Un hombre para la eternidad y otro para la estación liberal

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Las novelas de Hilary Mantel sobre Thomas Cromwell, que obtuvieron varios premios literarios como el Booker Prize y el National Book Critics Circle Award, se han convertido en una alabada serie de televisión y una obra de teatro de Broadway. A finales de este año, saldrá la tercera novela de la trilogía sobre Cromwell. Pero ¿hasta qué punto es exacto el retrato del primer ministro de Enrique VIII y de la época de los Tudor? MercatorNet ha entrevistado a Richard Rex, historiador de la Universidad de Cambridge y especialista en este período histórico. Traducimos sus declaraciones.

“El Cromwell de Mantel se adorna con las plumas liberales tomadas del Moro de Bolt”

¿Por qué En la corte del lobo y Una reina en el estrado, las novelas de Hilary Mantel sobre Thomas Cromwell, son tan populares y han dado lugar a adaptaciones de la BBC, y a una obra de teatro de Broadway?

— Es evidente que no es cuestión de ingenio literario, de un argumento muy creativo, o de la descripción detallada de un carácter en medio de una compleja situación moral. Hablando como historiador, quisiera referirlo a un momento particular de la evolución de la modernidad, y al lugar de la Iglesia católica dentro de esa evolución. El Tomás Moro de la pasada generación era el héroe firme, pero fundamentalmente liberal, de la obra de Robert Bolt, Un hombre para la eternidad. Se podría decir que su éxito se debió en gran parte a la reincorporación del catolicismo a la corriente principal de la cultura inglesa y anglófona –en ese momento, Graham Greene y Evelyn Waugh estaban en la cima de su popularidad–, y también al entendimiento alcanzado en esa época entre la Iglesia católica y las fuerzas del liberalismo occidental, contra las que la Iglesia había estado luchando durante la mayor parte de los cien años posteriores a 1848. Ese entendimiento se forjó en gran parte en el crisol de la guerra fría , que dio a católicos y liberales una causa común: resistir a las fuerzas del estalinismo y del maoísmo.

Con el abrupto final de la guerra fría en torno a 1990, y la transformación del comunismo en el capitalismo gansteril de Rusia y el capitalismo autoritario de China, hay menos amenazas contra el capitalismo consumista de Occidente, y de nuevo han aflorado las tensiones subyacentes entre el catolicismo y el liberalismo. Aunque ya no se trata, como en el siglo XIX, de que la Iglesia sea hostil al liberalismo.

Ahora es el liberalismo el que es hostil a la Iglesia. En concreto, el “social-liberalismo” (en el que la vieja tradición del “liberalismo político” está transformándose rápidamente) es necesariamente antagónico a las tradiciones religiosas que no ven la moralidad como una construcción puramente humana, sino un reflejo o expresión de una realidad última y eterna (para los católicos, la ley natural es la expresión de la voluntad de Dios dentro de la creación).

Si combinamos esto con los repugnantes y bien aireados fallos morales de sacerdotes católicos que traicionaron su vocación con los depravados abusos sexuales de menores y de personas vulnerables, se consigue la tormenta perfecta. (Ahora se ha descubierto que los escándalos de los abusos católicos han sido únicos solo por su temprana detección, y que el abuso sexual a escala casi sistemática fue algo endémico en la Gran Bretaña de fines del siglo XX. Pero esto no es ningún consuelo para los católicos, y el descubrimiento ha llegado demasiado tarde para impedir que la Iglesia católica sirva de chivo expiatorio de unos problemas más amplios de la sociedad).

La pleamar de la readmisión del catolicismo en la cultura inglesa probablemente se alcanzó en 1992, con la publicación, recibida con unánime aplauso, de The Stripping of the Altars: Traditional Religion in England, 1400-1580, el magistral relato de Eamon Duffy sobre el aplastamiento del catolicismo medieval Inglés bajo los Tudor.

Los acontecimientos que se desarrollaron a partir de la ruptura de Enrique VIII con Roma conformaron la historia inglesa, británica, e incluso mundial

Pero desde entonces, un nuevo y abierto desprecio del catolicismo se ha convertido en parte del acervo de significativos sectores de los creadores de opinión (uno piensa en Stephen Fry, en Richard Dawkins y otros). Algunos personajes católicos, como el Papa Francisco, están exentos de este desprecio, pero solo en cuanto se cree probable que van a diluir las enseñanzas morales de la Iglesia.

Este es el momento cultural que Mantel ha captado con tanto éxito. No ha sido su Cromwell-santo el que más ha impresionado a sus lectores, sino su demoníaco Moro.

Tomás Moro como el malo

Los personajes de Tomás Moro, y su némesis, Thomas Cromwell, ¿son presentados con exactitud en las novelas de Mantel y en sus adaptaciones?

— No. En todo caso, Cromwell es, en cierto sentido, el único “personaje” de los libros. En su naturaleza –tal como Mantel la reinventa– hay una cierta complejidad moral, aunque su notable parecido con un lector de The Guardian le da un aspecto risiblemente anacrónico. Pero “personaje” no es la palabra. Todos los demás personajes son simplemente anticuados “buenos” o “malos”, con prácticamente todos los protestantes clasificados como buenos, mientras que los católicos lo son como malos.

