¿Nuevas enfermedades o más aprensivos?

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Mientras la gestación y el alumbramiento de un príncipe disparan la información sobre el embarazo y centran el foco de atención en los cuidados maternos, las nuevas tecnologías generan estudios sobre hipersensibilidad electromagnética y despiertan síntomas dormidos entre los usuarios más hipocondriacos. O la cultura de la prevención nos ha hecho más vulnerables o la medicalización consigue captar clientes cada año con nuevas estrategias; la realidad es que continuamente aparecen enfermedades y riesgos desconocidos hace una década que ahora requieren atención y tratamiento.

El último capítulo de este proceso es la ampliación de los síntomas del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en la quinta edición del manual de enfermedades mentales que utiliza la Asociación Americana de Psiquiatría. En adelante, con el respaldo del DSM-5 –así se denomina la guía–, ya no es necesario encontrar la serie de indicadores fijos que incapacitan para el trabajo o la conducción y determinan el síndrome, es suficiente padecer “síntomas ocasionales de falta de atención que causan angustia o incapacidad”. Un disgusto que impide la concentración, una contrariedad que distrae… solo eso basta para ser paciente de una enfermedad mental.

Tras recibir una información sensacionalista sobre los peligros de nuevas tecnologías, algunas personas han desarrollado efectos de una enfermedad de la que hasta ese momento ni tenían noticia

Achaques de moda
La ampliación del cuadro diagnóstico sobre el TDAH tendrá sin duda consecuencias entre médicos y pacientes, como en su momento ocurrió con la mayor publicidad dada al trastorno bipolar. “Todo esto contribuirá a un aumento continuado de los diagnósticos de enfermedades”, afirma Leonard Sax, médico y psicólogo, en un artículo en The Wall Street Journal. Sax recuerda que entre 1994 y 2003 el número de diagnósticos de bipolaridad se multiplicó por cuarenta, especialmente entre niños y adolescentes, “algo peculiar de Norteamérica, pues en el mismo periodo, la proporción de niños diagnosticados con esa enfermedad en Alemania descendía”, y en casi ningún país de Europa se considera el trastorno bipolar como mal diagnosticable a edades tempranas.

A los achaques puestos de moda por el cambio de clasificaciones médicas, se une la aparición de trastornos que divulgan o amplifican los medios de comunicación y que suelen tener que ver con aficiones recientes. Pero no siempre los supuestos males responden a algo real. Un estudio realizado en la Universidad Johannes Gutenberg en Mainz (Alemania) revelaba que tras recibir una información sensacionalista sobre nuevas tecnologías, algunas personas han anticipado o desarrollado efectos de una enfermedad de la que hasta ese momento ni tenían noticia.

El estudio trataba sobre hipersensibilidad electromagnética derivada de los campos que generan los móviles o las conexiones wi-fi; una vez divulgado, se realizaron unas pruebas falsas a los usuarios, en las que, a propósito, no se les expuso a ningún riesgo. A pesar de no existir conexiones activas a Internet durante el experimento, una buena parte sufrió la consecuencia anunciada. El ensayo terminó demostrando que hay más aprensivos de lo que parece; muchos sufrieron algo similar a lo que se conoce como “efecto nocebo”, es decir, acusar efectos secundarios de un fármaco que no llega a recibirse pues se sustituye por un placebo.

Algunas personas –según recoge ABC– se retiraron de la prueba con agitación, ansiedad, hormigueo y dolores de cabeza, exactamente los aspectos detallados en la investigación sobre wi-fi e hipersensibilidad. Es cierto que hay personas impresionables, pero los síntomas y enfermedades se multiplican desde que se da mayor importancia a la salud y al bienestar, y proliferan las secciones especializadas en radio, televisión y publicaciones más o menos sensacionalistas.

Continuamente aparecen enfermedades y riesgos desconocidos hace una década que ahora requieren atención y tratamiento

Consejos a embarazadas
Si los contenidos de programas y revistas inciden en las audiencias, también los sucesos de actualidad traen a la palestra hábitos de salud, que pasan a ser de debate público. El embarazo reciente de Kate Middleton y el nacimiento del príncipe George ha puesto en el punto de mira las costumbres que siguen las embarazadas, la repercusión que algunas conductas tienen en la salud del feto y el mejor modo de alimentar o cambiar los pañales a un recién nacido. La asociación de matronas de Gran Bretaña ha aprovechado para recordar las bondades de la lactancia materna y llamar la atención sobre la caída de esta práctica, que recomiendan vivamente durante los seis primeros meses de vida del niño.

Con este motivo y en pocas semanas, The Telegraph daba las diez razones por las que no era posible recuperar las cifras de hace años –no se dan orientaciones prácticas a las madres novatas, ni ayudas, ni reconocimiento público– y, a la vez, una madre emprendía una campaña a favor de esta práctica, animando a un flashmob a través de Internet y convocando a más de medio centenar de compañeras a alimentar a sus hijos en un lugar céntrico de Brighton. “Quise hacer algo a favor del reconocimiento de la lactancia”, explicaba Claire Jones Hughes a The Guardian, disgustada porque alguien le advirtió que su presencia no era grata mientras daba de mamar a su hijo en una cafetería.

Para animar el debate varios investigadores del University College London difundieron por esas fechas sus conclusiones sobre un estudio que relaciona la leche materna con las posibilidades de acceder a un mayor estatus social. Según las conclusiones, la alimentación natural facilitó que unas 30.000 personas consiguieran reforzar su capacidad cerebral y reducir la ansiedad años después, algo realmente difícil de comprobar.

Infantilismo
Pero no todos los consejos se plantean o reciben de igual manera. Hay asociaciones de profesionales sanitarios que se ven en la obligación de promover la prevención y los hábitos saludables, a veces con demasiado énfasis y con poca perspectiva. Algo de esto sucedió al Royal College of Obstetricians and Gynaecologists de Inglaterra, con un informe divulgado en junio pasado sobre salud del bebé y la exposición a productos químicos durante el embarazo. La batería de consejos ante unos riesgos “potenciales, pero no comprobados, para el niño” ha levantado protestas por considerarlo excesivamente paternalista e intervencionista.

Muchas madres se sintieron irritadas por el tono del informe, que les recordaba –como si no lo supieran– que son “las guardianas de la salud de sus hijos”. La repercusión del uso de comida o bebida enlatada, cosméticos, productos de menaje y otros similares en el desarrollo del niño es algo que deberían evitar; sin embargo, en las condiciones de vida actuales y sin mas alternativas, la propuestas no dejaban de parecer voluntaristas.

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