Los últimos hallazgos no logran aclarar la ascendencia del hombre

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Progresos e incógnitas en evolución humana (I)
En libros escolares o divulgativos, y en museos o exposiciones públicas, se suelen presentar esquemas de la evolución humana que muestran el paso de una especie a otra. Empiezan por un ser peludo y de largos brazos, que camina encorvado, y las figuras se van irguiendo hasta adoptar nuestra forma. En realidad, esas representaciones son altamente hipotéticas, ya que las certezas de la ciencia sobre la filogenia del Homo sapiens son realmente muy escasas. Un repaso, en forma de preguntas y respuestas, de los principales progresos y temas pendientes de la paleoantropología revela que este ámbito sigue sembrado de incógnitas, aun después de un año -2001- de descubrimientos excepcionales. Un próximo servicio ofrecerá una selección de libros para documentarse sobre la evolución del hombre.¿Qué descubrimientos importantes ha habido en el último año?

2001 ha sido un año extraordinario para la paleontología humana (ver servicio 110/01). Se abrió con el anuncio de un nuevo género y una nueva especie, Orrorin tugenensis, muy antigua, de 6 millones de años (m.a.). Aún no había acabado el primer trimestre y se daba a conocer otro género y otra especie, Kenyanthropus platyops (3,5 m.a.). En pleno verano se anunciaba el descubrimiento de una nueva subespecie de homínido, Ardipithecus ramidus kadabba, que tenía casi 6 m.a.

¿Qué relevancia tienen estos hallazgos?

Según los respectivos descubridores, han permitido llegar más atrás en la línea de ancestros del hombre, lo que obliga a cambiar el esquema evolutivo convencional. En concreto, dicen, el primer homínido no es, contra lo que se pensaba, un australopiteco. Para Martin Pickford y Brigitte Senut, es el espécimen descubierto por ellos: Orrorin tugenensis. Pero Yohannes Haile-Selassie y Tim White lo niegan, y sostienen que dicho honor corresponde a su propio hallazgo, Ardipithecus ramidus kadabba, de 5,8 m.a. de antigüedad.

En cuanto a Kenyanthropus platyops, no revoluciona el árbol genealógico humano, pero sus descubridores, Meave Leakey y Fred Spoor, afirman que impone una notable corrección. Según ellos, Homo rudolfensis, hasta ahora considerado por muchos la especie más antigua de nuestro género, en realidad no era humano. Pero tampoco lo clasifican entre los australopitecinos, sino que lo asignan al nuevo género que han propuesto, Kenyanthropus.

Entonces, ¿cuál fue el primer homínido?

Para considerar homínido a un fósil se exige el requisito del bipedismo. Los descubridores de Orrorin y los de Ardipithecus están de acuerdo en que hubo algún bípedo anterior a los australopitecos, pero no en cuál fue. El quid de la cuestión está en que Haile-Selassie y White niegan que Orrorin fuera bípedo, mientras que Pickford y Senut lo defienden contra viento y marea.

Ahora bien, con independencia de cuál sea el primer bípedo, continúa siendo un misterio cómo y por qué surgió el bipedismo. Esta es una de las cuestiones clave, pues, al parecer, el cambio a la marcha bípeda inició la serie de transformaciones morfológicas y de cambios estructurales anatómicos que, al cabo de varios m.a., darían lugar a la morfología humana. Pues bien, para esta pregunta sigue sin haber respuesta satisfactoria; es más, ni siquiera tenemos una propuesta orientativa que resulte suficientemente convincente.

La realidad es que, a pesar de todos estos notables descubrimientos del año pasado, continúan en pie todos los enigmas importantes que afectan a la historia evolutiva de los homínidos.

¿De qué homínido salió el género humano?

Nuevamente nos encontramos ante un tema extremadamente polémico, donde las opiniones se multiplican. Tradicionalmente se ha venido afirmando que el género humano se originó a partir de una especie de australopiteco grácil. ¿Pero cuál?

Para Meave Leakey y Alan Walker, se trata del Australopithecus anamensis, especie descubierta por ellos en Kanapoi (Kenia). Según Donald Johanson, es el A. afarensis, que él y otros descubrieron en Hadar (Etiopía). En opinión de Philip Tobias, Ron Clarke y Peter Lee Berger, es A. africanus, especie con la que trabajan en Sudáfrica. El parecer de Tim White, en cambio, es que fue A. garhi, especie hallada por él en Bouri (Etiopía), el que dio lugar a la humanidad. Y Michael Brunet se declara a favor de A. bahrelghazali, que él desenterró en Chad en 1996.

Como puede observarse, las opiniones son diversas y sólo coinciden en dos puntos: el primero, que no procedemos de un australopiteco robusto; y el segundo, que para cada investigador citado su fósil es el precursor del género humano.

