Iván Turguénev, el más occidental de los escritores rusos

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Se celebra ahora el bicentenario del nacimiento de Iván Turguénev (o Turguéniev), considerado uno de los mejores novelistas de la Rusia del siglo XIX, con Tolstói y Dostoievski. Su popularidad debe mucho a que fue el más occidental de los escritores rusos; de hecho, pasó gran parte de su vida en Francia, y allí murió en 1883.

Se educó en una familia de terratenientes, con una madre autoritaria (que aparece frecuentemente retratada en sus escritos) y con la ausencia del padre, que falleció cuando Iván tenía 16 años. Estudió en las Universidades de Moscú y San Petersburgo. En 1838 se marchó al extranjero para estudiar historia, filología clásica y, sobre todo, filosofía en la Universidad de Berlín. Mantuvo una tormentosa relación amorosa con una mujer casada, la cantante Paulina García de Viardot, de origen español y casada con un francés. Turguénev fue un hombre de ideas sociales avanzadas y estuvo muy influido por el liberalismo occidental.

Tuvo problemas con las autoridades –pasó un mes en prisión– por la elogiosa necrológica que escribió sobre Nikolái Gógol, escritor proscrito en aquellos años. Más tarde, fue considerado el portavoz de los reformistas y la nueva generación, aunque esta fama de “progresista” le duró hasta 1862, fecha en la que publicó la polémica Padres e hijos. Pasó los veinte últimos años de su vida fuera de Rusia, doce de ellos en Francia, donde tuvo amistad con Goncourt, George Sand, Daudet, Zola, Maupassant, Flaubert. Al final de su vida, sus libros alcanzaron gran popularidad en Rusia, donde la juventud valoró su capacidad para novelar sentimientos elevados, ya alejadas sus preocupaciones por las cuestiones sociales y políticas más candentes.

Tipos humanos universales

Comenzó su carrera literaria con Relatos de un cazador (1852), un conjunto de cuentos ya publicados en los que describe la vida campesina rusa, remarcando la idea de la incompatibilidad entre la dignidad humana y la servidumbre. Su primera novela fue Rudin, publicada por entregas en 1856. Con ella el autor ruso introdujo en la literatura la figura arquetípica del “hombre superfluo”, que luego sería repetida por múltiples autores. Se trata de una perspicaz disección de tipos y ambientes, que lleva por título el nombre de su protagonista: un locuaz pretencioso, un teórico incapaz de hacer realidad sus ideales. El personaje de Rudin es una notable muestra de la capacidad de Turguénev para crear personajes que encarnen definidos estilos de vida. Esta es una constante de su obra y será el tema principal de sus más conocidas novelas, siempre inspirándose en personajes de carne y hueso.

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Punin y Baburin
Punin i Baburin
Autor:
Iván S. Turguénev

Nórdica.
Madrid (2018).
128 págs.
16,50 € (papel) / 8,99 € (digital).
Traducción: Marta Sánchez-Nieves.

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Tres años después, en 1859, vio la luz la segunda de las seis novelas de Turguénev: Nido de nobles, en la que vuelve a aparecer otro “hombre superfluo”. La novela cuenta su periplo vital: su educación a cargo de un caprichoso padre, sus estudios universitarios (que abandona para casarse), sus viajes por el extranjero. Luego vienen las decepciones: la rotura de su matrimonio y el regreso a su país, aburrido y apático. El autor ofrece reflexiones sobre el pesado lastre que suponen los errores juveniles y los antecedentes familiares. También Turguénev fue capaz de describir en ella, con sentido crítico, la vida de los terratenientes.

Polémica obra sobre la juventud rusa

Su obra más conocida es Padres e hijos, que apareció en 1862, un año después de la abolición de la servidumbre en Rusia. El autor se encontraba en un momento de máxima popularidad y sus obras habían sido acogidas hasta entonces de manera excelente por los lectores. Sin embargo, esta novela provocó una sonora polémica. La novela presenta un momento de las vidas de Arkadi Karsánov y Evgueni Bazárov, dos jóvenes que acaban de concluir sus estudios universitarios y que regresan a sus hogares. Los dos se consideran jóvenes de mentalidad avanzada, contrarios a las ideas tradicionales de la sociedad rusa, valores que en la novela encarnan Nikolái Petróvich y su hermano Piotr, padre y tío respectivamente de Arkadi, que viven en una aldea y que intentan asimilar los nuevos aires sociales en su relación con sus siervos, lo que les está ocasionando no pocos problemas.

