Una correcta política social no es un lastre para la empresa

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Una correcta política social no penaliza financieramente a la empresa; al contrario, diversos estudios llevados a cabo, sobre todo, en Estados Unidos confirman que las empresas que tratan bien a sus asalariados y se preocupan del empleo atraen la confianza de los inversores.

Suele decirse que la Bolsa reacciona bien ante las empresas que para reducir costos recurren a los despidos. Pero uno de los últimos estudios realizados por el Mercer Management Consulting (sobre 800 empresas norteamericanas en 35 sectores diferentes) revela que entre 1992 y 1997 la tasa de aumento anual medio de la cotización bursátil de las empresas que utilizaron esta estrategia fue del 16%, frente a un 26% de las que no recurrieron a ella. Al recoger estos datos, Le Monde (9-II-99) hace notar que las empresas que se apoyan exclusivamente en esta estrategia para aumentar beneficios encuentran cada vez menos credibilidad entre los inversores. Y es que una reestructuración hecha para remodelar la organización es generalmente bien acogida en Bolsa. Pero una reducción de plantilla realizada como último remedio para hacer frente a dificultades financieras no despierta confianza.

Otro indicador significativo es el Domini Social Index, que traduce los resultados de 400 empresas cotizadas en Bolsa, escogidas por la calidad de su gestión de recursos humanos (nivel de remuneraciones, formación, frecuencia de despidos, etc.). Un fondo de inversión «ético» (Domini Social Equity Fund), que maneja una cartera de valores de estas empresas, tiene desde su constitución en 1990 una rentabilidad superior a la que señala el índice S & P 500, uno de los índices de la Bolsa de Nueva York.

Una dificultad para valorar el perfil social de las empresas cotizadas en Bolsa son los criterios escogidos por los fondos de inversión que se fijan en los aspectos éticos. Un expediente fácil en EE.UU. es basarse en un solo aspecto, como que respete el medio ambiente o no tenga que ver con el comercio de armas. Pero una visión más amplia debe tener en cuenta las relaciones con los empleados, los proveedores, los accionistas y los clientes, así como con el entorno. Es lo que se llama el «balance social de la empresa», que no es sencillo de valorar.

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