Pero la cosa no queda ahí. Algunos autores (Louis, Mary y Richard Leakey) defienden que no procedemos de ningún australopiteco, sino de una especie de homínidos aún no descubierta. Según otros (Pickford y Senut), lo que sucede es que hemos considerado australopitecos a fósiles que no lo son y que ellos engloban dentro de un nuevo género: los Praeanthropus, cuyos miembros, según afirman estos autores, derivando de Orrorin dieron lugar a la humanidad.

¿Cuáles fueron los primeros humanos?

Tampoco lo sabemos con certeza. La tradición académica más ortodoxa atribuye el primado a Homo habilis (2,4-1,8 m.a.). Pero otros autores opinan que la especie humana más antigua es H. rudolfensis (2,5-1,8 m.a.). Hay quienes afirman que habilis y rudolfensis pertenecen, en realidad, a la misma especie, sólo que había un fuerte dimorfismo sexual, de modo que los fósiles más robustos pertenecen a rudolfensis y los más gráciles a habilis.

Empero, todo esto es puesto en cuestión por otros especialistas. Así, Bernard Wood defiende que H. habilis no sólo no es la primera especie humana, sino que ni siquiera pertenece al género Homo; según el científico británico, resultaría más propio encuadrarla entre los australopitecinos. Y ya hemos visto que los descubridores de Kenyanthropus dicen que es H. rudolfensis el que no es humano.

La primera especie cuya anatomía es aceptada por todo el mundo como humana es H. erectus. Pero también aquí nos topamos con la duda. ¿Todos los fósiles de entre 1,2 y 1,8 m.a., encontrados en Asia y África, pertenecen a la especie erectus? Según algunos autores, sería así si aceptamos un acusado dimorfismo sexual. Para otros, en cambio, son dos especies distintas. A erectus le corresponderían los fósiles más gráciles y jóvenes, y a H. ergaster los más robustos y antiguos.

Tampoco hay unanimidad sobre quiénes fueron los primeros fabricantes de herramientas. Louis y Mary Leakey, descubridores del H. habilis, lo denominaron así por considerar que fue el primero en realizar tal actividad. Pero ya se empiezan a oír voces afirmando que algunos australopitecos, garhi en concreto, pudieron haber desarrollado industrias líticas. La polémica está servida aunque, de momento, los indicios a favor de garhi no son determinantes.

¿Cómo se produjo la diseminación de los humanos a partir de África?

Hace 1,8 m.a. ya había humanos que habían abandonado África, como prueban los restos hallados en el yacimiento de Dmanisi, situado en el Cáucaso georgiano. Estos humanos, posiblemente H. ergaster, son los más antiguos, de los conocidos hasta ahora, que se acercaron a Europa. Pero no sabemos cuándo penetró el hombre en el continente europeo. Los restos humanos más antiguos hallados en suelo europeo y cuya datación está fuera de controversia son los pertenecientes al nivel TD 6 del yacimiento de la Gran Dolina en Atapuerca (Burgos), encuadrados en una nueva especie: H. antecessor. Tienen una antigüedad de casi 800.000 años, 1 m.a. menos que los de Dmanisi.

Los siguientes restos hallados en Europa son los de Ceprano (Italia), de unos 600.000 años, y son de asignación específica dudosa. También se ignora qué pasó entre antecessor y esos fósiles italianos.

Les siguen en el tiempo los de Boxgrove, con 500.000 años de antigüedad, que pertenecen a H. heidelbergensis. ¿Dio lugar antecessor a heidelbergensis? Según los actuales directores de las excavaciones en Atapuerca, sí; pero en opinión de otros destacados autores, no sería necesario suponer esta filogenia, ya que heidelbergensis podría descender directamente de los ergaster africanos.

Por lo que respecta al H. sapiens, parece que su salida de África fue muy posterior. Según estudios de genética molecular, nuestros ancestros pertenecían a una población residente en algún lugar de África que vivió hace unos 150.000 ó 200.000 años, quizá algo más (ver servicio 177/01). Ahora bien, el comportamiento humano moderno, que incluye elementos como el pensamiento abstracto y el simbolismo, parece tener una antigüedad de unos 70.000 años. Así lo indican los restos hallados al año pasado en el yacimiento sudafricano de Blombos Cave, que -por el momento- parecen ser los testimonios más antiguos de conducta simbólica.

¿Qué especie es la antepasada inmediata del hombre actual?

De momento somos incapaces de responder a esa pregunta. Para algunos, la especie de la que surgimos debió de ser H. rodhesiensis, sobre el que se discute si es una «especie buena» o si en realidad no es más que el heidelbergensis africano.

¿Cuál es el origen de los neandertales, tan próximos al hombre moderno?

Parece muy probable que el heidelbergensis dio origen al neanderthalensis: al menos así lo indica la similitud anatómica entre uno y otro, aunque los neandertales eran menos corpulentos. Pero la gran cuestión es saber si los neandertales eran una especie diferente de la nuestra (H. neanderthalensis), tal como opinan la mayoría de los investigadores; o si, por el contrario, ellos y nosotros formábamos dos subespecies de una misma especie: los H. sapiens neanderthalensis y los H. sapiens sapiens. Estudios genéticos recientes avalan la tesis de que pertenecen a especies distintas. En cualquier caso, hace 28.000 años, y después de haber convivido en Europa durante poco más de 10.000 años con nuestros antepasados, los neandertales desaparecen totalmente del registro fósil.

