuesta a la primera cuestión depende del modo de concebir la relación entre el hombre y el animal. El documento reconoce que hoy día hay quien sostiene que el animal y el hombre tienen una dignidad equivalente, de modo que el uso de los animales en provecho del hombre es considerado como un «especifismo» o tiranía del hombre sobre los animales. En cambio, la doctrina cristiana mantiene que «Dios ha puesto a los animales al servicio del hombre». La historia nos muestra que desde siempre el hombre ha gobernado la realidad terrena, gestionando a los otros seres, vivientes o no, buscando determinadas finalidades. En particular, el hombre se ha servido de los animales para sus necesidades primarias (alimentación, trabajo, vestido…), en una especie de cooperación «natural».

Esta superioridad «se basa en la naturaleza de la persona humana, cuyas dimensiones de racionalidad y espiritualidad ponen al hombre en el centro del universo, para que utilice los recursos (entre ellos los animales), de manera sabia y responsable». La Iglesia reafirma que «la persona humana goza de una dignidad única y superior; pero debe responder ante el Creador del modo en que trata a los animales. En consecuencia, el sacrificio de los animales puede estar justificado, pero solo si es necesario para alcanzar un bien relevante para el hombre: así ocurre en el caso de la utilización de los animales para obtener órganos o tejidos para trasplantes, aunque esto implique la necesidad de experimentaciones y/o de modificaciones genéticas en ellos».

Pero es necesario que respete ciertas condiciones: «evitar a los animales sufrimientos innecesarios, que sea verdaderamente necesario y razonable, evitar modificaciones genéticas no controlables que puedan alterar de modo significativo la biodiversidad y el equilibrio de las especies en el mundo animal».

En cuanto al segundo problema, es decir, si es aceptable superar la barrera entre las especies animales y la humana, el documento afirma que el límite ético depende del grado de modificación que el órgano trasplantado suponga para la identidad de la persona. Hay algunos órganos meramente funcionales, que no plantean ningún problema; otros tienen además una fuerte carga simbólica, que depende de la subjetividad del individuo; y otros, como el encéfalo o las gónadas, por su propia función tienen una relación inseparable con la identidad del individuo, por lo que nunca deberán ser trasplantados. Por lo tanto, habrá que valorar caso por caso.

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