El tabú de la enseñanza mixta empieza a cuestionarse

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También en Francia se abre un debate sobre la eficacia de la coeducación
En el contexto de la rentrée escolar en Francia, el semanario L’Express (28 agosto 2003) ha lanzado un debate sobre la escuela mixta, a partir del libro publicado estos días por el sociólogo Michel Fize, Les pièges de la mixité scolaire (Presses de la Renaissance). Fize afirma que la coeducación no es más que un instrumento pedagógico que debe ser juzgado en razón de su eficacia. Y como en ciertas situaciones se ha convertido en un obstáculo para resolver los problemas escolares, Fize plantea la posibilidad de que los centros públicos abran clases separadas para chicos y chicas.

La revista incluye una entrevista larga con el autor, y da voz a otros cinco expertos. Al margen de las razones a favor y en contra -muchos argumentos son ya conocidos-, lo importante es que ha dejado de ser tabú la discusión sobre una cuestión pedagógica que, como todas, presenta ventajas e inconvenientes.

El replanteamiento no parte tanto de enfoques ideológicos, como del intento de dar solución a problemas prácticos, demasiado presentes hoy en el sistema educativo público. Ese aspecto pragmático justificaba también la decisión adoptada en mayo de 2002 en Estados Unidos por la Administración Bush, por la que se autorizaba a los distritos a abrir escuelas públicas no mixtas, decisión bien acogida por la senadora demócrata Hillary Clinton. Y es lo que explica que en Québec y en cada vez más países europeos, sin renunciar a la «regla» de la coeducación en la escuela pública, se permita abrir clases diferenciadas en función de las necesidades específicas de chicos y chicas.

Algo falla

Michel Fize es sociólogo, investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Después de veinte años de profesión, está considerado como un reconocido especialista sobre la adolescencia, la juventud y la familia, cuestiones a las que ha dedicado diversas obras.

En Las trampas de la enseñanza mixta muestra que la coeducación en Francia no ha conseguido asegurar la igualdad de sexos ni de oportunidades. Es innegable que se producen cada vez más agresiones sexuales contra las adolescentes, incluso dentro de los centros escolares, mientras crece el fracaso escolar de los chicos.

Las insuficiencias de la escuela mixta en el contexto actual habían sido ya reconocidas en algunos medios, como en el dossier que Le Monde de l’Education (enero 2003) dedicó al tema (ver servicio 9/03). Michel Fize va más lejos en su libro y propone acabar con la idea de que la escuela mixta es buena para todo y para todos.

Tampoco admite Fize que la coeducación sea el único factor al que cabe atribuir estos fallos. En el mejor rendimiento de las chicas influye su mayor capacidad de adaptación al sistema educativo actual, mientras que a los chicos -sobre todo en ambientes populares- les cuesta más aceptar la disciplina escolar y sufren más el choque entre la cultura adolescente y la cultura académica. Y las violencias contra las chicas se deben sobre todo a un desarreglo general en las relaciones entre los sexos, aunque la enseñanza mixta da ocasión evidentemente a que se manifiesten también en la escuela.

Adaptarse a las diferencias

Desigual rendimiento de chicos y chicas, sexismo, violencias sexuales, indisciplina, son hoy problemas claros en la escuela. Fize señala que si para afrontar estos problemas es preciso prescindir de la coeducación, no hay que dejar de hacerlo. «La enseñanza mixta -advierte Fize- no es un principio intangible del derecho escolar; es un instrumento para dos combates de fondo de nuestra sociedad: la igualdad de oportunidades y la transmisión de los valores ciudadanos, fundados sobre el respeto y la tolerancia.» Lo importante es ver si está sirviendo para esto.

Recuerda que la coeducación no se adoptó en Francia fundamentalmente por motivos pedagógicos: «La enseñanza mixta se ha impuesto con la evolución de las costumbres, pero sobre todo por razones materiales: con el avance continuo de la escolarización, el Ministerio de Educación se topó con un déficit de locales y profesores. Chicos y chicas fueron mezclados por comodidad. Hasta 1975, con la reforma Haby, la cohabitación de los dos sexos no se planteó oficialmente como principio organizador».

Y, de hecho, en algunos ámbitos escolares la mezcla y la igualdad de alumnos y alumnas es más teórica que real. En la enseñanza general, el 82,4% de los alumnos de la rama de letras son chicas, mientras que el 92,4% de los de ciencias y técnicas industriales son chicos. Y en la formación profesional, se pregunta Fize, «si la coeducación fuese intocable, ¿por qué las chicas no se matriculan nunca en mecánica del automóvil, ni los chicos en secretariado o paramédica?».

Precisamente, la plena igualdad de oportunidades exige una pedagogía diferenciada, atenta al distinto grado de desarrollo y de modos de aprendizaje. «Desgraciadamente, en nombre de la neutralidad laica, el sistema educativo no deja espacio para las diferencias. No se tienen nunca en cuenta los distintos ritmos de madurez y de asimilación intelectual de chicos y chicas. Confundimos igualdad con igualitarismo», afirma el sociólogo francés.

Presupuestos no confirmados

En otro artículo que firma en Le Figaro (1-IX-2003), Michel Fize subraya que «todos los estudios científicos atestiguan estas diferencias. Hoy se sabe que los chicos tienen mejor percepción del espacio y del lugar que ocupan los objetos que las chicas. Estas, en cambio, destacan más en tareas en las que interviene el lenguaje. Fuerza física, velocidad, están más bien del lado de los varones, mientras que la gracia artística y la flexibilidad del lado de las chicas». Es cierto que estas diferencias no justifican una jerarquización social entre hombres y mujeres, pero la educación no puede olvidarlas.

