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El Viejo Continente, más viejo que nunca

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Viena.- El pasado 3 de marzo el IIASA (Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados), con sede en Laxenburg (Austria), presentó en Viena el estudio «Escenarios demográficos alternativos para 20 países del Consejo de Europa, 1990-2050». El informe presentado por esta asociación no gubernamental, formada por científicos de doce países desarrollados, considera hasta nueve posibles variantes («escenarios»), dependiendo de la evolución de tres factores: la natalidad, la mortalidad y las migraciones. Los resultados que se ofrecen aquí (ver cuadros) corresponden a la hipótesis media.

El informe se ha querido presentar con tiempo para que pueda servir como base de trabajo en la Conferencia sobre población y desarrollo que la ONU ha convocado para el próximo mes de septiembre en El Cairo. La investigación se centra en Europa, pero añade algunas previsiones generales para las demás regiones del mundo. Su principal finalidad es presentar los problemas con que deberá enfrentarse el -nunca mejor dicho- Viejo Continente.

Más pensionistas y menos activos

Las cifras para Europa confirman la tendencia observada desde hace tiempo: el envejecimiento paulatino de la población. El aumento de la longevidad (las mejoras sanitarias han hecho que desde 1950 la esperanza de vida se haya incrementado tres años por década) y la caída de la natalidad hacen que la mayoría de los países europeos deban afrontar la primera mitad del siglo XXI con la incertidumbre sobre el futuro de sus ancianos. Si en 1990 había 14,3 millones de mayores de 80 años (un 3,18% de la población absoluta) en los veinte países europeos analizados, en el año 2050 el total ascenderá a 59,1 millones (12,63%). El panorama se presenta complicado si se tienen en cuenta las necesidades de atención sanitaria propios de las personas de esa edad.

Desde el punto de vista económico, se avecina un problema complicado: ¿cómo asegurar el pago de las pensiones? En 1990, en Europa el 54,6% de los habitantes tenían entre 20 y 59 años, es decir, estaban en edad productiva, frente a un 19,2% mayor de 60 años. En el 2050 la relación estará drásticamente alterada: 45,8% frente a 35,3%. Es lógico que los ministros de economía europeos se pregunten de dónde va a salir el dinero para atender las necesidades de la población.

Este problema ni se plantea en otras zonas del mundo. Hacia el año 2030 tan sólo los países más desarrollados alcanzarán cifras comparables a las de Europa: en América del Norte (con México), el 25,6% de la población habrá superado los 60 años; en Japón, Australia y Nueva Zelanda, la proporción será del 31,8%, más alta incluso que la de Europa Occidental (30,6%). En los países del Tercer Mundo la atención a los ancianos no supondrá graves cargas económicas, por la menor esperanza de vida y el mantenimiento de la estructura familiar que acoge tres generaciones bajo un mismo techo.

El problema del envejecimiento se agudiza en Europa por la baja fecundidad. La inmigración anual, calculada en más de un millón de personas, no basta para compensar el déficit.

Envejecimiento acelerado en el Sur

No hay grandes diferencias dentro de Europa Occidental. Italia y España son los países que experimentarán un envejecimiento más acelerado. En España la velocidad será muy superior a la media europea: en 1990 había 1,1 millones de habitantes mayores de 80 años (2,77% de la población total, por debajo de la media europea); en el año 2050 habrá 5,65 millones (14,32%, más que la media europea). Las proporciones de mayores de 60 años también presentarán un fuerte crecimiento: si en 1990 era el 10,6% de la población española, en el 2050 será el 39,5%. Este envejecimiento se nota en la edad media de la población, que pasará de 34,9 años para los hombres y 37,8 para las mujeres en 1990, a 47,6 y 50,5, respectivamente, en el 2050.

En los países nórdicos o en Alemania, donde últimamente se ha recuperado algo la tasa de natalidad, el envejecimiento se nota más ahora porque el proceso se encuentra en una fase más avanzada que en el área mediterránea. Así, Alemania tenía en 1990 un 20,7% de la población con más de 60 años (muy superior a la proporción española); pero en el 2050 tendrá un 35,5% (menos que España). Aunque, cuanto más nos alejamos en el tiempo, más inciertas son las previsiones.

Nuevos gastos en Alemania

En Alemania se están proponiendo muchas iniciativas para intentar superar lo que los medios de comunicación llaman ya «la crisis demográfica». La CDU, el partido democristiano actualmente en el gobierno, se ha planteado incluso la propuesta de establecer un impuesto especial a los solteros y familias sin hijos, para pagar y aumentar la ayuda estatal que se concede a las familias con hijos. La idea ha sido muy criticada por los socialdemócratas y, desde luego, no parece tener muchas posibilidades de salir adelante; pero es una muestra más de la inquietud que produce el envejecimiento de la población. La CDU quiere basar su campaña electoral en temas relacionados con la familia, con la intención de mejorar la situación actual.

De momento, el Parlamento alemán aprobó el pasado 10 de marzo una nueva ley que permitirá financiar, a partir de 1995, la atención sanitaria a personas disminuidas y ancianas, con ayudas de hasta el equivalente de 300.000 pesetas al mes. De esta forma, los ancianos que no puedan valerse por sí mismos recibirán subvenciones para pagar a las personas que les atienden. El gobierno y la oposición acordaron que el costo del plan corra a cargo de los trabajadores y de las empresas, a partes iguales. Las cuotas equivaldrán al 1,7% de los salarios. Para compensar a las empresas, los empleados trabajarán un día más al año. En los Länder donde no se suprima una fiesta, los trabajadores deberán pagar todo el coste.

Para la confederación empresarial alemana, la nueva ley es «el error más grave de política social de las últimas décadas». La patronal considera que el plan va contra los intentos que están haciendo las empresas para reducir costos y que probablemente hará que aumente el paro.

José María López-Barajas

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