¿Madre no hay más que una?

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Sobre la adopción por parejas de homosexuales
Uno de los temas estrella de los últimos días ha sido la noticia de que una juez de Navarra ha autorizado la adopción de dos niñas gemelas por la compañera sentimental de su madre biológica. Las dos mujeres, lesbianas, viven juntas, y querían tener hijos comunes. Una de ellas se somete a inseminación artificial con semen de donante, de la que nacen dos niñas gemelas. La compañera de la madre biológica solicita la adopción, que le es concedida. El resultado es que las niñas jurídicamente tienen dos madres, y ningún padre.

El caso llama la atención por paradójico. Por un lado, las dos mujeres que conviven desean ser madres, pero, por otro lado, han optado, libre y voluntariamente, por un modelo de relaciones afectivas y sexuales estructuralmente estéril: la esterilidad no es consecuencia de una enfermedad que deba ser curada, sino de esa elección que, en sí misma, excluye la maternidad. Conviene advertir que ese deseo de maternidad no ha sido tan fuerte como para optar por el modelo que tiene como consecuencia natural la maternidad.

Cabe también subrayar que los hechos relatados han sido posibles gracias a un conjunto de reformas legales, polémicas todas ellas: así, la posibilidad de que mujeres solas puedan recurrir legalmente a las técnicas de reproducción asistida, el anonimato legal de los donantes de semen, y las reglas sobre adopción contenidas tanto en el Código civil como en la Ley navarra sobre parejas de hecho. Lo que queda claro, en todo caso, es que de lo que se ha tratado es de satisfacer el deseo de las dos mujeres convivientes de tener hijos comunes (aunque sea solo desde el punto de vista jurídico, porque está claro que biológicamente no lo son).

El interés del menor

Esto suscita ya una primera duda: queda claro que se ha atendido a los deseos de las convivientes, pero ¿dónde queda, en este planteamiento, el superior interés del menor, que es la piedra angular de la adopción? ¿Qué interés relevante de las dos niñas imponía, o aún aconsejaba la adopción? Ciertamente, el Auto que acuerda la adopción se refiere a ese interés, pero solo justifica la aparente idoneidad de las convivientes, y no que el interés de las menores sea precisamente el ser adoptadas por la pareja de su madre biológica, es decir, tener dos madres.

Es habitual afirmar que con esta adopción quedarían mejor protegidas las niñas para el caso de que fallezca la madre biológica, pero lo cierto es que al mismo resultado se podría haber llegado sin necesidad de establecer una adopción: por ejemplo, mediante la designación como tutora de la otra conviviente, para el caso de fallecimiento de la madre biológica. Tampoco se hace referencia (y debió haberse hecho) a los eventuales problemas que podría tener para el desarrollo posterior de las niñas adoptadas el hecho de tener dos «madres», y de educarse en un hogar tan singularizado. Sobre ello hay una fuerte discusión, en la que no faltan estudios que afirman que tales problemas no existen; pero esas conclusiones han sido impugnadas en otros trabajos, por basarse en presupuestos metodológicos muy endebles; y no faltan prestigiosos especialistas que sostienen que estaríamos ante adopciones potencialmente muy conflictivas. A falta de conclusiones firmes, la prudencia aconseja no jugar con la vida y la educación de los menores.

Discriminación a favor de las lesbianas

Cabría también afirmar que es mejor que crezcan bajo la atención de dos personas que cuiden de ellas, pero en tal caso las perplejidades suben de tono. Si lo mejor es que un niño esté atendido por dos personas (típicamente, padre y madre), ¿por qué se admite la inseminación artificial de mujer sola, y el anonimato del donante de semen? Porque ambas cosas desembocan en una relación de filiación con un solo progenitor. Y si ésta es admisible, ¿por qué después, olvidando lo anterior, se afirma que son necesarias dos personas, o que es mejor que estén atendidas por dos personas?

Desde otro punto de vista, ya más general, lo que se presenta como una medida dirigida a evitar la discriminación de las parejas homosexuales, consagra en realidad una discriminación en su favor, derivada precisamente de su condición homosexual. Ello, desde dos puntos de vista. En primer lugar, porque si estuviéramos ante el caso de dos hermanas que viven juntas, una de las cuales quisiera adoptar a las hijas de la otra, tal cosa no sería posible: ¿por qué dos hermanas no, y dos lesbianas sí? La respuesta es: porque son lesbianas. Las discriminadas son, pues, las hermanas, y las favorecidas son las lesbianas, que pueden hacer lo que cualesquiera otras dos personas del mismo sexo, que vivan juntas establemente, no pueden hacer.