Tomás Moro es el archicatólico y, por tanto, el archimalo, representado en términos de una bajeza tan pura que casi se podría pensar que algún demonio personal estaba siendo exorcizado. El pobre Stephen Gardiner, solo superado por Moro en el pandemónium de Mantel, se convierte en un adulador sórdido y burlón, arrebatándole aquel rápido ingenio y aquel don para los comentarios por el que era conocido en su tiempo.

Tal vez soy ingenuo, pero me formé con la obra de Robert Bolt Un hombre para la eternidad, que representaba a Moro como humanista, estadista, y un completo hombre de bien. ¿Era sólo y pura hagiografía?

— El Moro de Bolt era un héroe liberal para la guerra fría, al igual que el Cromwell de Mantel es un héroe liberal para las guerras culturales. Pero la creación de Bolt debe bastante más al Moro histórico que el Cromwell de Mantel al Cromwell histórico. De hecho, la creación de Mantel debe mucho a Bolt. Al final, hay un toque del cuervo de Esopo acerca de todo este asunto. El Cromwell de Mantel se adorna con las plumas liberales tomadas del Moro de Bolt.

En ninguna parte es esto más evidente que en ese pequeño pasaje en el que se dice que Cromwell educó a su hija tal como Moro educó a Meg y a sus otras hijas. ¿Y acaso soy yo el único que ha encontrado en el silencioso, reservado y astuto Cromwell de Rylance [*] una clara reminiscencia del Moro de Scofield [**]? Para hacer de Cromwell un héroe, tienes que convertirlo en Moro.

La importancia de los Tudor

¿Por qué los medios de comunicación del siglo XXI están perdidamente enamorados de los Tudor del siglo XVI?

— Porque fueron importantes. Los acontecimientos que se desarrollaron a partir de la determinación de Enrique VIII de librarse de su primera esposa, Catalina de Aragón, conformaron la historia inglesa, británica, e incluso mundial. La Reforma inglesa aseguró el éxito de la Reforma en Escocia y en última instancia condujo a la formación de una Gran Bretaña protestante. El colapso de la amistad tradicional entre Inglaterra y España, y la crucial transferencia del peso de Inglaterra de la Europa católica a la protestante pudo ser incluso lo que marcó la diferencia entre el éxito y el fracaso de la Reforma protestante en el escenario europeo. El protestantismo de los Estados Unidos, que hasta hace muy poco constituía el tono de esa gran nación, fue el fruto del protestantismo inglés. Los Tudor fueron importantes.

“De nuevo han aflorado las tensiones subyacentes entre el catolicismo y el liberalismo, aunque ya no se trata, como en el siglo XIX, de que la Iglesia sea hostil al liberalismo”

El columnista Simon Jenkins escribió una vez que “la mayoría de los británicos, a finales del siglo XV, consideraban a la Iglesia romana como algo extranjero, un corrupto y reaccionario agente de opresión intelectual, empapado en la magia y la superstición. No podían soportar que regresara”. ¿Era realmente tan mala la Iglesia Católica Romana en Inglaterra en el siglo XVI?

— Jenkins es un columnista dotado y que hace reflexionar, pero en ese comentario manifiesta ignorancia en tantos niveles que es difícil saber por dónde empezar. Si sustituimos “siglo XVI” por “siglo XVIII”, entonces tendría algún sentido. Porque una de las consecuencias más dramáticas de la Reforma en Inglaterra fue precisamente crear este sentido de ver como algo extraño el catolicismo que, hasta 1550, había sido tal vez la fuerza más importante en la conformación de la cultura inglesa.

Y también la unificación política de Gran Bretaña durante los dos siglos siguientes a la ruptura de Enrique VIII con Roma se puede considerar como otra de las consecuencias trascendentales de la Reforma inglesa. ¡Nadie hablaba de “británicos” a finales del siglo XVI! ¡Los ingleses no imaginaban su Iglesia como “la Iglesia romana”: en efecto, tendían a llamarla la “Iglesia de Inglaterra”!

No tenían ningún concepto de “progreso” con el que criticar a una Iglesia calificándola de “reaccionaria”. Y no tenían ningún concepto de libertad de expresión como para resentirse por “la opresión intelectual” de una hegemonía cultural que la inmensa mayoría de ellos suscribía. El catolicismo era para ellos una parte tan importante de la atmósfera cultural en la que vivían y respiraban como lo es para nosotros la doctrina de los derechos humanos.

El tercer volumen de la trilogía de Hilary Mantel sobre Thomas Cromwell, El espejo y la luz, se publicará a finales de este año. Puede que sea ya un poco tarde, pero ¿tiene Vd. algún consejo que darle sobre cómo resumir la vida del primer ministro de Enrique VIII?

— Yo no me atrevería a ofrecer asesoramiento a una escritora de la talla de Mantel.


Richard Rex es Reader in Reformation History en la Universidad de Cambridge, y Fellow de Queens’ College de la misma universidad. Se ha especializado en la historia del reinado y de la Iglesia de Inglaterra bajo Enrique VIII. Sus intereses de investigación incluyen la Reforma en Inglaterra y Europa, la historia de los Tudor, y los Lollards, un movimiento religioso disidente inglés de finales de la Edad Media.

[*] Mark Rylance es el actor que interpreta a Thomas Cromwell en la miniserie de la BBC basada en las obras de Hilary Mantel, emitida en enero de 2015.
[**] Paul Scofield interpretó el personaje de Moro en la obra de teatro de Robert Bolt Un hombre para la eternidad y en la película del mismo título dirigida por Fred Zinnemann.

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