«No se puede dejar la vida humana a la libertad total de los científicos»

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El Dr. Manuel de Santiago comenta un reciente «Informe sobre clonación»
El debate sobre la clonación humana, avivado desde el logro de la oveja Dolly, animó al Instituto de Bioética de la Fundación de Ciencias de la Salud a elaborar un informe de carácter pluridisciplinar, con la participación de expertos y la convocatoria pública de instituciones y particulares. El doctor Manuel de Santiago (1), endocrinólogo y vicepresidente de la Asociación Española de Bioética y Ética Médica, explica en esta entrevista las principales conclusiones del Informe sobre clonación (2), en el que ha participado activamente.

— ¿Podría resumir las principales aportaciones de este informe?

— El informe sobre la clonación ofrece una perspectiva amplia y rica, en gran medida desconocida por la sociedad, de todos los aspectos científicos, históricos, jurídicos e incluso sociales de esta técnica. También se analizan los problemas éticos de la clonación. En su elaboración han participado profesionales de origen y de bagage intelectual diferente, procendentes del mundo de la ciencia -Juan Ramón Lacadena, Carlos Alonso Bedate, José María Mato, Eduardo Roldán o Gonzalo París-; juristas eminentes, como es el caso de Carlos María Romeo Casabona y Héctor Gros, y finalmente lo que podríamos llamar bioeticistas: el director del Instituto de Bioética -el profesor Diego Gracia-, Javier Gafo, el doctor Júdez y yo mismo. La vertiente social fue asumida por Rafael Pardo Avellaneda.

El Dr. Manuel de Santiago

— Hasta hace poco tiempo la clonación pertenecía al ámbito de la literatura o del cine, ¿Cómo se llega al momento actual?

— La clonación, que se incorpora al acervo de las técnicas científicas de este final de siglo, es el resultado del creciente dominio del hombre y de la ciencia sobre la dimensión material del principio de la vida. Se abre la posibilidad de modificar y manipular el genoma, y de ahí se derivan perspectivas inimaginables en campos muy diversos de la biología. No sólo en la dimensión de ciencia ficción, con la que actualmente la identifica la mayoría del público. Después del trabajo realizado en el Comité de Expertos sobre Bioética y Clonación podría decirse que hay un consenso general en el grupo de que, como técnica, la clonación es algo neutro. Su moralidad dependerá de la finalidad a la que se oriente.

Tres formas de clonación

— Desde el punto de vista científico, ¿cómo se define la clonación?

— El documento es original en la parte científica y establece tres modelos de clonación: por primera vez, se denomina gemelación artificial a la partición del embrión o la separación de blastómeros: así se obtienen individuos idénticos entre sí, aunque no a sus progenitores. Se entiende por paraclonación la transferencia de un núcleo de célula embrionaria a un ovocito. que actúa de «nodriza». Y, por último, se califica como clonación verdadera al trasplante del núcleo de una célula somática al interior de un ovocito enucleado. Esta es la técnica que se utilizó en el caso de la oveja Dolly, que resultó prácticamente idéntica a su único progenitor.

— Estas técnicas se han aplicado con más o menos éxito en los mamíferos. Pero ¿ya están disponibles para los humanos?

— El documento hace clara advertencia de que todas estas técnicas están en una fase muy de experimentación y, por tanto, ninguna de las afirmaciones que se hagan, por ejemplo, sobre la moralidad de su aplicación, tendrá validez hasta el día en que sean perfectamente dominadas por la ciencia: es decir, cuando no se ponga en peligro de manera sistemática la vida del embrión o del cigoto, o no se den anomalías genéticas. Como la ciencia camina muy deprisa, esto puede ocurrir en cualquier momento. Pienso que en diez, quince o veinte años se podría llegar a un dominio avanzado de la técnica de la clonación.

— Usted ha participado directamente en el capítulo del estatuto ético de la clonación. ¿Qué alcance tienen las recomendaciones del informe?

— Hay un hecho evidente: las conclusiones que se reúnen en el documento no son las que yo enteramente suscribo. Cuando se participa en un debate de éstos, el resultado final tiene siempre algo de relativo, de desacuerdo respecto de las posiciones originarias de cada uno y con eso se cuenta. De todas maneras, el documento en líneas generales representa un paso positivo, en el sentido de que alerta a que toda intervención sobre el principio de la vida humana debe venir marcada por una extremada prudencia y, sobre todo, cuando se trate de manipulaciones que, en definitiva, no persigan la prevención o la curación de posibles enfemedades presentes en el cigoto.