En segundo lugar, porque está comprobado sociológicamente que la estabilidad de las parejas homosexuales es muy débil: menos del 30% superan los cinco años de convivencia (a los que casi llegan las dos «madres» navarras, que conviven, según el Auto judicial, desde 1999). Pues bien, un riesgo de ruptura tal alto como el que genéricamente entrañan las uniones homosexuales, determinaría normalmente, tratándose de una unión heterosexual, que no se concediera la adopción: concederla en el caso de uniones homosexuales, sin atender a esos datos, supone darles un trato mejor que el que habitualmente se da a las parejas heterosexuales, incluidos los matrimonios.

Carlos Martínez de Aguirre es catedrático de Derecho Civil en la Universidad de Zaragoza.Carlos Martínez de AguirreLos pediatras y los estudios sobre hijos en parejas homosexualesA raíz del caso de la adopción de las lesbianas de Navarra, se han oído diversas opiniones por parte de pediatras y psicólogos. Lo más políticamente correcto, y por lo tanto lo menos comprometido, es afirmar que para el niño adoptado es lo mismo una familia con padre y madre que una pareja homosexual. Pero otros pediatras dan opiniones más matizadas.

El Prof. Alfonso Delgado, catedrático de Pediatría y Puericultura de la Universidad del País Vasco, recuerda que «cuando se trata de la adopción de un niño, en lo que debemos pensar fundamentalmente es en el bien y en la felicidad del adoptado; por esto debe buscarse el mejor perfil posible por parte de los padres adoptivos».

Hablando a título personal, sin pretender representar la opinión de los 9.000 miembros de la Asociación Nacional de Pediatría de la que es presidente, el Prof. Delgado cree que «lo mejor es que un niño venga adoptado por una familia tradicional con un padre y una madre y a ser posible con otros hijos, para que el niño adoptado se integre en una familia lo más amplia y completa posible». Puede haber otras opciones como un padre o una madre (familia uniparental) solteros o viudos que también pueden adoptar o incluso parejas homosexuales, que si la ley lo permiten pueden hacerlo; pero personalmente pienso que no es lo ideal, porque estoy convencido de que la inmensa mayoría de los humanos preferimos tener un padre y una madre, porque es lo habitual, lo normal».

A su vez, el Dr. Paulino Castells, psiquiatra y pediatra, con bastantes años de experiencia de problemas familiares en su consulta, autor de varios libros sobre niños y adolescentes, es de los que piensa que «el equilibrio familiar tiene una tipología de sexo que condiciona el desarrollo armónico de sus miembros». Por eso, «lo preferible para el niño adoptado es un padre y una madre, con funciones y sentimientos complementarios».

No comparte la opinión de que la condición sexual de los padres no afecta a la educación de los hijos. «Es como decir que la condición y la calidad humana de los progenitores (en la cual está contenida, obviamente, la sexualidad de cada uno) no interviene en la maduración de los críos. Es de sentido común que la condición sexual de los padres deja su impronta en el desarrollo de la sexualidad de sus hijos. ¿Acaso no son los padres modelos de identificación de sus retoños? ¿Se fijarán los hijos sólo en otras cualidades humanas de sus modelos parentales y dejarán de fijarse en sus inclinaciones sexuales?».

Según Castells, «la inclinación sexual de un hijo/a hacia una determinada dirección estará condicionada por lo que ve todo al día en su casa, a través de las muestras cotidianas de cariño y de amor que se prodigan entre sí ambos padres. Ejemplaridad que luego él/ella querrá imitar y emular en su vida amorosa».

El estudio español

Para justificar la adopción por parte de parejas homosexuales, se dice que los niños criados en estas parejas tienen el mismo desarrollo y no presentan más problemas que los de parejas heterosexuales. En estos días, esta innovadora tesis se ha hecho valer en la opinión pública recurriendo a «según los expertos» o «de acuerdo con estudios científicos…», sin más precisión. En realidad, son tesis aventuradas, pues escasos son los estudios científicos disponibles y presentan serias limitaciones metodológicas.

En España, solo se cita reiteradamente uno, quizá porque no se han realizado más. Es una investigación de María del Mar González, del Departamento de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla, publicado en 2002.

La primera limitación del estudio es la selección de la muestra. En este caso, como en otros estudios sobre hijos de homosexuales, las parejas evaluadas proceden de un grupo de voluntarios, seleccionados de un modo no aleatorio. El estudio español se basa en 28 familias (15 de Madrid y 13 de Andalucía), de diversa tipología: 15 eran lesbianas con hijos de parejas anteriores, 5 eran madres por inseminación artificial, 5 gays o lesbianas con hijos adoptados, y 3 homosexuales que convivían casi a diario con sus hijos aunque no tenían la custodia. También hay que tener en cuenta que, tras partir de 60 padres seleccionados, al final solo se analizó a menos de la mitad, con lo que una pérdida de muestra mayor del 50% puede suponer un sesgo significativo.

