Italia aprueba la ley de fecundación asistida

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Roma. El Senado italiano dio luz verde a la ley de fecundación asistida en una votación que tuvo lugar el pasado 11 de diciembre, casi un año y medio después de que el proyecto hubiera superado el examen de la Cámara baja (ver servicio 95/02). Como ya ocurrió entonces, el voto traspasó las fronteras de los partidos: votaron a favor no solo los senadores de la coalición de centro-derecha que gobierna el país sino también algunos de la oposición. Y también se han opuesto a la ley representantes de los partidos que forman la coalición de gobierno.

La ley, aprobada por 169 votos a favor frente a 92 en contra y 5 abstenciones, es la primera regulación de la materia en Italia. Reserva estas técnicas a parejas -casadas o convivientes estables- de sexo diferente y en edad fértil (se rechazan las madres-abuelas), no admite la fecundación heteróloga (con gametos de terceros), fija en tres el número máximo de óvulos que se pueden fecundar (que deberán ser implantados de inmediato y juntos, ya que no podrán ser congelados) y establece que no se hagan diagnósticos sobre el embrión antes de implantarlo. Prohíbe asímismo la experimentación con embriones.

El debate político y periodístico que ha rodeado la aprobación final en el Senado calcó lo que ya se había visto con ocasión del paso por la Cámara de Diputados. Los opositores han interpretado el resultado como un «triunfo católico» e incluso como un «regalo al Papa». Se critica que «los católicos quieran imponer por ley opciones que se refieren a su propio credo», pero no se tiene presente que las opciones contrarias responden a otros credos y que países de minoría católica como Noruega y Suecia han adoptado en parte los mismos criterios.

En la misma línea, algunos críticos sostienen que «el Estado no puede dictar leyes que tienen que ver con la conciencia de las personas», pero -dejando al margen que es una recomendación que se olvida en otras circunstancias- en este caso las decisiones no se acaban en el ámbito personal, sino que afectan también a terceros y a la misma sociedad. Tampoco han faltado las argumentaciones emotivas sobre el «derecho a tener un hijo», apoyadas por algunos expertos que llevan a cabo estas técnicas, sobre todo en centros privados. Otro elemento del debate ha sido la pretensión de circunscribir todo lo relacionado con la fecundación asistida al ámbito de la militancia feminista, de modo que quedarían desautorizadas de entrada otras consideraciones.

Si la novedad no han sido los argumentos, sí que hay que buscarla en los posibles efectos políticos. El apoyo que la ley ha recibido por parte de Francesco Rutelli, antiguo alcalde de Roma y líder de «La Margarita», uno de los grupos de que integran la coalición de oposición («El Olivo»), ha provocado serias tensiones en el centro-izquierda. «No apruebo la pretensión de fabricar hijos a discreción», había declarado Rutelli, al tiempo que calificó de intolerantes las críticas que le habían dirigido sus compañeros de coalición, especialmente los «Democráticos de Izquierda», herederos del antiguo Partido Comunista Italiano.

Con la aprobación de la ley, Italia pone fin a la falta de legislación en este sector, pero no está claro que su aplicación vaya estar ausente de problemas. Y no solo porque los opositores comienzan a hablar de promover un referéndum, sino también por el efecto que en la opinión pública podrán causar aspectos fácilmente explotables, como la promoción de viajes a otros países con legislación más permisiva o las consecuencias prácticas de las restricciones previstas por la ley.

Diego Contreras

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