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El paciente “globalizado”

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Cada vez más norteamericanos viajan a Singapur, Bangkok o Delhi para intervenciones quirúrgicas que resultan igual de eficaces, pero mucho más baratas, que en su propio país. Un artículo de The Economist (16 agosto 2008) analiza este fenómeno del “turismo médico”, que comienza a extenderse también en Europa.

Los ricos siempre han contratado la mejor atención médica del mundo, por lejos que la tuvieran. Pero hoy el “turismo médico” está extendiéndose entre la clase media de algunos países occidentales. En 2007 unos 750.000 pacientes norteamericanos fueron intervenidos fuera de sus fronteras (angioplastias de hombro y de rodilla, cirugías de piel o de corazón, cataratas, etc.). La división de Sanidad de la consultora Deloitte prevé 6 millones de pacientes atendidos en el extranjero en 2010 y 10 millones en 2012. Por su parte, 50.000 pacientes británicos viajaron en 2006 a lugares como Turquía, India o Hungría.

Grandes cadenas asiáticas de hospitales atienden a esta demanda de los pacientes occidentales: Parkway Health (Singapur), Bumrungrad (Bangkok) o Wockhardt Hospitals (India) son algunas de las más conocidas. Los proyectos de expansión de estas cadenas y sus envidiables cifras de negocio prueban la viabilidad de su oferta. Por ejemplo, en 2007 Bumrungrad atendió a 33.000 norteamericanos y acaba de abrir una nueva sección específicamente diseñada para acoger a 6.000 pacientes extranjeros.

“Posiblemente el turismo médico es en parte el resultado de los fallos del sistema sanitario norteamericano”. La afirmación de The Economist apunta a la causa principal del repunte del “care abroad”: el elevado costo de la atención sanitaria en EE.UU. y el gran número de ciudadanos sin seguro médico constituyen, de hecho, una de las permanentes cuestiones en disputa entre candidatos presidenciales. De ahí el juego de palabras del semanario británico: los usuarios del turismo médico son, sobre todo, “pacientes impacientes” o, en el caso de aquellos norteamericanos -unos 45 millones- que no cuentan con un buen seguro, “refugiados médicos”; para estos últimos puede resultar más barato costear de su propio bolsillo la operación en el extranjero. Por otra parte, hoy por hoy la calidad de los mejores hospitales privados asiáticos rivaliza con la de los países ricos, lo que reduce el supuesto riesgo de la aventura.

Algunas empresas ofrecen ya, como parte del seguro de sus empleados, determinados tratamientos médicos en el extranjero; un ejemplo es la importante cadena de supermercados Hannaford (27.000 trabajadores). Tras la cautela y el escepticismo iniciales, algunas de las más importantes aseguradoras norteamericanas comienzan a ofrecer servicios de salud global. Es el caso de Epstein Becker, Aetna o Blue Cross and Blue Shield, que han firmado acuerdos de colaboración con hospitales de Singapur, China y Bangkok, entre otros. Recientemente la American Medical Association publicó informes favorables sobre el fenómeno del turismo médico, así como una serie de recomendaciones a pacientes y aseguradoras. La entidad certificadora Joint Commission International avala la calidad de los servicios sanitarios en países asiáticos: las grandes cadenas de hospitales receptoras de turismo médico ya han obtenido su exigente acreditación.

Los críticos del “care abroad” dicen que perjudica a la sanidad norteamericana, ya de por sí bastante maltrecha; al tiempo, sostienen, facilita en los países de destino una “fuga de cerebros” interna: los mejores médicos asiáticos abandonan el trabajo con sus compatriotas enfermos para ir a los grandes hospitales privados, receptores de pacientes extranjeros ricos. El Banco Mundial ha alertado del peligro de este fenómeno. Sin embargo, sostiene The Economist, “hay buenas razones para pensar que el turismo médico ayudará a los países pobres”. Así, en la India, la calidad de las clínicas privadas que acogen a pacientes extranjeros ha servido de ejemplo para mejorar el sistema público de salud en las principales ciudades del país. Y no faltan médicos indios que han regresado a su país de origen a la vista de los niveles de calidad de sus hospitales, similares a los que encontraron en Norteamérica.

En todo caso, los propios pacientes occidentales están beneficiándose del ahorro facilitado por la libre competencia internacional en la atención sanitaria: Deloitte estima que en 2012 el turismo médico supondrá unas pérdidas de 162.000 millones de dólares para clínicas y hospitales norteamericanos. Otro efecto añadido es que cunde el ejemplo oriental en países mucho más cercanos a EE.UU., como México o Perú. Tal vez incluso, a la larga el turismo médico puede ser muy beneficioso para los países occidentales si, como dicen sus defensores, no se limita a exportar pacientes sino que además importa competitividad.

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