25 niños

El modo de selección de la muestra impide también que sea representativa del conjunto de parejas homosexuales: el 67% de los analizados eran padres universitarios, con una situación económica desahogada.

En total se estudiaron 25 niños, de entre 3 y 16 años, que residían en esos hogares. Al limitar la investigación a menores de 16 años, no se puede evaluar la repercusión de la homosexualidad de los padres en la identidad sexual de los hijos en una edad crítica.

Dadas las limitaciones de una muestra tan pequeña y seleccionada en esas condiciones, cabe preguntarse si este estudio puede ser muy concluyente. ¿Podríamos investigar cómo es la familia española seleccionando a un pequeño número de familias que se presentaran voluntarias? ¿El estudio de 25 niños permite crear doctrina científica sobre los niños en parejas homosexuales en general?

El Prof. Delgado no cree que haya estudios concluyentes sobre las repercusiones y la evolución de los hijos adoptados por parejas homosexuales. «Se recurre a un estudio realizado en Sevilla, pero, por los datos que tengo, la muestra es pequeña y por lo tanto poco representativa, el tiempo de seguimiento muy corto y si es un estudio tan bueno, me gustaría verlo publicado en una revista de prestigio. Un trabajo para ser válido y para que pueda ser citado como referencia debe tener rigor científico y resistir un análisis profundo, y este trabajo no cumple estos requisitos».

Metodología deficiente

El estudio español acusa las limitaciones metodológicas de muchos estudios sobre el mismo tema. La doctora Ana Martín Ancel, pediatra, miembro de la European Society for Pediatric Research, ha revisado los datos científicos disponibles y ha publicado sus conclusiones en la revista Pediatrics (agosto 2002). En un artículo publicado en Páginas para el mes (marzo 2003) resume sus resultados: «Hoy por hoy -dice-, los estudios científicos disponibles son escasos. Además, en general, presentan serios problemas metodológicos».

Entre los defectos que presentan esos estudios, «el más transcendente, que afecta a la mayoría de ellos, es la forma en la que se ha realizado la selección de la muestra que se va a estudiar». Tales muestras presentan un sesgo desde el punto de partida: «las parejas evaluadas provienen en gran medida de pequeños grupos de voluntarios que han sido reclutados mediante anuncios en revistas o a través de asociaciones». Así, «la mayoría de las investigaciones se han realizado en lesbianas de ámbito urbano de raza blanca, con un elevado nivel de educación».

Otro aspecto capital es la correcta selección del grupo de control -los sujetos con los que se compara la muestra-, que ha de ser también representativo de la población. «Pues bien, en gran número de estudios, el grupo de control con el que se ha comparado a los hijos de parejas de homosexuales han sido hijos de mujeres heterosexuales divorciadas: niños que han sufrido las dificultades matrimoniales de sus padres, que probablemente hayan repercutido de una forma u otra en su desarrollo». Así, el grupo de control es sesgado, pues no incluye familias íntegras. Incluso hay estudios en los que ni siquiera existe grupo de control.

«Por consiguiente -concluye-, la metodología científica nos obliga a subrayar que la posibilidad de generalizar los datos actualmente disponibles al conjunto de los niños con padres homosexuales es muy limitada».

Por otra parte, estudios que han analizado hijos con edad suficiente para que sea posible identificar la tendencia sexual, han encontrado que había una incidencia significativamente mayor de relaciones homosexuales entre los que habían crecido con madres lesbianas que entre los hijos de mujeres heterosexuales divorciadas (Golombok y Tasker, en Developmental Psychology, 1996). Bailey y colaboradores, que hicieron un estudio con 75 jóvenes mayores de 17 años, hijos de padre homo o bisexuales, comprobaron que el 9% eran homosexuales, tasa significativamente mayor de la sugerida por estudios poblacionales que la cifran en un 1% de adolescentes estadounidenses (Developmental Psychology, 1995).

Revisión de estudios

El problema con muchos de estos estudios es que están animados por el afán militante de justificar la adopción por parejas homosexuales, propósito que influye en el diseño de la investigación y en su valor científico. En EE.UU., Robert Lerber y Althea K. Nagai hicieron una revisión de 49 estudios de este tipo publicados en revistas profesionales o capítulos de libros (No Basis: What the Studies Don’t Tell Us About Same-Sex Parentig, editada por el Marriage Law Project, enero de 2001). Aplicando a estos estudios los criterios que normalmente se exigen para la investigación social, encontraban deficiencias como «hipótesis y diseños de investigación poco claros; carencia o inadecuación de los grupos de control; unidades de medida inválidas; muestras no aleatorias incluyendo a participantes que buscan a otros participantes; muestras demasiados pequeñas para que puedan dar resultados significativos; falta o inadecuación de análisis estadístico». Su conclusión era que estos estudios no ofrecían una base científica para establecer nada seguro sobre los niños educados por parejas homosexuales.

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