Sorprendente, original, fresca, atrevida, rigurosa, profunda, sensata, divertida… son algunos de los calificativos que se pueden dar a la obra de Fabrice Hadjadj, ensayista y profesor francés, hijo de padres judíos, convertido al catolicismo en 1998 y casado con la actriz de teatro Siffreine Michel. “Tengo una mujer y seis hijos –dice–, una hermosa familia además, y es obvio que esta situación me arranca de las ideologías y me lleva a lo real más concreto”. Y así es en verdad a la vista de lo que escribe.
Hadjadj mantiene que no hay principio anterior a la familia. Por lo tanto, no podemos explicarla ni justificarla, solamente podemos explicitar su presencia, puesto que es lo dado esencial. Y lo esencial no es susceptible de deconstrucción: “los que intentan destruir la familia han conservado tan bien el orden simbólico papá-mamá-bebé que su subversión sigue siendo sumisión y sus ofensivas presuponen homenajes inconscientes”. En muchos momentos de su obra, Hadjadj está polemizando con los que quieren reconstruir la familia a la manera que dicta su ideología.
La familia no se fundamenta, como se cree, en el amor, la educación y la libertad, sino que ella es el fundamento del amor, la educación y la libertad. La autoridad que se ejerce en la familia no tiene cualificación, pues no esperamos a ser buenos padres o buenas madres para tener un hijo; al contrario, la autoridad recibida aleja a los padres de la “obsesión pedagógica” e impulsa a ser más que a hacer. Así, en la familia se ejerce una libertad sin independencia, pues sus miembros dependen unos de otros, porque la familia no es un contrato: podemos cambiar de socio, pero no de hijo.
Los lazos familiares, el conyugal, el filial y el fraternal, no se fundamentan en una decisión, sino en un deseo. “El principio de la familia está en el sexo”, dice Hadjadj. Ese deseo nos lleva más allá de nosotros mismos. ¿Qué es, por tanto, una familia? El autor responde: “El cimiento carnal de la apertura a la trascendencia”. Y dice que intenta ser lo más serio posible cuando afirma que “la trascendencia está en nuestra ropa interior”. Hadjadj nos hace meditar con absoluta seriedad sobre nuestro vientre y bajo vientre, donde descubrimos la naturaleza relacional de nuestro ser.

Si bien la forma expositiva de Hadjadj puede resultar en algunos momentos sorprendente, la fundamentación antropológica es sólida. El ser humano, como ser nacido, es una novedad desconcertante, algo que descoloca a la moderna mentalidad tecnocrática, la cual quiere convertir la familia en un laboratorio, sustituir al padre por el experto, el abrazo apasionado por el tubo de ensayo y la mesa familiar por la tableta electrónica. La mesa familiar es, por excelencia, el lugar del reencuentro, de la hospitalidad, de la urbanidad, mientras que la tableta electrónica nos aísla, nos disloca y maleduca. Poner sobre la mesa (table en francés) la tableta no es una mera adición, pues acaba siendo una sustitución.
El autor de ¿Qué es una familia? mantiene, como Chesterton, que la familia es la institución anarquista por excelencia, porque es más antigua que la ley y es anterior al Estado. Es una institución sin institutores.
Un buen libro, que supone, como toda la obra de Fabrice Hadjadj, una ráfaga de aire fresco en un momento en que el pensamiento se halla ideologizado y tecnodirigido, en Francia y en el resto de Occidente.