El fin del “homo sovieticus”

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Nacida en una localidad del oeste de Ucrania, Frankvisk, en 1948, aunque residente de Bielorrusia desde pequeña, la escritora Svetlana Alexiévich ha obtenido en 2015 el premio Nobel de Literatura, otorgado, con palabras del jurado sueco, por una obra polifónica que es “un monumento al valor y al sufrimiento de nuestro tiempo”.

En forma de crónicas, reportajes literarios, novelas y obras de teatro, la autora ha abordado en sus libros las consecuencias de algunos acontecimientos históricos del siglo XX en la población civil soviética, como han sido la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Afganistán, el desastre nuclear de Chernóbil en 1986 y el proceso de descomposición de la Unión Soviética.

Sus libros describen el fracaso colectivo de la utopía comunista y las numerosas cicatrices que ha dejado en la población

La autora está enfrentada al gobierno de su país, presidido por Alexandr Lukashenko (de hecho, no ha recibido ninguna felicitación oficial) y también al régimen de Putin. Al recibir el premio Nobel, la autora ha afirmado que respeta el mundo ruso de la literatura y de la ciencia, “pero no el mundo de Stalin y de Putin”.

Para ella, una misión de la literatura y del periodismo es combatir los efectos del poder totalitario. Entre las principales influencias que ha recibido destaca la obra del escritor Alexandr Solzhenitsyn y la del periodista polaco Ryszard Kapuściński.

Periodismo documental

Alexiévich comenzó trabajando como profesora de historia, aunque después de finalizar sus estudios en la Facultad de Periodismo de Minsk ejerció de redactora en diferentes medios de comunicación de su país. Su primer libro es de 1983, La guerra no tiene rostro de mujer, en el que aborda los testimonios de mujeres rusas que vivieron y padecieron la Segunda Guerra Mundial. Fue prohibido en principio por el gobierno soviético, pero se pudo publicar en 1985 con los nuevos aires que trajo la perestroika. El libro tuvo una excelente acogida y una exitosa adaptación teatral convirtió a Alexiévich en una escritora popular. La editorial Debate lo publicará en español dentro de pocos meses.

La autora combina en sus obras el periodismo y la literatura con el objetivo de dar forma a una singular “novela colectiva” en la que, tras una largo trabajo de documentación y de entrevistas personales, se cede la voz literaria a numerosos testimonios individuales. De 1985 son también otros dos libros escritos bajo esta misma técnica: El hombre rojo. La voz de la utopía, dedicado a mostrar las graves catástrofes colectivas que provocó en la URSS la Segunda Guerra Mundial, y Últimos testigos, conjunto de relatos más literarios en los que los protagonistas son los niños que vivieron aquella guerra.

Cronista de tragedias colectivas

La finalidad periodística y testimonial de su obra se aprecia también en el tema de una de sus obras más valoradas, Los chicos del zinc (1989). Describe las consecuencias de la guerra de Afganistán basándose en entrevistas de la autora con veteranos, sus mujeres y viudas.

La investigación periodística y el análisis histórico se dan la mano en Hechizados por la muerte (1993), un agudo reportaje literario que conecta con su crítico análisis del comunismo soviético. El libro analiza los numerosos suicidios que tuvieron lugar en la URSS tras la caída del mito socialista.

Alexiévich combina periodismo y literatura para dar forma a una singular “novela colectiva” en la que cede la voz a numerosos testimonios individuales

En 1997 publicó Voces de Chernóbil, el único libro traducido al castellano hasta la fecha, publicado en 2006 en la editorial Siglo XXI y en 2014 en Penguin Random House. La autora se sirve de numerosas entrevistas para mostrar el alcance del desastre de la central nuclear en 1986. Este libro recibió en 2005 en Estados Unidos el premio del Círculo de Críticos.

Las cicatrices del totalitarismo

Su último libro publicado es Tiempo de segunda mano (2014), que ha aparecido a la vez en ruso y en alemán. En Alemania ha conseguido el Premio de la Paz de los libreros; en España lo publicará próximamente la editorial Acantilado. El libro vuelve a centrarse en la que sea quizá la principal obsesión literaria y periodística de la autora: el fin del “homo sovieticus”.

Para la autora, los rusos no estuvieron en su momento preparados para afrontar con garantías la revolución bolchevique: de ahí su fracaso y la deriva totalitaria; pero tampoco estuvieron preparados para el reto que supuso la perestroika de Gorbachov ni para la caída del régimen, la posterior disolución de la URSS y la llegada de una tibia y deficiente democracia. Alexiévich habla de la escasa experiencia democrática y de libertad que han tenido los rusos y cómo esa carencia marca el actual derrotero de la política rusa del presidente Putin.

Sin ambages, la autora describe el fracaso colectivo de la utopía comunista y las numerosas cicatrices que ha dejado en la población rusa y del resto de las repúblicas soviéticas, que fueron educadas en una férrea ideología estatalista y totalitaria donde la libertad estaba siempre bajo sospecha.

 

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