Estatuto del embrión

— ¿Cuál ha sido el modelo ético de partida?

— Al plantearnos la definición del modelo ético, en el Comité resultó mayoritario el criterio de la responsabilidad. Lo que se ha venido a denominar, después de Weber, la ética de la responsabilidad: un modelo ético basado en el análisis moral de las consecuencias. También se utilizó un modelo dialógico: se intercambiaban discursos para llegar a acuerdos. Una verdadera deliberación. Si los acuerdos eran mayoritarios se asumían en el texto. Se trata de un modelo extraordinariamente válido para un conjunto de decisiones morales trascendentes en campos como la política, el desarrollo de leyes, etc. Sin embargo, ofrece serias dificultades cuando, como ocurre en este caso, se incide en el cigoto humano: una materia en la no había acuerdo acerca de su significado.

— La clonación ya sea por gemelación o por transferencia de núcleos remite directamente al embrión, un asunto en el que las posturas se distancian…

— En el comité estaba presente la misma dificultad sobre el estatuto antropológico del embrión que hoy se observa en la sociedad. Para unos, la vida humana comienza en la fecundación, pero la individualidad del ser humano sólo tiene lugar tras la implantación. Para otros, ni siquiera la implantación establece con claridad la condición de individuo humano. Por otra parte, algunos, como yo, creemos que la vida humana comienza en el momento de la fecundación, pero no sólo comienza la vida humana sino la existencia de una persona. El cigoto ya es individuo humano, no sólo vida sino también persona. En mi opinión, no persona de una manera ingenua, simplista, sino como personeidad, en el sentido zubiriano. Por eso, tiene derechos inalienables y el más importante de todos es el derecho a la vida, a la supervivencia.

— ¿Y cómo se resuelve esa disparidad?

— Puesto que este tema del estatuto antropológico del embrión dividió completamente al comité, se estimó que había que superarlo sin entrar en él. Intentamos llegar a acuerdos morales sobre clonación sin debatir el significado del cigoto. Se llegó a un doble consenso: siempre que el documento afirma algo en lo que todos estamos de acuerdo, se dice que hay unanimidad y cuando alguien mostraba sus reservas, se decía, en cambio, que el acuerdo se alcanzaba mayoritariamente. Por otra parte, el documento también hace énfasis en otra interpretación que ya procede de la tradición moral sobre deberes perfectos e imperfectos. Desde esta óptica, hay determinados deberes o creencias que, aun representando una posición de excelencia y de proximidad a la verdad, no se pueden imponer a la sociedad. Así, el documento apuesta por exhortar la excelencia del respeto radical a la vida del embrión -respeto que supone su no manipulación-, pero, al mismo tiempo, establece que ese criterio no se puede imponer, es decir, que no se puede prohibir totalmente cualquier género de manipulación.

No a la clonación verdadera

— ¿Qué se recomienda sobre la gemelación artificial, es decir, la obtención de gemelos humanos por partición de un embrión?

— El documento asume que la gemelación artificial, que hoy se practica en animales, puede ser moralmente aceptable, como última posibilidad, en caso de esterilidad, cuando hayan fallado las demás técnicas. Por ejemplo, para mujeres que tengan muy pocos ovocitos. En esos casos extremos podría ser legítimo el uso de esta técnica. Como puede comprenderse, para quienes defendemos que en el cigoto ya está presente una vida individual, esta posición no podía ser asumida y éste fue mi caso.

— ¿Y sobre la paraclonación?

— El documento asume que la paraclonación -transferencia de núcleos de células embrionarias a un ovocito, que posteriormente se implanta- podría tener alguna utilidad en el futuro dentro de muchos años, para evitar la transmisión de enfermedades hereditarias, presentes en las mitocondrias del citoplasma celular original.

— Finalmente, ¿cómo se valora éticamente la posibilidad de crear un individuo con una constitución genética idéntica a la de otro ya adulto?

— El documento prácticamente rechaza esta posibilidad, que se denomina clonación verdadera. Pero la rechaza en este momento; no es un rechazo radical. Mi posición fue de desacuerdo con el relativismo que está presente en esta parte del documento. La clonación verdadera se desaconseja, pero no porque el óvulo fecundado constituya el principio de la vida y sea un individuo humano y personeidad, en el sentido que ya expliqué, sino por una serie de argumentos o razones de conveniencia.

— ¿Por qué se rechaza entonces la clonación verdadera?