Fize se revela como un hombre atento a las realidades escolares, y reacio a las teorías sin base: «Se nos quiere persuadir de que la coeducación pertenece a la naturaleza de las cosas, porque la propia sociedad es mixta, y porque es en sí democrática. Pero los hechos prueban lo contrario. ¡Dejemos de emborracharnos con palabras grandilocuentes!».

En el artículo de Le Figaro, señala algunos presupuestos sobre la coeducación que no se han cumplido: «Enseñanza mixta e igualdad: confusión semántica por excelencia. ¿No se pensó durante largo tiempo que la primera engendraría necesariamente la segunda? Enseñanza mixta y respeto: ¿No se afirmaba que el trato entre chicos y chicas, favoreciendo el conocimiento mutuo, suavizaría sus relaciones? Enseñanza mixta y emulación: ¿No se dijo durante mucho tiempo que la coexistencia de sexos favorecería su emulación? Los hechos desmienten todas estas suposiciones. Hay que acabar con la idea de que la escuela mixta es buena para todo». Para Fize, la coeducación «es un instrumento -quizá en primer lugar pedagógico- cuya legitimidad depende de la eficacia».

Sobre todo en la adolescencia

Por lo tanto, no hay que tener reparo en prescindir de ella cuando no resulta eficaz. Como lo que preocupa hoy es el mayor fracaso escolar entre los chicos, el entrevistador de L’Express le pregunta si tendrán más éxito separados de las chicas. «Nos falta experiencia», responde Fize. «Pero, en los países anglosajones, las chicas de medios populares escolarizadas en centros no mixtos obtienen mejores resultados que las otras. Lo que prueba que el aprendizaje separado influye en los resultados».

En cualquier caso, Fize se muestra pragmático en su propuesta de abrir clases no mixtas en la enseñanza pública. Se trata de hacer un sistema más flexible y pluralista, en función de las necesidades de los alumnos y de las alumnas. Propone sobre todo esta posibilidad en la etapa del collège, de los 11 a los 15 años: «Es el eslabón débil del sistema. Ahí se dan cita todas las dificultades: pubertad, violencias sexistas, fracaso escolar. También se podría contemplar este tipo de dispositivo en la formación profesional, para aquellas orientaciones en las que hay poca presencia femenina».

Serían clases opcionales, abiertas a todo el que las deseara. ¿Quién decidiría y con qué criterios? «El director del centro, en función de los deseos y del expediente de los alumnos, con el parecer de la psicóloga escolar o de otro miembro del cuerpo médico-social. Aun sin hablar de clases separadas, se imponen también ajustes en los cursos de educación sexual o en las actividades deportivas. La mayoría de los profesores lo dicen: a los alumnos les cuesta hablar de temas íntimos cuando están juntos».

Sin maniqueísmos, Fize invita en este libro a una reflexión de fondo sobre la eficacia de la enseñanza mixta y el tabú que obliga a imponerla como regla.

El debate está abierto

En el debate planteado por L’Express, algunos expertos están de acuerdo con Fize en que la educación debe estar más atenta a las diferencias entre chicos y chicas. Dominique Schnapper, miembro del Consejo constitucional y directora de investigación en la Escuela de altos estudios en ciencias sociales, así lo piensa: «En los años 1960, la coeducación tenía por objetivo ideológico luchar contra las desigualdades entre los sexos, de igual modo que el collège único, instaurado en la misma época, tenía por objetivo luchar contra las desigualdades sociales. Hoy se comprueba que no basta reunir a chicos y chicas para resolver los problemas de relación entre los dos sexos. La presión de la democracia participativa hace inconcebible toda marcha atrás, pero no me parece chocante la hipótesis de clases separadas opcionales en el colegio. ¡No toda distinción es, en cuanto tal, discriminatoria!».

Marie Duru-Bellat, socióloga de la educación, admite que puedan existir clases separadas, pero con matices: «No estoy en contra de la enseñanza separada, pero a condición de que sea temporal y de que los objetivos en materia de programas y adquisición de competencias sean los mismos, para evitar retrasos. La no-coeducación crea burbujas de aprendizaje confortables. A largo plazo, sin embargo, pienso que no es deseable, especialmente para las chicas: no les da armas suficientes para batallar en un universo social que es mixto».

Pero hay quien subraya que el mejor modo de que tanto los chicos como las chicas puedan abrirse paso en la vida profesional es lograr un ambiente escolar que favorezca su aprendizaje. André Blandin, secretario general adjunto de la enseñanza católica, subraya la necesidad de atender a las diferencias: «No deseamos cuestionar la escuela mixta, sino hacer una verdadera educación en la diferencia. Hay distancias en la madurez que es preciso tener en cuenta en los colegios. (…) Un profesor de francés sabe bien que los chicos tienen más dificultades que las chicas para analizar un texto literario. ¿Por qué los profesores no adaptan su pedagogía a unos y otras?».

En el contexto político francés hay que tener en cuenta también algunos problemas específicos que plantea la presencia de alumnos musulmanes. Así lo apunta Dominique Schnapper: «Clases y escuelas separadas son parte de las reivindicaciones islámicas. Los fundamentalistas musulmanes podrían aprovechar una interpretación más suave de la coeducación para reclamar una enseñanza específica en favor de las alumnas musulmanas».

Pero, responde Fize, «¡una clase de chicas no es necesariamente una clase de chicas con velo! Antes de cualquier cambio debe quedar claro que el objetivo es introducir una discriminación positiva. La renuncia temporal a la enseñanza mixta no está dirigida a que unos y otros expresen sus particularidades culturales, sino a producir mayor igualdad».

Salvador Bernal

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