En busca de la autoestima perdida

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El Dr. Aquilino Polaino diagnostica la crisis de autoestima
En busca de la autoestima perdida Amarse a uno mismo parece la cosa más sencilla y natural del mundo. Pero últimamente ha adquirido la categoría de problema. El problema de la falta de autoestima. El caso es que las librerías pueden dedicar todo un anaquel a libros con títulos como: «Los adolescentes y la autoestima», «Cómo recuperar su autoestima», «Diez consejos para elevar su autoestima»… Los psicólogos ya no sólo se ofrecen a curar obsesiones y conflictos de pareja, sino que se ocupan también de jalear la autoestima. Y hasta en el Metro se pueden encontrar carteles que invitan a participar en un «taller de autoestima». Si la conciencia de la propia dignidad es un índice de higiene mental, esta crisis de autoestima revela un fenómeno preocupante.

La baja autoestima tiene causas diversas: problemas de inadaptación en la infancia o adolescencia, crisis matrimoniales, fracasos laborales que desembocan en procesos depresivos más o menos agudos. Son problemas que se ventilan a menudo en la consulta del psiquiatra. De ellos hablamos con Aquilino Polaino-Lorente, catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid.

Al Dr. Polaino se le nota que además de psiquiatra es profesor. Cuando pone ejemplos, habla de sus alumnos y se explica con claridad, pocas veces usa tecnicismos; está acostumbrado a curar escuchando, algo que le proporciona un conocimiento directo de la gente de la calle, no sólo de su salud mental, sino de sus angustias y aspiraciones.

Cara y cruz de la autoestima

-Profesor, se habla mucho de autoestima, ¿a qué se debe este fenómeno?

-El concepto de autoestima se encuentra en el candelero con todo derecho. Entre los expertos está generalizada la tesis de que la baja autoestima es un rasgo de la moderna diagnosis psiquiátrica. La depresión está muy relacionada con la pérdida de autoestima. El depresivo no se quiere a sí mismo, posee una memoria selectiva que recuerda sólo lo negativo de su vida.

Pero la preocupación por la autoestima tiene cara y cruz, porque es un concepto equívoco.

Por una parte, es necesario que las personas se estimen a sí mismas. Es algo normal que proporciona equilibrio interno. Incluso en la tradición bíblica se nos dice que hay que amar a los demás como a nosotros mismos; por tanto, cierto amor propio es bueno, ya que sin él, entre otras cosas, habría más suicidios.

Quienes sufren problemas de autoestima no se aceptan como son, se rechazan a sí mismos y difícilmente amarán a los demás. La baja autoestima provoca conflictos en el ambiente familiar, laboral, y en la amistad.

La disminución de la autoestima afecta a personas de diversas edades, pero es típica entre mujeres adolescentes. A esa edad no se conocen bien: se sobrestiman algunas cualidades (aspecto físico) y se infravaloran otras (inteligencia). Hay quinceañeras que han elevado a la categoría trascendente su aspecto corporal y «no se gustan», por lo que caen en la tortura psíquica.

Otra etapa crítica desde el punto de vista psíquico para la mujer tiene lugar entre los 40 y los 50 años (en el varón ocurre más tarde). Al llegar la menopausia, la mujer hace balance de su vida y, con frecuencia, no está satisfecha.

La otra cara de la moneda es la sobrestimación personal a la que se llega cuando en el autoconocimiento no se introducen claros criterios de racionalidad. La sobrestimación lleva de la mano al narcisismo: se desplaza el interés por los demás a uno mismo de manera enfermiza, se minusvalora a quienes están alrededor, que pasan a ser meros espectadores.

Por tanto, me parece bien que se hable de autoestima para evitar su carencia; pero sin exagerar, porque se puede caer en el polo opuesto. Tanto el deterioro como el exceso de la autoestima son inaceptables, porque manifiestan de manera diferente un amor propio dañino y frustrado.

Problemas de autoestima de la mujer

-En su opinión, ¿pertenecen las mujeres a un grupo infravalorado que necesita defenderse incrementando su autoestima?

-A la mujer se le ha hecho mucho daño, se la ha preterido porque hasta ahora la sociedad ha sido construida por varones. Todavía en la actualidad la mujer sigue apartada de muchos ámbitos de la actividad humana.

Considero, no obstante, que ahora no está en crisis lo femenino sino lo masculino. Las mujeres se han repuesto de la guerra del feminismo radical de los años 60. Es el varón quien está en plena crisis de identidad, se habla incluso de «construir la masculinidad» y presenciamos un crecimiento galopante de la homosexualidad entre varones.

Lo masculino es complementario de lo femenino; y lo es por las diferencias entre hombre y mujer dentro de su igualdad como personas humanas. Pero si se subraya exageradamente la igualdad, como han hecho las feministas radicales, se desdibujan las diferencias y la complementariedad. Con este planteamiento se hace un flaco servicio a todos: la imitación del varón por la mujer engendra un modelo feminizante para el varón. La historia puede repetirse y si ahora están aumentando los homosexuales masculinos, en diez años, crecerá el lesbianismo.

-¿Qué relación hay entre el machismo y la baja autoestima de las mujeres?

-En mi opinión, el peor machismo es el de algunas mujeres. Suelen ser mayores de 35 años y amas de casa de países latinos. Son machistas porque mantienen su papel tradicional, aunque están, según dicen, «hartas y aburridas de la casa». Pero educan a los hijos en una mentalidad machista. Además, consienten o aplauden el machismo del varón que de por sí es poco «domesticable».

Quizás la baja autoestima de estas amas de casa se deba al escaso brillo social de los trabajos domésticos, a la rutina y la falta de aprecio por parte de los demás miembros de la familia, aunque para algunas mujeres, su casa sea un auténtico refugio a pesar de todo. Es posible que la solución al machismo esté en las nuevas generaciones. Si los jóvenes matrimonios educaran indistintamente a sus hijos e hijas para realizar las tareas domésticas, quizás cambiaría la situación.

No comparto la opinión de quienes afirman que la mujer -a diferencia del hombre- tiene una predisposición para el hogar; basta ver cómo se desenvuelve una familia monoparental en la que el cabeza de familia es varón.

No apoyo, sin embargo, el llamado «reparto equitativo de las tareas domésticas» al 50% si marido y mujer trabajan fuera de casa, porque el matrimonio no es una empresa, ni una sociedad laboral, sino una comunidad de amor, en la que se da una autoexpropiación en favor del otro.

-¿Cómo se cura la baja autoestima?

-En la fachada de las escuelas griegas clásicas podía leerse: «Sé el que eres». Pienso que es un problema de autoconocimiento. Hemos de ser capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos. Conocer los propios valores y limitaciones. Poner como lema de la propia existencia: «Quiere lo que haces y haz lo que quieres», porque mucha gente hace lo que no quiere.

Respecto a la autoestima de las mujeres, hay que romper estereotipos sobre los valores femeninos tradicionales: ordinariamente lo primero que se aprecia en una mujer es la belleza; si no es guapa, se valora su simpatía; y si no posee ninguna de esas cualidades, se tiene en cuenta su inteligencia. Con frecuencia se consideran excluyentes estas notas de valoración. Sería positivo que se aparcaran estos patrones y que en las revistas del corazón se pusiera de moda la inteligencia.

Beatriz Comella

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