— Se dan cinco razones, que no son definitivas: la no conveniencia de que una persona determine los factores genéticos de otro ser humano; la agresión que supone para un individuo humano el ser genéticamente idéntico a otro ya nacido, que le irá adelantando parte de su propia biografía; la lesión que esa identidad genética, anticipada en el tiempo, puede suponer para la intimidad y el derecho de todo ser humano a ignorar su devenir biológico; el carácter discutible e incluso censurable de los deseos de las personas que aspiran a conseguir copias de sí mismas; y finalmente, las posibles distorsiones de las relaciones parentales y familiares que podrían sufrir los niños nacidos por esta técnica. El documento dice que ninguna de estas razones tiene por sí misma carácter definitivo, pero que juntas son fuertes y poderosas para desconsejar en este momento, de manera total, la clonación verdadera.

¿Quién pone los límites?

— ¿Y la clonación no reproductiva, por ejemplo, para fines de tipo médico o para generar tejidos destinados al trasplante?

— En este tema de la clonación no reproductiva, es decir, para uso médico o trasplante, el acuerdo fue bastante universal y se desaconseja esta vía, aunque no llega a prohibirse. Se propone, como alternativa clara, el cultivo de células madres -células troncales- presentes en muchos tejidos. Su evolución no daría lugar al nacimiento de una persona y, por tanto, recurrir a estas células plantea objeciones morales menores.

— El informe considera que la sociedad española es optimista sobre el avance de la ciencia. Pero ¿qué opinan los ciudadanos sobre la clonación humana?

— En el capítulo redactado por Pardo Avellaneda, el documento pone de manifiesto que la sociedad española, en este momento y de una manera muy consistente, está absolutamente en contra de la clonación verdadera. El rechazo parece responder a la necesidad de establecer un límite en la intervención de los científicos sobre el ser humano. El seminario hizo participar a toda la sociedad y, en general, fue visible una mayoritaria oposición moral a la clonación.

— Y en el ámbito jurídico, ¿se han de dar muchos pasos todavía?

— El documento se abre a una espléndida argumentación de tipo jurídico. Se propugnan reformas y se afirma la conveniencia de que los poderes públicos entren en el estatuto del embrión humano, para lograr una definición más clara. También hay una recomendación -de la que yo no participo-, que afirma que los poderes públicos no deberían descartar, en el futuro, la posibilidad de eliminar la prohibición de la clonación reproductiva, como procedimiento frente a la infertilidad de la pareja.

La sociedad tiene algo que decir

— ¿Cómo podrían los ciudadanos mejorar su información sobre el trabajo de los científicos e incluso, si es el caso, mostrar su disconformidad con algunas líneas de investigación?

— Este tema separa hoy día a la comunidad científica de la sociedad, porque entre los científicos prevalece una concepción liberal de su trabajo. Consideran que son ellos los que deben ponerse los límites. Frente a esa posición, el Instituto de Bioética propone que no se puede dejar la vida humana a la libertad total de los científicos. Yo diría que ni la vida humana ni otros asuntos que también tengan que ver con el bien común. Por tanto, la sociedad debe intervenir y orientar claramente acerca de los caminos legítimos e ilegítimos en la investigación científica. Un modo práctico de esta intervención puede ser la realización de seminarios. Es elogiable, en este sentido, la perspectiva que la Fundación de Ciencias de la Salud está promoviendo, como es financiar generosamente la presencia de la sociedad en estos debates.

— ¿Hasta qué punto se identifica con las conclusiones y recomendaciones del informe sobre clonación?

— El informe no representa exactamente mi posición como miembro de este seminario. En realidad, es el informe de un Instituto de Bioética, que forma parte de la Fundación de Ciencias para la Salud. Todos los capítulos del libro fueron elaborados de manera conjunta, aunque en cada uno existió un redactor que elaboraba los textos que se debatían en cada sesión de trabajo -modificados, transformados e incluso cambiados radicalmente-. Por eso, se puede decir que el documento, rigurosamente, no es de nadie y es un poco de todos.

M. Ángeles Burguera_________________________(1) El doctor Manuel de Santiago es Profesor Asociado de Endocrinología y director del Programa de Ética y Deontología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.(2) Las conclusiones y recomendaciones del Informe se han publicado en Eidon (Madrid, junio-septiembre 1999. Más información en la Fundación de Ciencias de la Salud: Avda. Pío XII, 14, 28016 Madrid; tel. 91 353 01 50; <http://www.fcs.es>.

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