Holanda: la práctica de la eutanasia se amplía al sufrimiento psíquico

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El Tribunal Supremo holandés ha admitido que un médico puede cooperar al suicidio de un paciente que desea morir para librarse de un sufrimiento psíquico, aunque no esté aquejado de una enfermedad incurable en fase terminal. El asunto se remonta a 1991, cuando el psiquiatra Boudewijn Chabot facilitó suicidarse a una mujer de 50 años, que había perdido a sus dos hijos, acababa de divorciarse y había solicitado repetidamente acabar con su vida. El Tribunal ha estimado que el psiquiatra es culpable de cooperación al suicidio, pero sólo porque no cumplió el requisito de que otro colega examinara a la enferma. En cualquier caso, no le ha impuesto ninguna pena, invocando «motivos excepcionales».

La sentencia confirma el temor de quienes advirtieron que la admisión de la eutanasia haría que ésta se aplicara por motivos cada vez más amplios. La ley aprobada el año pasado despenaliza en la práctica la eutanasia, con un control posterior (cfr. servicio 164/93). La cooperación al suicidio se considera una forma de eutanasia. Las normas de aplicación exigen que el paciente sufra una enfermedad grave e irreversible, dolor insoportable y pida lúcidamente la muerte.

Pero hasta ahora no se había interpretado que también se incluía el sufrimiento psíquico. El Tribunal Supremo lo admite, si bien invita a los jueces que deban juzgar casos de este estilo a actuar con extrema prudencia. Al médico se le exige que antes de resolver una petición de este estilo consulte con otro colega, que deberá ver y examinar al paciente. El psiquiatra inculpado había consultado a siete colegas, pero ninguno de ellos visitó personalmente a la enferma.

La polémica que ha rodeado este caso demuestra que no todos los psiquiatras están de acuerdo con esta actuación. Recientemente el Dr. G.F. Koerselman, psiquiatra del Hospital San Lucas de Amsterdam, ha reprochado falta de profesionalidad a los colegas que se prestan a cooperar al suicidio. En declaraciones al NCR Handelsblad, Koerselman recuerda que la enferma del doctor Chabot sufría una profunda depresión. Según Chabot, se negaba a seguir cualquier tipo de tratamiento y su deseo de morir estaba bien meditado. Koerselman opina que no hay que acceder a un deseo como ése. «La tarea del médico es prevenir, curar y paliar el dolor. En este caso no se puede hablar de prevenir; queda el atenuar, pero ¿hasta qué punto? Yo pienso que no se nos puede pedir dar la muerte a una persona que por lo demás está físicamente sana. Yo puedo atenuar el dolor, quitar la angustia, pero no suprimir siempre cualquier sufrimiento».

Frente a la tendencia a respetar la decisión del enfermo, Koerselman advierte que hay que ser más exigente en los criterios. «¿Hasta qué punto está bien ponderada una decisión semejante? Mi tesis, apoyada en la investigación, es que un suicidio razonado, con plena consciencia, no existe. Creo que siempre influyen otros factores». En cualquier caso, Koerselman rechaza que el médico tenga que someterse al deseo del paciente: «Me resisto a que me reduzcan a una máquina automática de dar pastillas. No se me puede pedir que desconecte mi juicio profesional».

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