¿Por qué se extinguieron los neandertales?

Esta sigue siendo una de las muchas cuestiones que continúan sin resolverse en paleontología humana. Algunos han opinado que nosotros acabamos con ellos por la fuerza, pero no hay pruebas concluyentes que lo avalen. Otros creen que les contagiamos enfermedades que diezmaron su población. Es una hipótesis razonable, pero tampoco tenemos pruebas de ella. Imposible suponer que la causa fue la inadaptación a un recrudecimiento del clima, como han propuesto algunos. No hay que olvidar que los neandertales llevaban más de 200.000 años de existencia sobre sus espaldas en una Europa que había pasado por diversos episodios de climas fríos, incluso glaciares. En todo caso, los que lo teníamos peor éramos nosotros, pues se supone que los primeros H. sapiens que poblaron Europa procedían de regiones templadas de África.

Algunos autores sugieren que en realidad los neandertales no se extinguieron, sino que se cruzaron con los hombres anatómicamente modernos que llegaron a Europa, y ambas especies mezclaron sus acervos genéticos para dar lugar a los actuales europeos. Es una hipótesis románticamente atractiva, pero los estudios genéticos realizados hasta la fecha no sólo no la avalan sino que la contradicen.

Sin embargo, Erik Trinkaus sostiene que un esqueleto de 24.000 años, llamado el Lapedo do Lagar Velho, encontrado cerca de la ciudad portuguesa de Leiria, es un híbrido de neanderthalensis y sapiens, ya que, junto a caracteres anatómicamente modernos, se insinúan algunos rasgos popios de la morfología neandertal. Pero muchos científicos no aceptan que el Lapedo sea realmente un híbrido. Alegan que se trata del fósil de un niño muerto a los cuatro años, de modo que su corta edad impide apreciar nítidamente los rasgos morfológicos que realmente especifican a un individuo adulto.

El evolucionismo no contradice la creación

En ocasiones los datos científicos aportados por las ciencias encargadas de estudiar la evolución humana son utilizados con fines ideológicos para descalificar el discurso religioso y metafísico. Sin embargo, son muchas las voces de científicos que consideran que no existe incompatibilidad entre la visión científica de la evolución humana, la religión y la antropología filosófica.

Así, Giovanni Carrada declara: «La revelación bíblica nos aclara el porqué de la aparición del hombre y de paso nos sitúa ante nuestra dignidad de criaturas de Dios. Las dos explicaciones [la científica y la religiosa] son compatibles; es más, ninguna de las dos por separado es suficiente para llenar el deseo del hombre de conocer sus orígenes y el sentido de su vida» (La evolución del ser humano, Editex, Madrid, 1999, p. 8).

Antonio Fernández-Rañada se pregunta: «¿Por qué no puede ser la evolución el medio elegido por Dios para crear el mundo en un proceso continuado?» (Los científicos y Dios, Ediciones Nobel, Oviedo, 1994, p. 131; ver servicio 86/01). Y añade: «La doctrina cristiana no implica la creación separada de las especies, sino que su idea central, la verdaderamente importante, es que todo debe su existencia a un Dios trascendente al orden natural, y esto no se ve afectado por la teoría de Darwin. Al fin y al cabo, ¿por qué no puede ser la evolución la forma elegida por Dios para crear el mundo?» (ibid., p. 127).

Incluso un físico como James S. Trefil sostiene: «El hecho de que los seres humanos hayan evolucionado a partir de formas de vida inferiores no daña los principios fundamentales de las creencias religiosas de nadie. Si tomamos el cristianismo como ejemplo, la evolución es simplemente irrelevante para la doctrina de la salvación a través de la fe o para cualquier otra enseñanza importante» (En el momento de la creación. Del Big Bang hasta el universo actual, Salvat, Barcelona, 1986, p. 274: ver servicio S6/87).

Grandes paleoantropólogos reconocen que la supuesta oposición evolución-creación refleja un falso dilema. De forma explícita lo manifiesta Yves Coppens en el prólogo que redactó a la obra de Fiorenzo Facchini El origen del hombre; en él afirma que «el autor denuncia con toda razón la falsa oposición evolución-creación». En efecto, después de haber expuesto el estado del conocimiento científico en la fecha de redacción de la citada obra, Facchini declara (en la última página) que «la trascendencia del hombre respecto a los otros animales (…) no es inconciliable con la teoría evolutiva (…) La verdadera alternativa no es evolución o creación, sino visión de un mundo en evolución, dependiente de un Dios creador que lo ha diseñado, y una visión de un mundo autosuficiente, capaz de crearse y transformarse a sí mismo mediante procesos puramente casuales».

Carlos A. Marmelada

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