El ensañamiento terapéutico no es una práctica habitual entre los médicos franceses

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La necesidad de evitar el «ensañamiento terapéutico» es un motivo alegado con frecuencia para justificar la eutanasia. Pero no parece que los médicos se empeñen hoy día en prolongar la vida a cualquier precio. Un estudio, publicado en la revista The Lancet (6 de enero 2001), sobre las prácticas en las unidades de cuidados intensivos (UCI) en Francia, muestra que en más de la mitad de las muertes ocurridas en esas circunstancias se ha decidido suspender o limitar los tratamientos de reanimación.

El estudio se realizó en dos meses de 1997 en 113 de las 220 UCI de Francia (no se incluyen las de recién nacidos), con un total de 7.309 pacientes, de los que 1.175 murieron en el curso del estudio. Del total de enfermos incluidos, solo en 336 casos se pudo constatar la utilización de tratamientos de mantenimiento de la vida de forma artificial. De los 1.175 pacientes fallecidos, en el 53% de los casos la muerte fue precedida de una decisión de limitar o detener los tratamientos de reanimación.

Dos tipos de situaciones plantean una decisión de este tipo: la primera se da cuando el paciente no puede ser curado y el cese de la reanimación va a detener la agonía, lo que traerá consigo la muerte; la otra, cuando ya no hay esperanza de calidad de vida para el enfermo. «En todos los casos -explica el Dr. Edouard Ferrand, uno de los autores del estudio-, si bien se interrumpen algunos tratamientos, se mantienen siempre los dirigidos a asegurar el cuidado del enfermo». La decisión de no reanimar al paciente no debe interpretarse como eutanasia, dice el Dr. Ferrand, quien advierte que «hay que apartarse del discurso que asimila equivocadamente la suspensión de los tratamientos dirigidos a mantener con vida y la eutanasia».

En el 88% de los casos la decisión de no reanimar al paciente fue tomada por el conjunto del equipo médico, y en el 12% por un solo médico. En el 44% de los casos los familiares participaron en la decisión.

La gran mayoría de los pacientes no tienen oportunidad de intervenir en la decisión. Según el estudio, solo el 27% de los enfermos estaban en condiciones de ser informados de las decisiones. Un 8% habían manifestado previamente su voluntad por escrito y un 0,5% la expresaron en los últimos momentos de su enfermedad.

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