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Malos días para el bitcoin

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El bitcoin, la moneda virtual que no hace mucho prometía ser el medio de pago ideal para quitar trabas a las transacciones y garantizarles las más sólida seguridad, no está en su mejor momento. Más exactamente, se está depreciando a una velocidad de vértigo: si el 18 de noviembre se cotizaba a 5.000 dólares, 10 días después había descendido hasta los 3.752.

El descenso tan brusco del bitcoin puede inducir a muchos a asociar el concepto de criptomoneda con el de “ruina financiera”

La diferencia no parece muy notable, pero sí cuando se compara el precio actual con el que tenía un año atrás: el 16 de diciembre de 2017 se daban 19.499 dólares por bitcoin. Con tantos números positivos, pasó a ser en la práctica, más que una moneda, un bien de los que se adquieren y se dejan tranquilitos en casa, como un pesado lingote que a nadie se le ocurre llevar para comprar pan o patatas. Siempre, indefectiblemente, aumentaría su valor, pensaban muchos. Era “el futuro”.

Cuando este llegue, se verá, pero ahora mismo va a la baja, tanto como otras criptomonedas. El ethereum, por ejemplo, tenía un valor de 1.262 dólares el pasado 16 de enero, y el 28 de noviembre había descendido a 115 dólares. Otra más, el ripple, que tenía un precio de 3,65 dólares el 4 de enero, ahora mismo se compra por 0,35 dólares. Y claro, con las flechas apuntando hacia abajo, el bolsillo de los que invirtieron con la esperanza de sacar tajada se resiente.

El inglés Pete Roberts, de Nottingham, cuenta al New York Times que colocó 23.000 dólares en varias de estas monedas virtuales y se le convirtieron, por arte de magia, en… solo 4.000. “Me atrapó el miedo a perderme la acción y la oportunidad de hacer dinero fácil. Las pérdidas me han dejado prácticamente en la ruina”, confiesa al diario.

Justo ese “miedo a perderse la acción” habrá empujado también a muchos otros que no sabían a derechas en qué se metían, y que ahora deben de estar lamentando tanto arrojo.

Temores de unos, desinterés de otros

Sobre el entusiasmo inicial con las criptomonedas –que en algún momento harían innecesarios a los bancos–, un joven experto en finanzas e inversor en aquellas, Eduardo M., explicaba a Aceprensa en enero: “Para la gente, la sensación es que entra mucho dinero sin ton ni son, pero no entienden realmente qué están comprando. Hay una barrera tecnológica muy fuerte para que todo el mundo lo comprenda. Yo sé qué es el bitcoin, el blockchain (1), qué problemas tiene, etc., pero la gran mayoría no sabe absolutamente nada de esto. Se meten aquí porque creen que sube. En el momento en que la curva cambie, probablemente bajará tan rápido como ha subido y se producirá el pánico”.

Ese momento parece haber llegado. Las causas, varias. Steven Russolillo, analista financiero del Wall Street Journal cita, por ejemplo, el temor que ha desatado la escisión, respecto a Bitcoin, de una criptomoneda más pequeña: Bitcoin Cash, suceso que habría provocado el alejamiento de inversores.

Teóricamente, las monedas virtuales nacieron para resolver problemas del mundo real, pero este no muestra demasiado interés por ellas

De igual modo, muchos “mineros”, a saber, informáticos que crean los bitcoins desde sus ordenadores mediante complejas operaciones matemáticas –que además implican un gasto brutal de energía eléctrica–, han perdido interés en el negocio. Cada vez que los mineros validan una cadena de bloques de esas operaciones, se les recompensa con satoshis (fracciones de la criptomoneda), pero la potencia de la red Bitcoin para procesar los millones de ecuaciones necesarias ha caído, por lo que ya muchos sopesan si el pago compensa realmente el esfuerzo y el gasto.

Sin regulación, precios inflados

Nathaniel Popper, en el New York Times, añade otras razones de la decadencia. Coincide con Russolillo en que la colegialidad, el trabajo conjunto de los miembros de Bitcoin para mejorar el software de la criptomoneda, ha fallado, y es lo que revela la propia creación de Bitcoin Cash, cuyos seguidores “tienen sus propios desacuerdos. Esta semana –la del 21 de noviembre–, se dividieron en dos grupos: Bitcoin ABC y Bitcoin SV”.

Advierte Popper además que, con las criptomonedas, se confía imprudentemente en una infraestructura desregulada, lo que ha permitido a algunos, sin mayor supervisión externa, crear mecanismos para inflar sus precios. Asimismo señala que los gobiernos ya se están interesando en poner algo de control en el asunto, de lo que son muestra las severas multas impuestas a algunas compañías que vendían criptomonedas sin cumplir con las normas de seguridad correspondientes.

El temor a no beneficiarse del “boom” del bitcoin llevó a muchos a invertir en un producto que no conocían

Por último, algo a lo que ya se ha aludido: que las monedas virtuales nacieron, teóricamente, para resolver problemas del mundo real, pero el mundo real no muestra demasiado interés por ellas. “Se suponía que el bitcoin haría más fácil el envío de pagos instantáneos a través de las fronteras. Que el ethereum iba a crear una especie de superordenador global. Miles de otros activos fueron diseñados para propósitos elevados. Pero hasta ahora para lo único que se han utilizado todos es para el comercio especulativo”.

Roma no se levantó en un día

¿Lograrán el bitcoin et al. variar el sentido de la curva de cotización y atraer a nuevos inversores? Hay gente optimista. Uno de este grupo es Fred Wilson, que estuvo entre los primeros que abrazó el bitcoin y le destinó un dinerito. En su blog opina que, para mejor comprender la situación actual, hay que enterarse de qué ha ocurrido con otras ideas innovadoras en tecnología.

Como Amazon, por ejemplo. Las acciones de esta empresa se cotizaban a 90 dólares antes del estallido de la burbuja de 1999, pero se desplomaron a 6 dólares dos años después. “Fue una época brutal, en la que nuestra fe en Internet y en sus potencialidades fue sometida a dura prueba. Muchos amigos y colegas abandonaron el sector y nunca regresaron”. Pero “quienes se quedaron fueron recompensados”, sentencia. “Tenemos que hacer lo que hizo Amazon: recogerse, crear valor y sobrevivir. Creo que las cosas empeorarán antes de mejorar”.

Puede suceder, pero para que las criptomonedas vuelvan a seducir como lo hicieron, tal vez haya que desempolvar su razón de ser original: la de servir como medio de pago real, no como “lingotes” inmóviles con los cuales especular, y que los gobiernos pongan algo más de control sobre los que “controlan”.

De momento, algunos aconsejan esperar que pase el vendaval. Según Popper, el descenso tan brusco de los precios puede llevar a que muchos de los que invirtieron en criptomonedas, terminen asociando este concepto con el de ruina financiera, “y que lo hagan durante mucho tiempo”.

Tendrán que tomar nota: Amazon, como Roma, no se levantó en un día. Para llegar a donde está hoy, con seguridad tuvo que hacerse algunos replanteos. Las comunidades detrás de monedas virtuales, pasados los momentos de euforia, deberán seguir una estrategia similar.

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(1) El blockchain, a veces descrito como una hoja de cálculo, es una cadena de bloques en la nube, en la que el minero inserta el bloque de miles de transacciones que ha validado, y que “crean” el bitcoin.

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