Bazárov es el protagonista. Se autoproclama nihilista, rechaza la religión, la tradición y los valores estéticos y morales. Critica los fundamentos de la sociedad rusa y solo le apasionan los progresos científicos, aplicados también a las relaciones sociales. La novela describe la difícil aclimatación de Bazárov y sus ideas a la sociedad rusa de ese momento. Los mayores consienten sus audacias como un rasgo de la genialidad del joven, pero apenas les dan importancia. En este sentido, el retrato que hace Turguénev de Bazárov puede rozar a veces la caricatura, pues su irracional pasión por el cientifismo le lleva a rechazar el amor, la poesía y hasta el cariño de sus padres.

Algunos lectores vieron en Bazárov el representante de los nuevos valores revolucionarios que cada día eran más visibles en Rusia. De hecho, estos grupos, los más radicales y terroristas, acabaron asesinando al zar Alejandro II en 1881. Los partidarios de esta nueva juventud criticaron la burda caricatura que Turguénev hace de estos ideales en la figura de Bazárov. La novela puso el dedo en la llaga de la situación social, familiar, filosófica y religiosa que se vivía en Rusia en torno a 1860.

Romanticismo sin exageraciones

Aguas primaverales (Rialp, 2018), otra de sus novelas más conocidas, es de 1872. Relata un idilio que protagoniza el joven Dmitri Sanin. En un viaje a Fráncfort, salva la vida a un joven y acaba enamorándose de la hermana de este, Gemma. La novela describe este amor y las dificultades que surgen para canalizar la relación. Destaca el tratamiento que Turguénev hace de los personajes femeninos, muy bien trabajados y muy verosímiles en sus sentimientos y en su lenguaje, haciendo gala de una emotividad que no estaba presente en sus novelas anteriores.

Sin caer en un romanticismo exagerado, esta novela muestra, por un lado, la fascinación por el amor y la juventud; por otro, aparecen también algunas sombras que equilibran el conjunto de la narración. Así, la obra, ajustados sus sentimientos, es una alabanza realista de la relación entre dos personajes que buscan encontrar sentido a sus vidas.

Idealismo y realismo

Turguénev escribió también relatos y novelas cortas, como la que acaba de rescatar la editorial Nórdica, Punin y Baburin, en la que vuelven a aparecer algunas de sus constantes literarias y temáticas. El narrador, Piotr Petróvich B., ya mayor y enfermo, decide en 1874 escribir sobre su vida tomando como hilo conductor la intermitente relación a lo largo de muchas décadas que tuvo con dos singulares personajes, Punin y Baburin.

Los conoció cuando tenía doce años, en 1830, en la finca familiar que regentaba con mano de hierro su abuela, quien contrata a Baburin para que trabaje como secretario. A Baburin le acompaña Punin, un estrafalario personaje, loco, ingenuo, enamorado de la poesía y de la naturaleza con el que el narrador se muestra fascinado por sus ocurrencias y su espíritu libre y divertido. Los vuelve a encontrar en 1837, 1849 y 1861, poco después de la emancipación de los siervos, celebrada por todo lo alto por Baburin. Estos encuentros servirán para comprobar la fidelidad y constancia de Baburin a sus avanzadas ideales sociales, en abierta oposición al zarismo, y el jovial carácter de Punin.

Psicología y costumbrismo

Turguénev acertó en sus libros a analizar el alma rusa, de manera especial la de los campesinos y la de una serie de personajes que representan diferentes estilos de vida. Retrató a una amplia galería de tipos sociales muy variados y muy reales: labradores, terratenientes, idealistas, abúlicos, hombres de acción, eslavófilos, occidentalistas, conservadores, nihilistas. Gracias a su capacidad de observación, supo dotarlos de vida, sin caer en visiones estereotipadas.

Además, captó su psicología, de modo que supo mostrar los heterogéneos estados de ánimo de los rusos, creando obras que evocaron la atmósfera de muchas capas sociales. Fue denominado el cronista de la vida rusa, a la que retrató de una manera directa, sencilla y clara, como su estilo, también poético. Pero, aunque hay un cariz social en algunas de sus obras, no es Turguénev un escritor de tesis; por encima de todo, quiso hacer literatura.

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