Políticos franceses se oponen al «matrimonio gay»

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La provocación del diputado ecologista y alcalde de Bègles, Noël Mamère, que pretende celebrar una «boda gay» el 5 de junio (ver servicio 63/04), sigue suscitando reacciones en Francia. Tras la réplica inmediata del ministro de Justicia, también el de Economía, Nicolas Sarkozy, ha intervenido para afirmar que el matrimonio es otra cosa. En especial, ha surgido una polémica en el seno del Partido Socialista (PS), que ha decidido preparar una proposición de ley para permitir que los homosexuales se casen. Lionel Jospin, ex primer ministro, y otros socialistas señalados han manifestado públicamente su disconformidad.

La decisión del PS fue adoptada, sin votación, el 11 de mayo por el buró nacional del PS, a propuesta del primer secretario del partido, François Hollande. Además del matrimonio para parejas homosexuales, se discutió otra posible reforma legal para permitirles adoptar niños y darles la patria potestad conjunta. En este segundo tema, el PS se mostró más cauto, y optó por dejarlo estar hasta que tenga lugar «un largo debate».

Varios miembros del buró no ocultaron su discrepancia al término de la sesión (cfr. Le Monde, 13 de mayo). Entre ellos, hubo quienes se quejaron de que la idea estaba poco pensada y lamentaron que el PS hubiera hecho del «matrimonio gay» una prioridad artificial, dejando que la provocación de Mamère le fije el orden del día. Sobre el fondo de la cuestión se pronunció otra socialista, Ségolène Royal, ex ministra de la Familia, compañera de Hollande (tienen cuatro hijos pero no están casados). Royal explicó así en declaraciones a Le Monde su oposición al matrimonio y la adopción para homosexuales: «La familia y la autoridad parental son valores que es necesario reforzar en nuestra sociedad, donde una buena parte de los adolescentes sufre por la ausencia de adultos que ya no ejercen su papel de referentes». A su juicio, el marco legal para las parejas homosexuales no debe ir más allá del vigente pacto civil de solidaridad (PACS), abierto a uniones de distintos tipos. Por tanto, añadió: «Si se trata de mejorar un contrato civil en favor de la igualdad de derechos, sí. Si se trata de una confusión de los puntos de referencia y una provocación injustificada a las convicciones familiares y religiosas, no».

Royal advirtió también contra el peligro de que se aborte el debate tapando la boca a los disidentes. «No es ser homófobo ni reaccionario -dijo- creer que son respetables y legítimas las opiniones de quienes mantienen reservas sobre el matrimonio homosexual». El mismo aviso dio poco después Lionel Jospin, que entre los socialistas ha tenido la intervención más destacada en la polémica.

Jospin, en defensa del matrimonio

En un artículo publicado en Le Journal du Dimanche (16 de mayo), Jospin, que era primer ministro en 1999 cuando se aprobó el PACS (cfr. servicio 146/99), reclama en primer lugar «la libertad de debatir verdaderamente». En la izquierda, dice, los tabúes no siempre están donde cabría esperar. «Veo que se esboza una nueva tentación bienpensante, incluso un temor a ser acusado de homofobia, que podrían impedir que el debate se desarrolle honestamente. Pero se puede reprobar y combatir la homofobia y a la vez no ser favorable al matrimonio homosexual, como es mi caso».

Al explicar su postura, Jospin insiste en que no se deben confundir los deseos individuales con las leyes e instituciones. «En el debate que se ha iniciado, oigo hablar de deseos, de rechazo a las discriminaciones, de derecho al niño -cuando se debería poner por delante el derecho del niño- y de igualdad de derechos, como si el principio de igualdad de derechos debiera anular toda diferencia. En cambio, he oído hablar poco de instituciones, que es lo esencial». Precisamente ahora, prosigue, cuando preocupa la crisis de las instituciones, con la consiguiente pérdida de puntos de referencia, es menos procedente que nunca negar su sentido y su significado. Pues bien, «el matrimonio es, en su principio y como institución, ‘la unión de un hombre y una mujer’. Esta definición no obedece al azar. Ante todo remite no a una inclinación sexual, sino a la dualidad de sexos que caracteriza nuestra existencia y que es la condición de la procreación y, por tanto, de la perpetuación de la humanidad».

En efecto, prosigue Jospin, «el género humano no está dividido entre heterosexuales y homosexuales -ahí se trata de una preferencia-, sino entre hombres y mujeres». Por su parte, «el niño no es un bien que pueda procurarse una pareja heterosexual u homosexual: es una persona nacida de la unión entre un hombre y una mujer». En fin, no se puede desnaturalizar el matrimonio para dar cabida en él a otras opciones: «Se puede respetar la preferencia amorosa de cada uno sin institucionalizar automáticamente las costumbres».

También el ministro Sarkozy, en una entrevista para Le Figaro (17 de mayo), se ha pronunciado en contra de la iniciativa del PS. «Es un error decir que el matrimonio se puede adaptar a la pareja homosexual», declara. «El matrimonio civil es ante todo una organización jurídica para dar a los niños un marco y una protección. Pero, hasta donde yo sé, los homosexuales no tienen posibilidad de engendrar hijos». Sarkozy no niega que las parejas homosexuales tengan deseo de durar o aspiración a reconocimiento social; pero la paternidad y el matrimonio, precisa, son asuntos distintos. Para tener hijos, hace falta un hombre y una mujer. «Eso no funciona con dos hombres ni con dos mujeres». Así, «otorgar a los homosexuales derecho a la adopción o a la inseminación sería ir contra una realidad que es la de la misma especie humana».

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