La Bioética en busca de anclajes sólidos

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La Bioética es una disciplina reciente. Nació hace tan solo unas décadas y son muchos los interrogantes externos e internos a los que se enfrenta. La propia naturaleza de esta ciencia complica aún más los debates y las cuestiones que trata. De ahí que la mera existencia de “El lenguaje universal de la Bioética” sea motivo de discusión. Este tema ha sido el centro del Congreso Nacional de Bioética, que se ha celebrado los pasados días 25 y 26 de octubre en la Universidad de Navarra, organizado por la Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI).

La doctora María Victoria Roqué Sánchez, profesora de la Universidad Internacional de Cataluña, una de las ponentes en el congreso, indicó que la Bioética se enfrenta a ciertos problemas, por su propia naturaleza, y por la coyuntura actual. En la Bioética se advierte la huella del positivismo científico que ha marcado la dirección de la ciencia desde el siglo XIX. Además, por su propia naturaleza, la Bioética se encuentra siempre con la dificultad de tener que hacer coincidir la racionalidad científica y la filosófica. La misma disciplina debe desarrollar una metodología adecuada para los problemas y debe determinar su propio campo específico.

Con respecto a este último punto, Luis Miguel Pastor García, profesor de la Universidad de Murcia, advirtió que basar la Bioética simplemente en los datos empíricos es anular mucho de lo que esta ciencia es en sí misma. “Propongo –dijo el doctor Pastor– un empirismo ético real, que nos basemos en la acción humana, la analicemos, que fomentemos el discernimiento. No es posible hacer la Bioética del mismo modo que las ciencias empíricas, pues eliminaríamos la misma realidad ética y caeríamos en un reduccionismo científico”. Su propuesta para mejorar la metodología de esta disciplina es un comité que tome decisiones según los pasos que da la propia razón práctica del hombre en su habitual discernir: “De esta forma los datos empíricos serán utilizados en ella como materia sobre la que la razón práctica deducirá la respuesta ética adecuada”.

La debilidad de la Bioética en el debate científico se debe a que en muchos casos los argumentos de esta disciplina se han basado en una Biología poco consistente

La importancia de la ingeniería lingüística
Sin embargo, es verdad que este discernir de la propia razón práctica no es siempre evidente. Manuel Casado, catedrático de Lengua de la Universidad de Navarra, mencionó que en el debate bioético es muy difícil un consenso, porque se enfrentan pretensiones rivales sobre lo que es verdadero, bueno o justo, y por la implicación que tienen los asuntos que se tratan en las vidas de los contendientes.

En su ponencia, enfocada a las estrategias lingüísticas en el discurso bioético, el doctor Casado aseguró que “cuando se quiere hacer ingeniería social se hace primero una ingeniería lingüística”. De ahí que en torno a los principales núcleos del debate bioético se empleen tantos eufemismos. El profesor señaló que el lenguaje debería ayudar a esclarecer los problemas éticos a los que se enfrenta la ciencia, y no ocultar prácticas científicas ilícitas tras montajes lingüísticos que disimulan su realidad.

Según el profesor Casado, la construcción lingüística “interrupción voluntaria del embarazo” o las siglas I.V.E para designar un aborto provocado son un claro ejemplo de cómo se pueden utilizar y reordenar las palabras al servicio de un fin ideológico.

La ley orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo, tal y cómo relató Casado, impuso en el discurso legislativo y administrativo oficial el hablar de “interrupción” en lugar de emplear el término “aborto”. La terminología de lo políticamente correcto, como acuñó el profesor, se ha extendido a la Real Academia Nacional de Medicina y hasta al Diccionario Académico Oficial donde aborto es en ambos definido como interrupción. Los términos eutanasia o violencia de género han seguido un proceso similar, en el que se ha propuesto una visión de la realidad al servicio de una ideología que es la que respalda y acuña el nuevo término.

Pero la verdad y la comunicación de los problemas morales pueden presentarse de un modo positivo. A esto se refirió Enrique Sueiro, doctor en comunicación, quien señaló la necesidad de armonizar datos y emociones para “hacer amable lo que de por sí es bueno”. Los expertos bioéticos deben aprender también a gestionar las percepciones. Estas son imprescindibles en el obrar y comprender de todo hombre, porque las percepciones son aquellas sensaciones que ordenan el actuar humano.

Cuando se quiere hacer ingeniería social se hace primero una ingeniería lingüística

La ideología del hombre autónomo
Muchos de los expertos presentes en el congreso señalaron que los problemas que presentaba la Bioética y la debilidad de esta en el debate científico se debían a que en muchos casos los argumentos de esta disciplina se habían basado en una Biología poco consistente.

Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y presidenta de AEBI, señaló dos problemas fundamentales que habían influido en el desarrollo de la Bioética. Por una parte, por falta de rigor científico se ha definido el avance técnico como ilimitado, y se le ha otorgado el poder absoluto sobre el nivel biológico de la vida humana. Esta “pseudo-biología” es capaz de manipular los datos en función de los intereses de grupos de presión ideológicos. De esta forma, “sobre la aceptación acrítica de dogmas pseudo científicos, la Bioética ha sufrido la embestida de la ideología del hombre autónomo, que se arroga en el poder de dictar las normas sobre la realidad del mundo y del hombre y dirigir su desarrollo y progreso en base al poder tecnológico”.

La doctora López apuntó como una de las consecuencias de la “pseudo-biología”, el cambio a lo largo del último siglo de la concepción del embrión humano. López explicó que “en el imaginario actual caló el ‘dogma’ de la insuficiencia de la fecundación como proceso de inicio de la vida de un nuevo individuo. Este ‘embrión ficticio’ ha servido de base científica para negarle el carácter personal propio de los individuos de la estirpe humana. Y, con ello, la aceptación social tanto de la destrucción masiva de seres humanos como los procesos de selección en la aplicación de la tecnología de la reproducción humana artificial”.

Según la doctora López Moratalla, la coyuntura histórica del siglo XX ha marcado mucho el devenir de la disciplina Bioética. Durante la segunda mitad de este siglo el avance científico magnificó el conocimiento de los mecanismos íntimos de la vida como la manipulación genética, el diagnóstico de enfermedades para las que no existe aún cura e incluso la “programación de la humanidad”, como definió a la aplicación de técnicas de reproducción artificial.

Durante este siglo de avance tecnológico trepidante, la bioética ha logrado el consenso en torno a derechos humanos como el derecho a la intimidad, la privacidad o la protección de datos, la libertad de investigación, el derecho al consentimiento informado para las decisiones autónomas en cuestiones de salud, derechos a la no discriminación por razones genéticas…

En cambio, “la respuesta dispar a la cuestión crucial sobre si lo propio humano emerge de la construcción y desarrollo de cada hombre o por el contrario es inherente a la constitución de cada uno, ha causado la separación en dos grupos de bioéticas irreconciliables en su fundamentación y criterios”. La adopción de una u otra de las posiciones enfrentadas define las condiciones para que se pueda asumir, o no, la disponibilidad de la vida humana en la práctica científica. López destacó que es necesario hacer un replanteamiento sobre esta cuestión, y alejarse de los prejuicios científicos, ya que precisamente este es el punto neurálgico que otorga licitud a muchas de las prácticas de la ciencia.

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